Cargaríamos catorce años a cuestas cuando nos conocimos. Adheríamos corrientes diferentes del pensamiento y la acción. Muchos fueron los diálogos que sostuvimos sobre situaciones precisas de la política, y abordando siempre su pasión y la mía: Venezuela. Nunca la consideramos como un territorio solitario en el planeta, y siempre buscábamos las conexiones que nuestro país tenía con los otros rincones del mundo. Para esas conversaciones, Héctor José estudiaba y presentaba sólidos argumentos que obligaban a todos los concurrentes del coloquio, a prepararse para rebatirlo o respaldarlo. Así, estudiando y luchando se hizo culto, pero no se regodeó en la cultura. Defendió con vehemencia y con todos lo hierros sus puntos de vista, pero esto no le impedía el intercambio sereno. Hicimos vida parlamentaria juntos, y participamos en debates sobre el destino de la República. En los últimos años, auspició conferencias en diferentes auditorios, y también fue consultado sobre acontecimientos de seria envergadura. Tomo prestado en esta ocasión y para terminar, el título que le diera Oriana Falaci al libro que escribió sobre el militante griego Alekos Panagulis. Luis Manuel Esculpi, mejor conocido como Héctor José, era o es, TODO UN HOMBRE.
