Ponencia ante el Foro Social de Sao Paulo
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Al nacer sólo tenemos instintos; mediante el aprendizaje o la
invención pasamos a compartir el repertorio de creaciones que llamamos
cultura: el código que organiza nuestra conciencia y conforma
estructuras y acciones del organismo social. Es un código en perpetua
formación y desintegración: su primera tarea es determinar qué
pertenece al organismo y qué es extraño a él. Como el código genético,
evoluciona mediante mutaciones internas e intercambiando códigos
fecundantes con otras culturas. Si estas operaciones lo habilitan
para definir su ser y funcionar dentro de su entorno, perdura. Si
destruyen su esencia y la inhabilitan, sucumbe. América Latina y el
Caribe es un concepto cultural. La cultura es la clave para destruirla
o liberarla.
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Para liberar América Latina y el Caribe es preciso reelaborar con
sentido nuestroamericano los legados de la tradición popular y de la
religión. La tradición expresa los poderes creadores del pueblo, pero
a veces nos llega tendenciosamente influida por valores y prejuicios
de clases y culturas opresoras: librémosla de tales remanentes. La
Iglesia católica se aproxima al socialcristianismo europeo, las
confesiones protestantes a sus casas matrices estadounidenses. Nuestro
cristianismo tuvo curas obreros, mártires combatientes como Camilo
Torres, víctimas indefensas como monseñor Romero, o poetas cuya
mística reside en la sencillez, como Cardenal. Lo original de la
cristiandad americana es la Teología de la Liberación, unión de la
comunidad antes que herramienta ideológica de dominación de
oligarquías. Si religión ha de haber, que no sea instrumento de Roma
ni de Washington.
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Para liberar América Latina y el Caribe, renovar el vehículo de
transmisión de la cultura que es la educación. A fin de que sirva
como herramienta para la liberación se debe reformar su alcance, su
desigual accesibilidad, la cuantía de su inversión, los aparatos
culturales que la transmiten, sus contenidos, su relación con las
necesidades reales de la sociedad y sus métodos. La educación privada
sirve a los intereses y puntos de vista de las clases privilegiadas.
Tales transformaciones sólo pueden ser logradas por el Estado Docente.
El promedio de años de escolaridad y porcentaje de educandos que
culminan sus carreras en nuestra región está por debajo del promedio
del planeta y del Este asiático. Para el año 2000, en el mundo el
promedio de años de escolaridad era de 6,7; en África Subsahariana, de
4,5; en América Latina y el Caribe, de 5,7; en el Este Asiático, de
6,5; en los países desarrollados, de 8,8. Para 1995, en el mundo
entero culmina la educación secundaria un 35% de los habitantes; en
el Este Asiático lo logra más del 43%; en América Latina, poco más de
un 20%. Para el mismo año, en el mundo entero termina la educación
superior más de un 19% de la población; en el Este Asiático más de un
17%; en América Latina poco más de un 12% (Pineda, José G.: “Educación
y crecimiento económico: un enfoque multidimensional”. Revista BCV vol
XIX N°2, Caracas, julio-diciembre 2005, 124.-128).
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Para liberar América Latina es preciso reestructurar programas de
enseñanza y de investigación científica orientándolos hacia problemas
y necesidades de la región. Con frecuencia el pensum está cargado de
contenidos ajenos a ella; lo mismo suele suceder con los programas de
las investigaciones científicas, que a veces simplemente replican o
corroboran lo ya logrado en el exterior. Por el contrario, hemos de
promover nuestra capacidad creativa, para sacudirnos el yugo foráneo
de patentes y propiedad intelectual.
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Para liberarnos, multiplicar instituciones dedicadas al estudio de
América Latina y el Caribe y de nuestras particularidades. Estados
Unidos alberga cerca de medio millar de institutos y centenares de
tanques de pensamiento que nos escrutan: en nuestra región no pasan de
la docena los entes de relieve dedicados a tal fin. Mientras no
reflexionemos sistemáticamente sobre nosotros mismos, otros lo harán,
en nuestro perjuicio.
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Para que la cultura cumpla su función liberadora es preciso
reorientar el aparato comunicacional hacia finalidades de educación y
servicio público. Los medios privados tienden a reciclar contenidos
meramente mercantiles y ajenos. La formación del ciudadano promedio
depende cada vez más de emisores que incesantemente le suministran
contenidos alienantes. Cuanto menor es el nivel socioeconómico del
público, más tiempo pasa ante el receptor de televisión. Para
corregir tales situaciones urge aumentar el número de medios de
servicio público, alternativos y comunitarios; regular legalmente el
funcionamiento de los emisores, educar a los usuarios y alentar y
promover en estos la participación crítica en los medios.
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Para liberarnos mediante la cultura es preciso destinar apropiaciones
significativas de los presupuestos para educación, docencia, creación
cultural, investigación y difusión. Todo esfuerzo en el área requiere
de la elevación del porcentaje del PIB que se dedica a Educación. En
Venezuela este índice, que era de 3% en 1999, fue progresivamente
elevado hasta situarse en 7,5% en 2003 y superar el 8% del PIB en
2005. Gracias a ello uno de cada tres venezolanos estudia; uno de
cada nueve cursa tercer nivel y ocupamos un quinto nivel mundial en
matrícula universitaria.
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Para liberarnos precisamos rescatar la herencia cultural y a partir
de ella inventar soluciones originales. No podemos utilizar lo que no
conocemos, ni aplicar lo conocido sin analizarlo y valorarlo. Ambas
operaciones son indispensables para un rescate de la herencia
cultural, que nos permita forjar una adecuada visión de nosotros
mismos desde una perspectiva propia, juzgar nuestros desaciertos y
virtudes, corregir los unos y exaltar las otras. La cultura es la
conciencia de una sociedad. Revolución es cultura en acción
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