La estrategia equivocada de la izquierda

«Una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre pero incluso una campaña brillante puede fracasar si la estrategia está equivocada.»

Joseph Napolitan

La estrategia es el factor clave de la política, es el factor que distingue los proyectos políticos exitosos de los que no lo son. De hecho, es el factor determinante en la mayoría de acciones en las que interviene el hombre.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de estrategia? ¿A qué nos referimos? ¿Qué es la estrategia? Hoy en día el discurso político, periodístico y empresarial está lleno de apelaciones constantes a la estrategia. Cualquier proyecto, decisión, acuerdo, plan o intervención que no sea rutinario, va acompañado del adjetivo estratégico. El concepto estrategia o estratégico se utiliza más como un adjetivo calificativo que como un concepto propiamente dicho. Se ha convertido en sinónimo de importante.

Siempre que se apela a algo estratégico se hace referencia a algo importante. Y, en parte, es cierto. Al definir como estratégica una actuación o una acción, es evidente que pasa a ser importante porque, como hemos dicho antes, la estrategia es lo más importante de una actuación. Pero nos equivocamos si sólo entendiéramos la estrategia como la acción, el plan o el proyecto importante. La estrategia es mucho más.

La conducta estratégica es algo inherente a la condición humana. Si bien se ha ido perfeccionando y teorizando a lo largo de la historia, la estrategia surge desde el primer momento en que aparece el hombre. Desde el principio de la humanidad, el hombre se ha visto en la situación de tener que resolver conflictos entre distintas alternativas posibles y con distintos competidores en juego. Todas las mejoras técnicas que ha ido implementando el hombre desde el inicio de la humanidad tienen una orientación estratégica: la supervivencia.

No siempre es posible construir el instrumento político unitario de la revolución desde el principio. Lo habitual es que […]

1. Uno de los problemas más importantes de las organizaciones revolucionarias es el de su relación con otras fuerzas con la que, compartiendo el objetivo final, discrepan en aspectos ideológicos, tácticos e incluso estratégicos.

2. No siempre es posible construir el instrumento político unitario de la revolución desde el principio. Lo habitual es que una organización revolucionaria deba actuar en un espacio en el que ya coexisten otras fuerzas de izquierda en las que los militantes de la organización no se sienten representados.

3. Y en ese caso una de las tareas esenciales de una organización revolucionaria debe ser iniciar el camino para lograr la unidad de las fuerzas revolucionarias.

La perplejidad que deja la crisis multidimensional de los partidos políticos en Venezuela deja un mensaje claro: la profundización de estos claros procesos de sedimentación política amenazan profundamente al tejido social y la estabilidad del país. Es un componente altamente peligroso para la vida nacional, justo en el peor momento de la vida nacional.

A la institucionalidad venezolana nunca antes se le amenazó de la manera en que ha ocurrido durante estos años. Nunca hubo tantos factores alineados para desmantelar al gobierno venezolano y para avasallar al estado-nación como hoy. Como los describe es su artículo Franco Vielma en Las elecciones parlamentarias y la compleja crisis de los partidos políticos en Venezuela.

La agenda estadounidense y sus factores aliados dentro y fuera de Venezuela nunca tuvieron una presentación tan agresiva y tan dolorosa contra la población como hoy. Es, entonces, precisamente ahora, cuando varios partidos políticos en la derecha y en la izquierda flaquean; en las horas de más urgencia, flaquean.

Los opositores flaquean en la política porque para ellos la orden es mantenerse fuera de la política. Los de la izquierda flaquean en la unidad porque la crisis toda es un río revuelto. Flaquean todos los que flaquean en el estertor del drama histórico de una república repleta de partidos que, por diversas razones e intereses, no se alinean (aun desde su enfoque programático) con las aspiraciones nacionales. ¿Nos permitiremos repetir esa tragedia?

¿Cuál es la consigna? ¿Que al país se lo coma el bloqueo perpetuo? ¿Que las instituciones caigan por desestabilización y por intervención extranjera? ¿Que solo importan los intereses de los partidos y al carajo la República?

Esta encrucijada es, también, un punto sin retorno, un punto inexorable en el que las elecciones parlamentarias pasan de ser unas simples elecciones a convertirse en la resolución del "nudo gordiano" de la crisis actual.

El nefasto ciclo político que dejó el resultado electoral de 2015, sabemos, ha sido el desencadenante de la peor tragedia política y económica lidiada por nuestro país. ¿Tendrán los partidos políticos su lógica puesta en el bien común? ¿En el resguardo de la República? ¿En la felicidad de nuestra gente?

La solución política a la crisis de la representatividad supone también acudir a elecciones, hacer un punto de honor de las instituciones venezolanas ante el mundo y promover con ello la ruptura de los bloqueos contra Venezuela, condición inapelable para la recuperación de la estabilidad económica y social del país.

