Los partidos modernos nacieron a partir de 1935 con el PCV a la cabeza, luego vendrían AD, el Copei, URD. Esos partidos nacían con su constitución institucionalizada, con recursos económicos, organizaciones establecidas desde una cúpula con ideales definidos con los que lograban atraer a miles de partidarios. Esos partidos ya en el gobierno –AD y COPEI -fueron mutando a favor de los intereses capitalistas de las transnacionales y el capital financiero internacional.
Más adelante nacieron otros partidos algunos derivados de los partidos tradicionales, como el MIR, MEP, MAS, OPINA, MAN, FDP, FND.
Fueron partidos que se hicieron a la palestra pública de otro modo, sin recursos, solo se fundamentaban en sus nobles ideales. Nacen desde abajo, sin dinero, sin recursos para comprar voluntades.
En el caso de los partidos de la izquierda, sus militantes fueron tocando conciencias, tocando puertas, deshelando voluntades, ofreciendo tomar el cielo por asalto, caminando tras la utopía, consiguiendo votos que en condiciones desiguales nunca pudieron hacerse del poder por la vía electoral.
Luego ya casi en las postrimerías del siglo XX, surge un líder como un huracán que brota de las profundidades del pueblo.
Nace así el MVR, nombre que retomo el epónimo andado de las derrotas de la primera, segunda República, tercera y cuarta república.
Nacía así un partido más como movimiento sin recursos, sólo contaba con la voluntad de un pueblo que gritaba cambios y transformación. Ese movimiento por circunstancias políticas y buscando definiciones que le permitieran estabilizar su cuerpo de ideas, proyectos, alejarse de las viejas mañas, buscaba generar su teoría y praxis para consolidar la revolución bolivariana, logró mutar a lo que hoy se llama PSUV.
La debacle social, política, económica, la anomia social era de tal magnitud que ese movimiento MVR logra que no pudieron hacer los partidos revolucionarios de la izquierda; en poco tiempo se hace con la victoria electoral derrotando a los partidos tradicionales con toda su estructura, sus subalternidades y montaje estructural, partidos estos representantes tanto de la burguesía como del pueblo, de los banqueros y el pobre proletario.
Le tocó a este partido gobernar, lo cual era un tarea magnánima entre tantas dificultades; de forma apresurada tuvo que construir sus estructuras en corto tiempo, buscar entre sus militantes y seleccionar representantes que la mayor de las veces no tenían la mínima experiencia, falta de formación política e ideológica lo cual lo hacía frágil y lleno de incoherencias, mientras otros carecían de la catadura moral deseada.
Un partido no es un destino, es solo un instrumento que se construye para acompañar el timón de la historia a favor de los desposeídos, por tanto un partido debe siempre afinarse para cumplir sus objetivos.
Uno de los principales problemas de los partidos en el ejercicio de gobierno es que son penetrados en sus propias estructuras burocráticas heredadas a la vez de la estructura de gobernar además de las consortes del amiguismo y compadrazgo.
No es posible negar, que los militantes y dirigentes de un partido son permeables a las tentaciones que se derivan del acto de ser gobierno y poder.
Estamos en un proceso histórico vivido por millones de personas comprometidas con la transformación nacional. Debemos entender que se han cometido no pocos desaciertos y los que seguramente vendrán que nos pertenecen a todos por igual.
Si No cometemos errores no deberíamos hacer revoluciones. No se hacen transformaciones con un protocolo guía, no nos dieron la victoria con una bitácora a seguir, pero si se pueden enmendar los errores cometidos.
Muy a pesar de los errores y las contradicciones, el pueblo de a pie, el que no vive de cargos, el que aporta con su participación en cada gesta electoral hoy hace un llamado a retomar el camino de Chávez, volver a la senda inconclusa del comandante, dejar el sectarismo y la prepotencia. Estamos en deuda con el legado del Comandante Chávez, quien en persona tuvo mutaciones pero para profundizar y radicalizar el proceso revolucionario, hacer la revolución dentro de la revolución.