Yaaavieneeeel veinnnte de eneeeerooooo, la fiesta en Sincelejo (Colombia) es famosa por el sabroso porro, del cual la versión de Billo’s cantando Cheo García es la mejor, palabras que le escuche por TV al autor de la pieza musical Rubén Salcedo.
Nos pone a bailar, sin duda, pero sin recordar y para muchos sin saber que las corralejas, una versión colombiana de las corridas de toros, fueron suspendidas por casi 20 años en Sincelejo luego de que los palcos engalanados de la plaza de toros se vinieran abajo muriendo trágicamente cerca de 400 personas.
El 20 de enero es el día de San Sebastián, y en San Cristóbal (Edo. Táchira) se inicia la feria internacional, algo que me pone nostálgico, pues fueron gozadas y padecidas, anécdotas hay de sobra.
El 23 de enero trae otros recuerdos, no vividos por mí en el año 58, y para nada trascendentes en los 40 y pico años después a esa fecha, sino en recuerdos a partir del año 2001, pues desde el 23 de enero del 2001 para acá han convertido la fecha en un día para estimular la subversión, en lugar de un día para convivir en democracia.
Cada vez que se aproxima el 23, además del porro y las ferias de San Sebastián, reviso las causas y consecuencias de lo ocurrido en la emblemática fecha, que le ha dado nombre, por gracia adeca, a numerosas barriadas populares. De cada revisión anual me queda un sin sabor, pues a medida que nos alejamos del recuerdo de Pérez Jiménez, como persona, nos sorprendemos más de la forma como el gobierno de los Estados Unidos de América accionó para sacar del poder a un General que hasta 1956 fue su herramienta para combatir el comunismo en Latinoamérica.
Desde el inicio del año 2019, las redes sociales están inundadas de mensajes para insuflar una mezcla explosiva de valor y rencor.
Vemos como han sacado de la galera un nuevo personaje, al cual le han dado el rango de líder, cosa que no se adjudica sino que se gana por mérito propio, pero bueno, de esta gente no se puede esperar nada teóricamente consistente. Un personaje que por opositor al chavismo y diputado electo es una víctima más de una montonera sifrina y estúpida, que lo acorrala y conmina a autoproclamarse Presidente de Venezuela para cumplir el mandato de los gringos de crear un buen pretexto para desconocer la voluntad popular de quienes el 20 de mayo optaron por la democracia, causándole el mayor de los traspiés a quienes, a los muchachos malcriados que desde el año 2001 se han negado a razonar.
Cuando la coalición opositora al chavismo ganó abrumadoramente las elecciones a la Asamblea Nacional en 2015 no pudieron manejar la soberbia que manaba de sus entrañas, y se negaron a conciliar una salida sencilla y elemental para resolver una controversia que causó la impugnación de la elección de tres diputados del estado Amazonas. Algo que pudo haberse resuelto con una nueva elección local y en cuestión de días, pero no, se cocinaron en su propio veneno y trataron de arrasar, creyéndose todo poderosos, terminando en un limbo causado por atreverse a desacatar las leyes, siendo ellos los legisladores.
Luego vino el desorden, el caos. Calles trancadas, gente quemada. Se les convocó a Asamblea Constituyente y respondieron con un llamado a plebiscito, que luego no encontraban como manejar el término elegido para la consulta y terminaron haciendo el ridículo, llevándose por delante el prestigio académico de venezolanos científicos y rectores universitarios, inocentes e ignorantes de la política.
Se negaron a postular candidatos a la Asamblea Nacional Constituyente y hasta cometieron el delito de impedir el acto electoral. Por resultado solo obtuvieron la elección e instalación legal de una Asamblea Nacional Constituyente chavista, que ha cometido el infantil error de permitirles seguir existiendo como poder público legislativo, con la única condición de que enmienden la falta de haber juramentado dos ciudadanos cuya elección como diputados quedó en entredicho. Dos diputados de 167 posibles, de los cuales ellos ganaron 97 de manera directa.
La elección de la Asamblea Nacional Constituyente los desmovilizó, y de la noche a la mañana cesaron las manifestaciones de calle, tal vez porque se dieron cuenta que la bulla era solo producida por ellos.
Luego se convocaron elecciones a alcaldes, a gobernadores y a Presidente de la Republica, se negaron a participar, y no solo eso, a quienes se atrevieron a participar como abiertamente opositores al chavismo se les saboteó su causa, actuando como lastre.
Ya viene el 23 de enero de 2019, no le temo, pero que no deja de preocuparme, pues con los antecedentes ya descritos de esta fracción de venezolanos, jóvenes y no tan jóvenes, que solo han demostrado inmadurez y estupidez, solo se puede esperar la locura irresponsable.
Pase lo que pase, Venezuela seguirá siendo un país de más de un millón de kilómetros cuadrados y habitado por decenas de millones de personas, así que lo que podría cambiar, en el caso negado de que las ambiciones de los insensatos se concreten, es el luto por la muerte de familiares y amigos y la pérdida del derecho de los venezolanos del futuro a decidir que carrizo hacer con las inmensas riquezas que alberga este territorio. Una condición indigna de nuestra venezolanidad, adquirida luego de 20 años de guerra a muerte y 180 años de vida republicana,
El 23 de enero de 2019 no puede convertirse en una fecha que en los años futuros se recuerde como el inicio de una guerra civil, y mucho menos en una fecha que rememore la invasión de tropas extranjeras.