Hugo Chávez dijo a José Vicente Rangel en una entrevista el 14 de diciembre de 1998, que lo ocurrido en aquellas históricas elecciones fue un "tsunami o mil tsunamis"1. Para quienes estuvimos metidos en aquel huracán humano, evocarlo es un honor porque fuimos testigos presenciales de una verdadera insurgencia popular en la esperanza que significaba aquel líder que se hizo inmenso como la llanura que el mismo personificaba y poéticamente inspiraba.
Valorar aquel momento único por el desencadenamiento de la historia republicana de Venezuela tiene sentido si le damos una dimensión actual al precisar que ese proceso, que lleva 20 años, está en desarrollo y todavía tendrá noticias que ofrecer para evaluar si la ruta transitada mantiene el mismo espíritu que Chávez le signó con el Plan Simón Bolívar y que él impulsó con todo el aliento de su alma hasta su último respiro.
Recuerdo ver las pequeñas casas del entonces MVR convertidas en centros de una marejada humana que como remolinos de gente iban y venían de alegrías y esperanzas, remolinos donde confluyeron desde la base popular de la izquierda y también la de los partidos que durante 40 años habían hecho clientela de sus motivaciones política y que se movieron con la voluntad de sus militantes hacia el nuevo liderazgo, que se asociaba a las doctrinas originarias de partidos como AD que hacían agua en el populismo electorero, la corrupción, en fin, el desmadre del Puntofijismo.
La poca credibilidad de la dirigencia "tradicional" de la izquierda, quedó desvestida y la derecha herida de fallecimiento lento como hasta ahora se ha mostrado. Nació la posibilidad de transformación del estado, pero había urgencia por salvar a la patria de la debacle social, de la inestabilidad política, era necesaria una gestión firme, solida y garante de los derechos civiles que sería posible con un Comandante al frente de ese estado plagado de corrupción.
Todo lo que empezó a aplicar Chávez estaba contemplado en los marcos institucionales y políticos de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas igual que en su programa de gobierno, pero la nueva Constitución abrió alamedas al nuevo estado por construir, así lo demostraron el alcance de las metas del milenio en reducción de pobreza extrema en Venezuela para 2012.
Nada más que aplicar lo contemplado en las líneas políticas de los organismos internacionales, era una afrenta para las "tradicionales" élites de poder nacional que habían defenestrado al país en componendas con las empresas transnacionales apropiadas de facto de las empresas básicas aunque escondidos en figuras paralegales u ocultas en burócratas que controlaban los procesos administrativos y operativos hasta que vino el Comandante.
Las dificultades para Chávez comenzaron antes de su triunfo en diciembre de 1998, desde julio de ese año, un grupo de generales encabezados por el Comandante del Ejército el General Rubén Matías Rojas Pérez fraguaron un golpe para desconocer su triunfo en diciembre de ese año, intento que neutralizado por varios factores, entre otros porque el candidato del Polo Patriótico tenía el apoyo moral y efectivo de los comandantes de tropas que admiraban la ética y el proceder de este soldado que se alzó contra la corrupción y tuvo la valentía de asumir la responsabilidad del alzamiento de 1992.
Desde entonces hubo deslindes significativos, desde los "totems" políticos, militares o religiosos de la derecha hasta los "gallos tapaos" de la izquierda que fueron a hacer coro con las vocerías matriciales que auguran la finalización del proceso que hace 20 años se inició con la elección de Chávez como presidente en diciembre de 1998.
El Comandante Chávez tuvo la facultad del estratega de largo aliento así lo demostró en el diseño de la política internacional de Venezuela durante su mandato como lo cita el embajador cubano Guillermo Sánchez Otero: "…desde esta Venezuela en resurrección ahora más que nunca (…) seguiremos levantando las banderas de la integración de la América Latina y el Caribe".
La Revolución Bolivariana, es ahora "mayor de edad" y a pesar de todos los embates le quedan reservas para continuar el legado de Chávez, pero no está exenta de amenazas y riesgos, especialmente internos que son más peligrosos que los externos.
Una tarea necesaria es la recuperación de la esperanza con hechos concretos ante la ilusión difusa de la "tragedia y la catástrofe" que venden los interesados en detener este proceso y que apenas comenzó a dar resultados concretos en diversas experiencias de ensayo y error como el sistema CLAP.
La corrupción debe recibir golpes significativos que permitan la recuperación de la confianza de un pueblo al que le llega des-información diaria y consecutiva a través de los medios privados y las redes sociales sobre funcionarios que ocuparon altos cargos en el gobierno de Chávez y hoy son utilizados como piezas de las estratagemas para alentar la incertidumbre y la desesperanza todo ello articulado sistemáticamente por el gobierno de Estados Unidos y el tinglado mediático internacional.
La "metástasis" de la especulación diaria debe ser neutralizada con medidas contundentes combinadas, con la inteligencia del pueblo desplegado en poder, como el boicot al especulador, el control social, la denuncia y la acción sancionatoria por parte de la autoridades, antes que la paciencia popular se termine y toman para sí la fuerza, una situación predecible que los mismos comerciantes especuladores deben asumir como percepción de riesgo. Hacer memoria de Chávez, a 20 años de la victoriosa jornada popular de 1998 y haber vivido estos años de construcción y resistencia ha sido un honor para un pueblo que merece nuestro reconocimiento revolucionario en un tsunami que todavía no ha terminado y que sus enemigos insisten en destruirlo, se levantaría como lo ha hecho cada vez que nos intentan castigar sin poder lograr el sometimiento a una rebeldía que dará respuesta en su momento.