Reflexiones sobre la violación del Kusaritepuy ("Tepuy de venado" en Pemón)

El Turismo Multimillonario no constituye una alternativa frente al Extractivismo

El Turismo Multimillonario no constituye una alternativa frente al Extractivismo

Reflexiones sobre la violación del Kusaritepuy ("Tepuy de venado" en Pemón)

Efectivamente, el remedio puede ser peor o muy similar a la enfermedad que se quiere combatir. Veamos el caso reciente del "Tepuygate", monstruosidad que no puede repetirse. Nos entristece a todos - refiriéndonos a la mayor parte de la opinión pública informada - esa lamentable celebración ostentosa y de pésimo gusto que ofende la dignidad del pueblo venezolano, protagonizada por un puñado de nuevos ricos en un tepuy de la Gran Sabana, a sabiendas de la extrema fragilidad de dicho ecosistema ancestral, y de su significado profundamente espiritual, simbólico y religioso para el sufrido Pueblo Pemón. Se trata además de un Parque Nacional clasificado como monumento natural, oficialmente reconocido a escala nacional e internacional; cuya conservación requiere la abstención de cualquier presencia y permanencia humana, aun de los investigadores deseosos de desentrañar sus más recónditos secretos, los cuales solo podrían acceder al mismo con fines científicos y con la previa autorización del Estado. No hay manera ni pretexto alguno para defender esa manifestación de crisis de valores destructivos (verdadera absurdo filosófico) que exhibe un sector de la sociedad venezolana y de la cultura occidentalizada vista como un todo: quienes colocan el dinero y el usufructo del poder por encima de la ley y del patrimonio natural y cultural de la Nación.

Sin embargo, aquí tropezamos con un punto que ha de ser aclarado si nos interesa abarcar todo el panorama que contextualiza estos hechos, en parte irreversibles mas también impredecibles. Hay que recuperar un mínimo de control sobre tales procesos de ecocidio y etnocidio, cada vez más violentos y envueltos en un cinismo brutal claramente expresado por algunos de los invitados, quienes con ello envían un metamensaje a la sociedad venezolana: "lo hacemos y lo seguiremos haciendo, porque nos da la realísima gana, tenemos el dinero con que hacerlo y nadie nos lo impide sino todo lo contrario".

Por otra parte, muchos sabemos que el llamado "turismo cultural" o "turismo patrimonial" – auspiciado por importantes organismos internacionales y no gubernamentales – representa una iniciativa que ha llenado de esperanza y destellos de creatividad a numerosas comunidades originarias, oprimidas o marginadas. El gobierno no cesa en afirmar de manera reiterada: "Ya estamos dejando de ser un Estado Petrolero, vamos a dedicarnos entonces al Turismo"… como si ese vuelco fuese tan sencillo.

Para sistematizar un poco el fenómeno, afirmamos que toda intrusión desde afuera por personas ajenas a un determinado ecosistema, con la intención de permanecer allí por un lapso de tiempo limitado, puede percibirse o interpretarse como una presencia turística, aun cuando ello ocurra en forma pacífica o aparentemente amigable con el medio o las personas que allí habitan. Para poner un ejemplo extremo, cierto tipo de turismo científico ha sido posible, en más de una ocasión, para apoyar – mediante sus conocimientos profesionales y como comunicadores sociales- a los indígenas en situación de aislamiento voluntario, para ser visibilizados ante la opinión mundial y así poder evitar más fácilmente la entrada de visitantes peligrosos o indeseados: incluso para salvarles la vida en algunos casos.

Muchas comunidades vulnerables prefieren simplemente no ser visitadas. En cambio, algunos warao de Delta Amacuro e indígenas amazonenses de diversas culturas sí quieren entrar en contacto con turistas de distintas denominaciones - por ejemplo, aliados profesionales, académicos y otros voluntarios – serios y realmente capaces de ayudarles o asesorarlos en el planteamiento o solución – aunque en grado mínimo – de sus problemas acuciantes o sus necesidades más sentidas. Gran parte de lo que entendemos por interculturalidad se realiza de esta manera.

Los wayuu del Zulia y de la Guajira Colombiana, entre otros, son un pueblo extremadamente interesado – y en términos generales exitoso – en la consolidación de un turismo cultural administrado por ellos mismos: especialmente por las mujeres, muy versátiles y habilidosas para el intercambio de valores culturales. Los pemones son también excelentes anfitriones cuando hay respeto, amabilidad y cosas que compartir: pero con límites, lejos de sus sitios sagrados o donde haya peligro de masificación depredadora, mercantilización o pérdida de biodiversidad. El buen turismo no invade ni humilla ni contamina.

Ahora bien, un "turismo cinco estrellas" hecho por ricos y para ricos no reúne ninguna de estas condiciones. Para los grandes consorcios turísticos y otras agencias irresponsables – más otras entidades que se comportan como tales – el indígena y el nativo se convierten en personal de servicio o elementos decorativos en el mejor de los casos: ellos corren el peligro muy real de ser desplazados o desalojados – sutilmente o por métodos coercitivos y violentos, mediante compra ficticia o expropiación indetenible para ejercer el extractivismo – de sus tierras ancestrales donde vivían en una libertad hasta ahora irrecuperable en un modo de vida sano y equilibrado. Sin duda podían aspirar a nuevos bienes y servicios a través de la interculturalidad, pero esto de manera alguna implicaba necesariamente renunciar a su identidad, cultura e idioma ni a los amplios recursos históricamente acumulados en una síntesis societaria abierta a nuevos insumos y experiencias. Tal como lo hacen otros pueblos del mundo que aspiran a disfrutar de una mejor calidad de vida; mas no por ello se oponen a cambios históricos que les abran la vía a nuevos horizontes, sin sacrificar su dignidad ni su valioso patrimonio, garante de una diversidad bien perfilada dentro de la unidad de lo universalmente humano.

Nuestra Constitución Bolivariana y la normativa que de ella se desprende permiten a estos pueblos y comunidades un acercamiento significativo a estas metas de vida ya contempladas para la Humanidad envuelta en la actual crisis planetaria. Se trata de una revolución pacífica, sin violencia ni derramamiento de sangre, en un Planeta amenazado por un armamentismo destructivo de nuestra megadiversidad y de todo lo existente.

Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución

Santiago Arconada   Edgardo Lander   Roberto López   Gustavo Márquez

Oly Millán   Esteban Mosonyi   Héctor Navarro   Ana Elisa Osorio   Juan García



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