Los eventos de clara naturaleza política que deben realizarse en enero de 2019, referidos a la instalación y elección de la junta directiva de la Asamblea Nacional, 4 de enero, y la juramentación como Presidente de Nicolás Maduro, 10 de enero, han generado una expectativa en el mundo de los políticos que no se corresponde con las preocupaciones y angustias que dominan la vida de la inmensa mayoría de los venezolanos.
Esos eventos, sin quitarle ninguna carga por la crisis política que sobrellevamos, deberían transcurrir normalmente, nada debería pasar, lo único extraordinario a suceder, y con sentido de nación, es que confluyeran a la búsqueda de un dialogo nacional responsable entre los actores políticos, económicos y sociales para darle salida civilizada, pacífica y democrática a nuestra actual controversia política. Es fácil recurrir a la retórica incendiaria para plantearse opciones alejadas de los preceptos constitucionales. Dirimir las diferencias convocando a la violencia entre nacionales es de una gran irresponsabilidad; los golpes de estados, guerras civiles e insurrecciones populares, dejan una estela de muertes, crímenes, heridos, destrucción de infraestructura y lo más grave, el sentimiento de odio y venganza instalado por largo tiempo en las sociedades. De igual manera es contrario a la paz, la seguridad y soberanía de la nación apostar por la injerencia de ejércitos extranjeros en nuestro suelo patrio. Como hombre de izquierda y amante de mi país lo rechazo sin ambigüedades.
Los millones de venezolanos reclaman que su liderazgo político de luces en el campo de la economía, devastada por una recesión profunda y prolongada, por un sorprendente deterioro operacional y financiero de nuestra industria petrolera, por una salida no ordenada del sistema de deuda externa, por el bloqueo económico-financiero externo y la destrucción del sistema de precios que nos arrojó a la hiperinflación. A esta altura, ninguna salida política puede evadir la crisis económica social que vivimos los venezolanos, es la prioridad principal que está en el alma de la nación. Es el reclamo de los más pobres y humildes.
Las dificultades de la estructura económica rentística es lógico que repercutan en lo político-social pero la crisis en sus dos dimensiones debe resolverse en paz, civilizada y democráticamente. Es la única opción.