El placer de ver quebrar una compañía aérea


PAN AM, TWA, Braniff, BOAC y otras estrellas del transporte de pasajeros en el Siglo 20, quebraron por las malas decisiones e inversiones de sus jefes. Muy lamentable por los pilotos, tripulaciones de cabina, mecánicos y empleados de tierra, que son los que realmente trabajan, pero “bien hecho plátano jecho” por los empresarios y burócratas que se lucran con el trabajo ajeno y a veces estafan a los pasajeros.

Sobre este último tema, miles y miles las personas compraron pasajes para vuelos internacionales durante 2020, a una media de 1000 dólares por persona, y vieron luego sus vuelos suspendidos por la pandemia. Eso suma unos cuantos millones de dólares que las empresas (IBERIA, TAP, Air Europa, etc) deberían reembolsar a los pasajeros, pero se lo quedan prometiendo devolverlo en cuatro o seis meses, y de hecho tardando a veces hasta un año.

Ese dinero colocado en los bancos a plazo fijo produce intereses con los cuales se queda la compañía, es decir: los ladrones especulan con dinero ajeno, estafan a los usuarios, cobran y se dan el vuelto, sin que ninguna autoridad ponga orden en la pea y defienda a las víctimas.

En 2020 de Venezuela salieron y a Venezuela llegaron “vuelos humanitarios” para los cuales las muy poco humanitarias empresas cobraron el boleto de ida simple como si fuera de ida y vuelta. Una manguanga.

A diferencia de las compañías aéreas estadounidenses que quiebran, las europeas siempre salen a flote, por más mal administradas que estén, porque como aerolíneas bandera de sus países (Lufthansa, KLM, Iberia, TAP, Alitalia, Sabena, British Airway SAS) salen de los apuros con dinero público, con créditos del Estado que al final pagan los contribuyentes. Claro, ese no fue el caso de la línea aérea argentina Aerolíneas y la venezolana VIASA, privatizadas (y vendidas a Iberia) por los gobiernos neoliberales de la época.

En todo caso, mientras yo escribo esto, o mientras usted lo lee, millones de dólares de los vuelos suspendidos y no reembolsados del año pasado siguen produciendo beneficios a las compañías aéreas mientras los pasajeros siguen esperando.

¡Qué bonito es el capitalismo, la libre empresa, la iniciativa privada o como quiera que se llame esa manera obscena de aprovecharse del dinero y el trabajo ajeno!


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Eduardo Rothe


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