Sin el chavismo en el poder no hay República, entendamoslo. Proteger este país, hecho hoy una trinchera, ha sido doloroso y complejo, precisamente porque no ha habido entrega al enemigo real. Pero así son estos caminos y así tenemos que caminarlos.

Algunos partidos de la izquierda tradicional venezolana pretenden reeditar, como si fuera una genial ocurrencia, los repetidos errores históricos de la izquierda latinoamericana.

Al existir una fuerza unitaria electoralmente sólida, pretenden deslindarse en favor de cuotas electorales y agendas partidistas y particulares, pero con un posible y triste desenlace de la derrota.

Mucho se sabe de números electorales en Venezuela; es sabido que solo los partidos de la oposición son capaces de disputarle cargos al chavismo. Esas son las reglas de la polarización.
Permitámonos ser crudos, pues esa matemática elemental pone en entredicho los intereses de quien se lance a candidato fuera de la fórmula polarizada. O es iluso creyendo que va a ganar, o pretende dividir los votos.
Las nuevas disposiciones del nuevo CNE vienen con el aumento de los cargos a 277 escaños en la AN, mediante la adjudicación de más cargos vía voto lista. Esta enorme reforma fue diseñada para favorecer las oportunidades de los pequeños partidos. Es esa una nueva condición creada para los partidos que integran la Mesa de Diálogo Nacional, e incluso para los propios partidos del G4, para que vayan a las elecciones, en un contexto en el que probablemente acudan sin fórmula unitaria por sus divisiones internas.

Admitamos que esa nueva modalidad fue la que estimuló que el Partido Comunista de Venezuela (PCV) irrumpiera ahora en su propuesta de tienda aparte. Es decir, van por sus fueros por cuotas, a expensas de su insatisfacción porque puedan conseguirlas mediante negociaciones con el principal partido del país, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Estas fuerzas políticas sostienen una agenda preelectoral , sobre denuncias que son legítimas, que son en muchos ítems plenamente congruentes con el ideario de la izquierda venezolana y sus denuncias históricas que han tomado cuerpo en la era chavista.


Sin embargo, hay que subrayar una bifurcación histórica indispensable: la izquierda venezolana, o mejor dicho, las fuerzas partidistas tradicionales de la izquierda venezolana nunca fueron mayoría política nacional.


El chavismo se consolidó como bloque políticamente heterogéneo y, en consecuencia, fue el que se constituyó como imaginario y fuerza política mayoritaria, creando nuevas gravitaciones en las que estos partidos se sumaron.

Al gobierno venezolano se le intenta flanquear desde todos los ángulos; ahora han irrumpido partidos dentro del chavismo para proponer una "Alternativa Popular Revolucionaria", para hacer tienda aparte con miras a las elecciones. Hay demasiada tela que cortar.

¿Cuál es la consigna? ¿Que al país se lo coma el bloqueo perpetuo? ¿Que las instituciones caigan por desestabilización y por intervención extranjera? ¿Que solo importan los intereses de los partidos y al carajo la República?

Esta encrucijada es, también, un punto sin retorno, un punto inexorable en el que las elecciones parlamentarias pasan de ser unas simples elecciones a convertirse en la resolución del "nudo gordiano" de la crisis actual.

La solución política a la crisis de la representatividad supone también acudir a elecciones, hacer un punto de honor de las instituciones venezolanas ante el mundo y promover con ello la ruptura de los bloqueos contra Venezuela, condición inapelable para la recuperación de la estabilidad económica y social del país.

Sin el chavismo en el poder no hay República, entendamoslo. Proteger este país, hecho hoy una trinchera, ha sido doloroso y complejo, precisamente porque no ha habido entrega al enemigo real. Pero así son estos caminos y así tenemos que caminarlos. Nuestro desafío es, entonces, elaborar una estrategia revolucionaria en condiciones de una democracia burguesa que goza de un nivel suficiente de lealtad de masas como para poder mantenerse sin tener que recurrir a la represión; es más, extensos sectores populares aceptan de buen agrado la conducción capitalista del proceso.Esto sólo es posible si desarrollan procesos de construcción popular alternativos al capitalismo, que busquen romper con la lógica del lucro y las relaciones que ella impone, tratando de instalar lógicas solidarias, humanistas, en territorios y espacios que se mantengan en manos de la izquierda; impulsando luchas que no se reduzcan a la simple demanda economicista aunque necesariamente la tienen que incorporar sino que avancen en el desarrollo de un proyecto social alternativo; gestando auténticos grados de poder y de democracia populares, que sean tangiblemente superiores a la democracia burguesa. Es necesario luchar por un nuevo tipo de democracia, desde abajo y para los de abajo.

Sólo una estrategia de este tipo genera una lucha permanente y creciente, que permita superar la complicada dinámica Victoria Revolucionaria del Pueblo Venezolano.



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Antonio J. Rodríguez L.


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