Oh, máquinas, pájaros, frondas, estrellas,
nuestra estéril madre pide a gritos parir.
Querido amigo, cariñoso amigo,
ya sea terrible o maravilloso,
no soy yo quien grita, es la tierra que ruge.
Attila József
(1905-1937)
Un científico francés Sadi Carnot (1796-1832) analizó la naturaleza de la máquina ideal, una que no tuviera fricción ni pérdida de energía, lo cual logró obtener a través de la llamada máquina de Carnot, que de hecho resultó un imposible de alcanzar.
En el actual sistema capitalista, sus ideólogos más refinados han diseñado dicha máquina asumiendo que tales características ideales se logran a través del mecanismo del mercado, como aquella institución, suerte de Deus ex maquina, como la perfección para la asignación de recursos sin la más mínima intervención del Estado, pues bien, no debemos asombrar nuestra incredulidad e imaginación, porque el actual desgobierno que se ha instaurado en Venezuela desde abril del año 2013 ha superado cualquiera de las anteriores expectativas, inclusive las del parsimonioso e incrédulo científico francés.
Con el nombramiento de un personaje digno de una comparación con el ¨hombre mediocre¨ de José Ingenieros, como un impostor charlatán de indudable capacidad infinita de concebir, se ha logrado una máquina ideal de eficiencia destructiva, que en menos de un lustro ha sido capaz de convertirse en una suerte de Rey Midas al revés, todo lo que toca, todo lo que dice, ha logrado convertirlo en estiércol, en una suerte de infinito desperdicio humano, referido a las condiciones de vida de la mayoría de la población venezolana, alcanzando niveles increíbles en la gigainflación galopante, en una economía en recesión permanente, y un creciente nivel de desempleo a toda vela y sin viento a favor.
Esta perfeccionada máquina de generación de desperdicio humano, en tan poco tiempo lograda, no tiene nada que enviarle a la máquina de Carnot, ni necesita ser comparada con el ideal de funcionamiento del mercado como norma a seguir, se trata de un producto criollo vernáculo, que pretende continuar con sus ansias de poder hasta el infinito, sin que nunca se agote la paciencia de un pueblo, ni que oposición política y social alguna sea capaz de controlar ese mecanismo de mantenerse en el poder hasta que se le acaben las energías, las ganas, y explote por su propia indecencia la glotonería del poder que han manifestado hasta la saciedad en tan breve discurrir del tiempo.
Que viva el Carnot criollo, y larga vida a ese invento que no tiene comparación con la dedicación y la inventiva de un francés que nació en tiempos de la Revolución universal occidental, para ello no necesitamos ni la presencia de un cierto macron, ni las ocurrencias de un gringo con sus acostumbradas trumpadas, ni un macrin a lo sureño, ni menos aún a las barrabasadas de un capitán protofascista, que terminará con la paciencia y voluntad de los habitantes de ese inmenso continente sudamericano. Nada incomparable como este asqueroso e imposible milagro criollo…