El tumbaíto que Maduro le roba a Yulimar

Andaba escribiendo otro artículo, seguramente más importante que éste, siempre en defensa de la revolución, necesario. Pero me detuve y seguí el instinto y doy riendas sueltas al deseo de resaltar la divertida reunión de hoy día, cuando en el Palacio de Mira-flores, condecoraron otra flor, una de Venezuela, que como reza una hermosa canción, bella flor americana que perfuma la mañana de la América del Sur.

Pues como dice Diogenes, hay que leer entre líneas, pero yo leo, sintiendo, las expresiones más que las líneas. Y las del presidente Nicolás Maduro, mientras escuchaba emocionado, era toda una paleta de colores mostrando, sin pudor, el gran orgullo que siente, representando a todo un gran país, frente a una atleta de la altura de Yulimar Rojas, la reina de Tokio.

Y si bien se encontraban muchos de los atletas de Tokio, con sus premios olímpicos y paralímpicos, fue indudable que el foco de la atención lo acaparó totalmente Yulimar.

Descubrimos, curiosamente, que nuestro presidente también fue, por breve tiempo, un atleta, y luego tuvo hasta un buen pronóstico como futuro jugador de las grandes ligas.

E indudablemente toda esa práctica, como decía en la conversa, de disciplina, concentración, desarrollo de las fuerzas no sólo físicas, sino también mentales y de concentración, le deben estar sirviendo mucho en estos años de excepcional trabajo como presidente de un país agredido, que no cesan de intentar estrangular. Esas tácticas extremas de alta estrategia, que hay que pensar, inventar, escoger, para vencer, como señalaba, enemigos superiores, más preparados, más fuertes, más fornidos. Refiriéndose claramente al baseball, lo aplico de inmediato a la situación política de Venezuela y a su papel como Jefe de Estado.

Por supuesto el necesario equilibrio, cuando señala que, al vencer, se debe salir con una sonrisa, y al perder con otra igual. Aunque disiento algo, pues al perder se llora, quiéralo o no, se desgarra algo en nuestro interior, es inevitable, es humano. Pero tal vez, como nunca he sido competitiva, mucho menos atleta, no conozco bien lo que sea eso de sonreír ante las pérdidas.

Pero muy bien por Nicolás, puesto que lo ha requerido, tantas y muchas veces, ha sido indispensable para él mantener ese equilibrio en tantas agresiones absurdas, delirantes, viniendo de afuera, pero sobre todo de los que se llaman venezolanos y andan dañando a la patria por donde se mueven.

Gracias a ese equilibrio, es que, por ejemplo, mantiene el pulso firme, como acostumbra a decir, sangre fría, nervios de acero, con calma. Y claro que sí, comerá cotufas en la comodidad de su intimidad cuando esperará los resultados frente al televisor el 21N en la noche.

¿Y el tumbaíto? Es el movimiento ligero, sinuoso, rasgando el aire con suavidad, como acostumbra hacer Yulimar, quien ha declarado que su otra vocación era ser bailarina. Y como esas ansias no se pierden, pues ha asimilado ese movimiento hasta burlón, retando a la adversidad para, según dice ella, enfocarse. Máxima concentración en los segundos próximos, para vencer, para lograrlo.

Nos gusta ese tumbaíto, o el bailecito como también lo bautizaron por allá, por donde vive actualmente, convirtiéndose en un verdadero boom.

Nicolás propone adoptarlo, para cada vez que deba enfrentarse una tarea importante donde, imperiosamente, hay que vencer. El tumbaíto de nuestro Presidente, manos elevadas, caderas que oscilan de lado a lado, piernas en movimiento, y la sonrisa en los labios, siempre.

Si bien no soy Yulimar, ni atleta, ni tengo el tonito oriental barcelonés de Anzoátegui, mucho menos veinticinco primaveras, yo también quiero bailar un tumbaíto con Nicolás, en señal de apoyo, de firmeza, de sintonía, de sentir hacia su persona toda la consideración del mundo.

Desearle todas las bendiciones del Cielo para ganar ese largo, gigante salto, mucho más vital que las Olimpíadas, hacia estabilizar nuestra segunda Independencia. Estabilizarla apenas porque, a pesar de lo que señalen algunos intelectuales de adentro y de afuera, ya la estamos actuando y defendiendo con todo lo que tengamos a mano.

Inventando de pronto estrategias nuevas, desconocidas, errando tal vez, seguramente es inevitable, pero siempre, siempre buscando el objetivo, hacia allá, hasta vencer.



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Flavia Riggione

Profesora e investigadora (J) Titular de la UCV.

 flaviariggione@hotmail.com

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