Queremos la paz en el mundo. Queremos que cesen las guerras que azotan a muchos pueblos sobre la Tierra. No deseamos la destrucción y el sufrimiento que generan las confrontaciones bélicas. Queremos que llegue ya la calma para la gente de Ucrania, Lugansk, Donetsk, Yemen, Palestina, Siria, Colombia, y toda África.
Las bolivarianas y los bolivarianos de todas partes, y en especial de Venezuela, queremos que impere el bien común y el buen vivir para todas las personas. No apostamos al triunfo de ningún bando si ello significa prolongar el dolor y la muerte que laceran la condición humana. Clamamos el triunfo de la vida.
Pero cuando vemos a un Joe Biden con su hijo Hunter frotándose las manos con fruición por las ganancias que obtendrán de producir armas biológicas de destrucción masiva en territorio ucraniano para usarlas ¿contra quién?...sabemos que no estamos en ese bando.
Al observar el cinismo de un Boris Johnson azuzando la guerra entre "otros" lejos de su isla imperialista, hablando de "invasión", no dudamos en sabernos contrarios a esos invasores empedernidos. ¡Devuelvan las Malvinas argentinas, delincuentes!
Padecer el triste espectáculo de un Pedro Sánchez gastando una millonada en apoyo militar frente a la pobreza creciente en España y a la vez coaligándose a la narcomonarquía marroquí contra el pueblo saharaui, da náuseas y –por supuesto- no estamos para nada con esa posición.
Ver a Alemania, la cuna del nazismo, enviando armas a los batallones nazis en Ucrania es el colmo de la des-historia. Más lejos nos colocamos de esa pandilla opresora.
La Unión Europea a la cola de los anglosajones que buscan su fracaso; países que fueron liberados de Hitler por el Ejército Rojo, mayoritariamente constituido por rusos y otros pueblos de la extinta URSS, ahora sabuesitos de Estados Unidos en la Organización Terrorista del Atlántico Norte (OTAN).
Y la gota que derramó la totuma, el lacayo más arrastrado de todos, el criminal violador de Derechos Humanos con récord en masacres, asesinato de líderes sociales, mal gobierno, empobrecedor de los que ya eran pobres, corrupto hasta dos generaciones más, el narco régimen colombiano manejado desde las sombras por capo paramilitar Álvaro Uribe, con su actual mandadero que tiene fecha de vencimiento el próximo 7 de agosto.
¿Qué "ayuda humanitaria" puede estar ofreciendo Iván Duque desde el país que ha sufrido la más grande catástrofe humanitaria en este continente en el siglo XX y lo que va del XXI? Nueve millones de expatriados, siete millones de desplazados, sesenta mil desaparecidos, cientos de masacres, fosas comunes, decenas de miles de "falsos positivos", exterminio de un partido político (Unión Patriótica) con más de seis mil militantes asesinados, incluidos dos honorables candidatos presidenciales. ¡Por favor, basta de tan inhumano sarcasmo!
Definitivamente la fórmula indica que no podemos estar de ese lado.
La Doctrina Bolivariana propone la paz como desiderátum de humanidad. Quienes nos declaramos seguidores de esta Doctrina creemos en el Equilibrio del Universo, que es la coexistencia respetuosa de la autodeterminación de las naciones y la cooperación internacional en pro del bien común.
Sin embargo, sabemos que "aunque la guerra es el compendio de todos los males, la tiranía es el compendio de todas las guerras". La tiranía hegemonista que pretenden mantener los imperialistas anglosajones es la causa fundamental de las calamidades que padece el género humano. En la América mestiza lo sabemos de sobra.
Por otro lado, tenemos la convicción histórica que "sin igualdad perecen todas las libertades, todos los derechos"; y nada peor para la paz que el empeño sistémico del capital en seguir acumulando en pocas manos la riqueza mundial, mientras las mayorías se hunden en la miseria y los recursos naturales son abatidos por el afán consumista que la lógica capitalista desarrolla.
Histórica y moralmente los Estados Unidos y su madrastra Inglaterra, así como las decadentes potencias europeas, están desautorizadas para hablarnos de paz, democracia, y derechos.
Queremos la paz con toda el alma; queremos que la dignidad germine en el destino de los pueblos como árbol eterno; queremos que se derrumbe como castillo mohoso y pestilente, el imperialismo, y que comience a nacer una nueva y mejor humanidad.
Sólo eso queremos.