¿Revocatorio o Presidenciales 2024?
El referendo revocatorio no debe intentarse por tres razones:
- No es una obligación constitucional. Es sólo un derecho constitucional. Y como tal, será bloqueado incluso "legalmente" por el régimen autoritario lo que redundará en eso que los expertos llaman desesperanza aprendida y, por consiguiente, en una mayor abstención para las presidenciales de 2024... que sí son un obligatorio e ineludible hito constitucional.
Primera condición para evitar este escollo: que la recolección de firmas se haga con asistencia del CNE y usando las captahuellas, de modo que no puede haber objeciones luego.
- De ganarse el revocatorio, habría presidenciales en 30 días después, que el gobierno, en cuenta de la división y dispersión opositora, convocará a toda prisa. La oposición no tiene candidato para esas presidenciales. Por tanto, primero, antes de gastar energías y recursos intentando un improbable revocatorio, la oposición tiene la responsabilidad política y moral de decirle al país, -antes, insisto, de iniciar siquiera la recolección de firmas- quién es su candidato unitario para sustituir al revocado, algo que la oposición no será capaz de resolver unitariamente dentro del cortísimo lapso aludido de los 30 días. Lo contrario sería una irresponsabilidad y una aventura.
Segunda condición para evitar este segundo escollo: que previamente al proceso de recolección de firmas se realice unas primarias para elegir al sustituto del eventual revocado: saber ese nombre es un derecho del pueblo antes de otorgar su firma. O que un colegio electoral: por ejemplo, los gobernadores electos + quienes quedaron de segundos en los otros 13 estados donde la oposición hubiese ganado de concurrir unida + los alcaldes electos, mediante una votación calificada de 4/5 partes, seleccione ese nombre.
- Y finalmente, porque la salida de un régimen autoritario del poder, como han demostrado todas las transiciones democráticas pacíficas exitosas que en el mundo han sido, no es algo que se hace desafiándolo, contra él, derrocándolo, sino con él* (como se hizo con Pinochet, los racistas de Sudáfrica, los franquistas españoles, los comunistas en ocho de nueve comunismos de Europa oriental, o los militares argentinos y uruguayos, por sólo mencionar algunas experiencias entre muchas). Y lógicamente, el madurismo no aceptará un acuerdo para convocar a un revocatorio que supone su salida del poder con las tablas en la cabeza. En todo caso hay una fórmula preferible, pero igualmente improbable, con la que tal vez el madurismo podría estar más de acuerdo: una reforma constitucional puntual aprobada mediante referendo con elecciones generales anticipadas luego. Pero repito, es igualmente improbable. Nada hoy le impide al gobierno llegar hasta 2024.
Por cierto, un detalle que deben resolver -números en mano- los promotores del revocatorio: con los millones de migrantes que han marchado del país, la mayoría de electores de oposición, y que con altísima probabilidad no votarán en el revocatorio, ¿podrá el SÍ obtener un voto más que los 6.245.862 que obtuvo Maduro en 2018?, requisito constitucional para ganarlo. ¡Saquen cuentas antes, por el amor de Dios!
La estrategia de la oposición democrática debe focalizarse entonces en las presidenciales de 2024 como objetivo, para lo que tiene mucho trabajo qué hacer. Entre otras tareas tiene las siguientes:
- Negociar intensamente hasta pactar con el gobierno durante estos próximos dos o tres años, los términos de su participación en la transición política que vendría luego de esas presidenciales, si la oposición las ganase: respeto a sus derechos políticos y civiles, justicia transicional tanto para la gente del gobierno como para mucha gente de la oposición, presencia del chavismo-madurismo en el Estado (en todos los Poderes Públicos), influencia chavista en la F.A. y respeto en ella a la figura de Hugo Chávez, etc., etc.
Quizá, y con base en los resultados electorales, la opción debería ser entretanto un gobierno de emergencia y unidad nacional con Maduro como jefe de Estado y un vicepresidente pactado con la oposición con facultades reales de gobierno. Pero todo eso resulta improbable tanto por la tozudez del gobierno como por la tozudez de la oposición.
- Resolver el punto decisivo de la candidatura unitaria para 2024. Mi propuesta es que no se intente un nuevo mecanismo "unitario" tipo MUD. Más bien admitir la diversidad existente e incluso la división de la oposición como un hecho dado: es decir, que G4, Alianza Democrática, Fuerza Vecinal, Lápiz, y cuanto actor opositor exista, adelanten sus propias políticas, promuevan sus propuestas programáticas y sus liderazgos, y construyan o reconstruyan sus estructuras organizativas. Pero que todas esas oposiciones pacten desde ahora coincidir al final en unas primarias con segunda vuelta para el 23 de enero y para febrero de 2024. Quien resulte electo candidato, podría acordar con los diversos partidos de la oposición y designar un gabinete en la sombra (al modo británico) y un comando de campaña que hagan las veces de dirección política de la oposición democrática hasta las presidenciales de ese año. Es decir, sustituir o desarrollar el concepto de unidad por el de alianza electoral.
Más que compleja esta agenda, amigas y amigos, pero con un objetivo creíble y tangible: las presidenciales de 2024; muy compleja y a la vez desafiante como para distraer atención, energías y recursos en una estrategia tan pero tan improbable como la del revocatorio y cuya derrota tendrá o podría tener tan infaustas consecuencias en el ánimo opositor. Ojalá por una vez la oposición democrática ponga los pies en el piso, se arme de valor y en vez de continuar de equívoco en equívoco, de espejismo en espejismo, ponga su mirada larga en el horizonte y concentre sus mejores voluntades en un acuerdo de todas las fuerzas democráticas de la sociedad venezolana hacia la búsqueda de un objetivo tangible y lograble: un cambio político democrático y progresista pactado con el gobierno en paz y con soberanía.