En los procesos de formación del poder, en los cuales una minoría pretende imponerse contra los evidentes intereses e intenciones de una mayoría; los conflictos no se pueden separar fácilmente y a ellos no se les puede responder aislándolos y aislándose, o solamente dividiendo las fuerzas opuestas, o atemorizando a las gentes, u ofreciendo promesas una vez más incumplidas en el tiempo.
Eso en parte es lo que ha venido ocurriendo en Venezuela a partir de abril del 2013, y lo sucedido en la nueva farsa electoral que acaba de concluir el 20 de mayo del 2018.
Si examinamos las fuerzas de la oposición política a este desgobierno, las que se inclinan por una propuesta fascista socialdemocratizante y apátrida, contando con el apoyo claro y definido del gobierno norteamericano y sus adláteres europeos, o los más cercanos en el continente nuestro, llámese el Grupo de Lima, o como se llame, instalado en gobiernos de la región a través de elecciones, nunca cuestionados por los adversarios del proceso bolivariano, o los más grotescos como el de Brasil; dichas fuerzas que en el caso de Venezuela, en el acto del 20 de mayo, se opusieron a participar, llamando a la abstención, en aproximadamente un 60% de ellas, y las que finalmente lo hicieron, y apenas concluyeron su comedia electoral, pasaron a cuestionarla, con un par de candidatos, y desestimaron, por otro lado, el pírrico resultado del actual desgobierno, que mírese como se mire, apenas representa un cuarto escaso del total de la población electoral, con números que descendieron en millones si se comparan con los obtenidos en abril del 2013, o mucho más lejanos de aquellos triunfos ratificados una vez y otra vez, por el Comandante Chávez.
Lo que está en juego en Venezuela es la agudización de una crisis de hegemonía, donde el desgobierno ratificado, ni su agrupación política clientelar, ni los grupos de militares enquistados en la administración del aparato administrativo del Estado; han podido atraer a las fuerzas revolucionarias que apoyaron al Comandante Chávez durante su gestión desde 1998 al 2012, ni menos en el otro frente, agresivo por lo demás, al acentuarse la llegada del nuevo inquilino en la Casa Blanca, con sus amenazas abiertas y continuadas, además de llevarnos a la humanidad entera al peligroso borde de la desaparición de los ocho mil millones de seres humanos que poblamos el planeta Tierra.
Eso está claro desde los tiempos en que el gobierno norteamericano decidió su famosa doctrina Monroe, a quien le pueden quedar dudas de ello, durante todo el Siglo XX, y en lo que va del Siglo XXI.
Pero lo cierto, a nuestro aviso, es que el desgobierno anterior 2013-2018, ni este que apenas comienza van a ser capaces de resolver la grave crisis de hegemonía, en el contexto primero de nuestro ¨colapso rentístico¨ suficientemente estudiado, y acelerado con la entrega a las transnacionales de los recursos de hidrocarburos, y el exabrupto del llamado ¨Arco Minero del Orinoco¨, ampliamente criticado por la entrega de ese territorio más del 10% del total, de manera vergonzosa, como reserva que debería ser para las próximas generaciones de venezolanos y los pueblos ancestrales que todavía subsisten en él.
Doble incapacidad del desgobierno en no agrupar al conjunto de las fuerzas revolucionarias, con una pérdida de legitimidad que se acentúa con el pasar del tiempo, y por otro lado, el no ser capaz de detener a los adversarios y enemigos dentro y fuera del proceso bolivariano.
Crisis de hegemonía que se agudiza con el pasar de los días, junto al Colapso rentista, acentuándose por el despelote de las políticas y la ausencia de una direccionalidad en el corto y en el mediano plazo, suficientemente demostrado y denunciado desde abril del 2013 hasta nuestros días.
Pronóstico reservado, de continuar lo que ha sido una experiencia deplorable en cuanto a las condiciones de vida de la mayoría de la población venezolana que depende de un ingreso salarial miserable, con un proceso político involutivo a nombre de una inexistente transición al socialismo, con ribetes que tocan, como lo hemos afirmado muchas veces, con el fascismo criollo.
Todo ello, basándose en una minoría que sigue empeñada en no cambiar de rumbo, agravando la enfermedad del uso del poder que cada vez tiene menos impacto en la mayoría de venezolanos, que se le oponen a esas desaforadas ansias de mantenerse en el control de la mermada renta, sin tener en cuenta las necesidades, aspiraciones, intereses de una mayoría que ya toca unos dos tercios de la población venezolana, e inclusive toca también parte de los casi seis millones de votos obtenidos a favor. Cosas veredes Sancho, amanecerá y veremos…