El proceso político que trascurre en Venezuela con posterioridad a la muerte de Hugo Chávez nos está permitiendo presenciar la traición al pueblo y a sus viejos ideales de transformación por parte de los que fueran comandantes y líderes de organizaciones involucradas en la lucha armada que se desarrolló en Venezuela en las décadas de 1960 y 1970.
Es el caso de Julio Escalona, quien fuera comandante del Frente Guerrillero Antonio José de Sucre durante el último lustro de los 60 y posteriormente principal dirigente de la Organización de Revolucionarios (OR), quien en su momento representó las posiciones más radicales del pueblo explotado que en Venezuela se resistía a la dominación capitalista dependiente que encabezaban los partidos AD y COPEI asociados a sus amos del imperio estadounidense.
De haber sido críticos de la "nacionalización chucuta" del petróleo ejecutada en el primer gobierno del adeco Carlos Andrés Pérez, y opositores acérrimos a la participación imperialista en la explotación de nuestros recursos naturales fundamentales (Libro: "Historia de un proyecto revolucionario" publicado por la Liga Socialista en 1996), el señor Escalona ha terminado avalando la vergonzosa entrega a trasnacionales extranjeras de contratos antinacionales para la explotación del petróleo, oro, diamantes, coltán y otros recursos primarios que ha implementado el gobierno de Nicolás Maduro, contratos que favorecen de manera grosera a las empresas foráneas tanto gringas y canadienses como chinas, rusas y turcas, que nos han retrocedido al siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, cuando el capital extranjero entró a explotar nuestros recursos petroleros y mineros en condiciones de virtual saqueo, amparados en las amplias facilidades que en su momento les otorgó el gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez.
Siendo comandante de una organización clandestina y armada, que sufrió la inclemente represión de los gobiernos adeco-copeyanos, represión que en su momento asesinó a cuadros dirigentes de la OR como Jorge Rodríguez, José Encarnación Aquino Carpio y Carlos García Silva, el apoyo de Julio Escalona al gobierno de Maduro lo ha conducido a guardar silencio público ante expresiones brutales de represión política como ha sido el asesinato del concejal de oposición Fernando Albán, que fue lanzado por una ventana del edificio del Sebin donde estaba detenido, y el virtual asesinato del ex ministro de petróleo y ex presidente de PDVSA Nelson Martínez, a quien dejaron morir en la cárcel al negarle toda atención médica durante un año (y no haber sido acusado de nada en los tribunales, salvo la verborrea mediática del fiscal).
Estos dos aspectos, avalar la entrega del país a las multinacionales para la explotación del Arco Minero y la "recuperación" de la industria petrolera, y avalar la represión política a niveles que en nada se diferencian no sólo de los gobiernos adeco-copeyanos, sino que se equipara al salvajismo del dictador Juan Vicente Gómez, configuran una abierta traición al programa popular y revolucionario que una vez enarboló Julio Escalona.
En igual circunstancia se encuentra Carlos Lanz Rodríguez, otro antiguo dirigente de la lucha armada, quien participó en las estructuras militares del PRV-FALN y posteriormente constituyó el Grupo de Comandos Revolucionarios, para finalmente promover lo que se conoció en los 80-90 como Desobediencia Popular-Proyecto Nuestra América. Para Lanz no sólo se aplican las mismas razones antes expresadas, sino que ha terminado avalando expresiones políticas como la hegemonía del PSUV y del "comando político-militar de la revolución", que fueron duramente criticadas en las décadas de 1980 y 90 al momento de distanciarse de los errores cometidos en la Unión Soviética y determinar las razones del fracaso rotundo de esa experiencia "socialista".
Valga recordar aquí aspectos de la crítica al concepto de "partido dirigente" que los rusos deformaron hasta el extremo y terminaron creando una nueva clase social dominante que a través del partido controlaba el estado y la sociedad toda:
"Cuando examinamos la preeminencia de los ‘jefes’, especialistas y caudillos, o cuando condenamos los crímenes de la burocracia, la pedagogía paternalista, la manipulación informativa, hay que romper con la tradición acomodaticia que culpa de ello a Stalin u otros personajes, y no ubica que se trata del CONJUNTO DE RELACIONES SOCIALES, siendo importante entre ellas las diversas derivaciones de la división social del trabajo como relación SUPRAPERSONAL, la cual consagra la separación entre las tareas manuales e intelectuales, divide las tareas de dirección de las de ejecución, las cuales se expresan en la ESTRUCTURA ORGANIZATIVA, EN LAS FUNCIONES Y EN LOS CARGOS. La parcelación de la tarea, la jerarquía y el monopolio del saber, el control de las decisiones, la manipulación informativa, no se pueden combatir sólo con prédicas ‘morales’ o personificadas, sino que se requiere ubicar las prácticas sociales, las estructuras que le sirven de soporte y los sujetos sociales que las realizan. Esto no excusa las responsabilidades individuales…" (extraído del documento "Presupuestos teóricos y metodológicos de la organización alternativa", publicado por Carlos Lanz en 1992 con motivo del IV Seminario sobre el Proyecto 92, en el capítulo subtitulado: "Algunas precisiones teóricas e históricas en torno a los errores de las experiencias socialistas y sus implicaciones organizativas").
