El magnicidio siempre es parte de una conspiración con una impronta de quiebre de una estructura solidificada, es una magnificación efectista de muerte para derrumbar o desestabilizar un orden constituido o constituyéndose. Ello implica una planificación con organización y logística, la historia nos da muchos ejemplos; Colombia, el país vecino es prolífico en América latina en cuanto a este tipo y modalidad de eventos para candidatos presidenciales; el más renombrado, por ser causa del bogotazo y vector de todo el proceso de violencia política en la hermana república, fue el vil magnicidio o asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, era en ese entonces el candidato del Partido Liberal con un programa agrario que entorpecía el cínico poder de la derecha, a su vez amigo de la rebeldía que encarnaba Fidel Castro Ruz en Cuba, quien precisamente visitaba Colombia para el momento de la ejecución de la crueldad, que es contraria a la condición del animal político que a más de 2300 años, definía Aristóteles como la coherencia del hombre en tanto cultura devenida de la condición natural.
De allí muchos otros candidatos presidenciales de la izquierda o progresistas o revolucionarios colombianos fueron al cadalso magnicida de la derecha, por nombrar algunos; en 1987 Jaime Pardo Leal de la Unión Patriótica, candidato presidencial en 1986, Luís Carlos Galán también candidato del Partido Liberal cae en el destino de Gaitán en 1989; Bernardo Jaramillo Ossa de La Unión Patriótica en 1990, luego el candidato Carlos Pizarro del M19 y la Unión Patriótica.
Otro país que tiene el record parecido a Colombia son los Estados Unidos, cuyo gobierno se mantiene como su mecenas, propietario, poseedor y amo; estos parecidos, no son concomitancias históricas sino la expansión del tejido geopolítico de traiciones que articulan una visión de supeditación por desposesión de soberanía que ha imperado en la relación centro periferia de la socioeconomía del sistema-mundo de la cual la oligarquía colombiana, siguiendo a Santander, han visto florecer y cosechar lo usufructuado a su pueblo para beneficio de ellos y la élite norteamericana.
Pues bien, en Estados Unidos, bien temprano de su independencia se hizo un magnicidio contra Abraham Lincoln, la causa confederada no podía aceptar ver sus intereses en peligros, siendo entonces el primer presidente estadounidense asesinado, pero no obstante ese episodio histórico, John F. Kennedy tiene el mismo destino en 1963, pero en este país revolucionarios como Martin L King en 1968 y Malcolm X en 1965 fueron víctimas del magnicidio.
En el mundo son famosos los magnicidios, por ejemplo, del revolucionario Patrice Lumumba en el Congo, país que ha vivido genocidios por tener en su suelo materiales preciosos en demasía, que el apetito voraz del capitalismo no puede dejar para el pueblo que lo habita, igual en el campo religioso al Papa Juan Pablo II del cual salió herido y si nos remontamos en el crono antiquísimo, Tutankamon, los reyes mesopotámicos Sargón, el emperador Julio César.
En el siglo pasado, el asesinato del archiduque Fernando Francisco el 28 de junio de 1914 aceleró en el contexto interimperialista de posesionamiento mediante la guerra, lo que se conoció como la primera guerra mundial.
Recientemente con la invasión norteamericana a Irak, con la excusa o mentira archidemostrada de que tenía armas de destrucción masiva, con la consecuencia de miles de muertos, se ahorca a su líder Sadam Hussein, así como la invasión a Libia significó el asesinato celebrado de su dirigente Muammar Kadafi.
Visto el tema de la necrofilia anti política mediante el magnicidio, hay una larga estela de cómo una lógica, dispone históricamente mediante el asesinato, la muerte, el homicidio y el magnicidio; esa lógica no está extraviada de un centro de gravitación, pues, es el capitalismo con su carga concreta de expoliación de los pueblos donde tiene sus coordenadas y en Venezuela se dirime un fuerte proceso para desmontarla, generando ante esa lógica, una producción de sentidos y significados de carga emancipadora, con sus proyectos modestos tejiéndose en innovadores formas de organización popular que con colectivos, sectores territorializados, agrupados en la condición bolivariana despertada por Hugo Chávez son contralores éticos políticos, con las ineficiencias y correcciones propias de un proceso de condiciones inéditas, que tiene sus aprendizajes, sus desertores y prófugos, pero sobre todo una voluntad colectiva que manifiesta diariamente como sujeto de transformación, a no entregarse ni arriar la bandera que al calor de luchas y combates ha levantado.
De allí que hoy los sectores desesperados, llámense derecha, oposición, o la nomenclatura que exprese lacayos de la patria, al darse cuenta que en 20 años no han dado resultados para sus intereses lo que han desarrollado para dar con el traste de esta voluntad y conciencia colectiva, accedan a planificar y ejecutar el magnicidio como manifestación de la antipolítica.
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