Cuesta creer que quien escribió lo anterior hace 27 años, como fundamento político de la organización que se construía a nivel nacional (Desobediencia Popular, posteriormente Proyecto Nuestra América, y Movimiento 13 de Abril), esté actualmente apoyando y amparando una forma de poder que reproduce tal cual todos los vicios mil veces criticados al Partido Comunista de la URSS y a la estructura toda del estado soviético. Porque si quitamos la referencia a Stalin, el párrafo citado pareciera que se refiere al mamotreto que se denomina PSUV y al estado actual de las instituciones de la deformada y traicionada revolución bolivariana.
Un PSUV cuyos dirigentes son los mismos desde hace 20 años (y pretenden seguir mandando hasta que se mueran), en donde no existe ninguna forma de democracia interna ni de debate democrático, estructurado bajo principios abiertamente militares de subordinación absoluta y enajenación de los militantes (disfrazado de supuesta "lealtad"), una estructura de poder que se dirige cual si fuera un cuartel, donde se descalifica, se aísla, se despide de sus cargos y se les persigue a los militantes que intentan hacer valer espacios de crítica interna y debate democrático, un cogollo "cívico-militar" que se ha ido reduciendo cada vez más mediante purgas que nada le envidian a las aplicadas por Stalin en su época (como la detención de Rodríguez Torres, el cual está lanzado en un calabozo en condiciones similares a las de Nelson Martínez, sin atención médica y sin que se conozca procedimiento judicial alguno), un poder burocrático y corrupto que en definitiva reproduce todos los vicios que condujeron al colapso a la Unión Soviética y lanzaron al basurero de la historia el esfuerzo que millones de seres humanos hicieron por varias décadas tratando de construir una sociedad alternativa y superadora del capitalismo, pero que terminó en su contrario, favoreciendo la explotación de los asalariados por una burocracia neoburguesa amparada en un estado totalitario.
Lanz fue uno de los impulsores del método INVEDECOR: nuevo modo de producción de conocimiento (combate a la jerarquía y el monopolio del saber, construyendo un nuevo paradigma con la investigación-acción revolucionaria); propuesta de educación popular (búsqueda de una pedagogía alternativa sobre la base de aprender investigando, aprender haciendo); racionalidad comunicativa (búsqueda de una comunicación alternativa, transparencia en el debate, libertad de crítica, consenso sobre la base del mejor argumento); nuevas formas de intervención y de organización (rompiendo la distancia entre dirigente y dirigido, cualificando la soberanía política, controlando la delegación de poder mediante la democracia de la calle: elección directa, rendición de cuentas, revocatoria del mandato, rotación en los cargos).
Sobre esos principios se formaron numerosos militantes del movimiento popular venezolano en las dos décadas que precedieron al proceso iniciado con Chávez en 1999. Se trataba de formar un hombre "crítico, humanista, democrático, participativo", que tuviera valores y destrezas para ser investigador, educador, comunicador y organizador (que son las siglas de Invedecor). Pues nada de eso se cumple en la superburocrática estructura del PSUV y del estado neoburgués que dirigen Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Padrino López.
La traición a sus programas políticos, a sus ideales más caros, por los cuales ofrendaron sus vidas grandes revolucionarios como Jorge Rodríguez y Sergio Rodríguez Yancen, se puede constatar hoy en la práctica política de Julio Escalona, Carlos Lanz, Fernando Soto Rojas y unos cuantos más que por décadas encabezaron la insurgencia armada contra el puntofijismo y hoy son dóciles "intelectuales" o funcionarios del régimen de Maduro.
Dos generaciones de mujeres y hombres surgidos de las entrañas del pueblo lucharon durante varias décadas contra la traición proimperial del Pacto de Punto Fijo. El recuerdo de quienes ofrendaron sus vidas en esa lucha, y de quienes se las jugaron todas para alcanzar una sociedad libre de subordinación imperial y explotación del capital, no puede ser empañado por estos traidores que hoy han arriado las banderas de la revolución y se han postrado ante el poder omnímodo de unos vulgares aventureros que hipotecan al país mientras hacen inmensas fortunas engañando y embaucando las esperanzas de cambio de los venezolanos. Retomar esos ideales y programas de transformación, ajustándolos a las nuevas realidades del siglo XXI, debe ser el norte de todos aquellos que aspiramos a una verdadera transformación social en Venezuela.
Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 19 de enero de 2019.