Ser mujer significa tener más responsabilidades y menos oportunidades

La celebración del primero de mayo nos ha dado históricamente la oportunidad de reconocer la labor a los y las trabajadoras, valorando el esfuerzo que realizan día a día. En esta oportunidad, a favor de las luchas feministas por igualdad de condiciones económicas, políticas y sociales, decidimos enfocar el análisis en una de las fuerzas primordiales de trabajo, que muchas veces es pasada por alto: los trabajos de cuidado no pagos, y como los mismos son, de acuerdo a la división sexual del trabajo, asociados al género femenino.

Con "tareas de cuidado" nos referimos a aquellas tareas necesarias para el sostenimiento de la vida cotidiana y de su reproducción intergeneracional. (Molinier y Legarreta, 2016). Es decir, la acción de cuidar, criar y los quehaceres domésticos, y a su vez cosas más intangibles como la preocupación, el interés, el afecto y la atención que recaen sobre aquellos que requieren de cuidados

La división sexual del trabajo es un producto histórico relacionado a diversos aspectos de la vida cultural, social, económica, política, entre otras, que asigna roles de género: a las mujeres se les destina el trabajo reproductivo (las tareas necesarias para garantizar el cuidado, bienestar y supervivencia de las personas que componen el hogar), mientras que el trabajo productivo (vinculado al que se realiza de manera remunerada) aparece asociado a los varones. Las llamadas tareas reproductivas o domésticas son pilares del funcionamiento social que recaen de manera asimétrica sobre las mujeres. (DNEIyG, 2020a).

"Las mujeres tienen que trabajar 1 año y 3 meses para obtener los mismos ingresos que los varones acumulan en 1 año. Además, 7 de cada 10 personas que se ocupan de las tareas del hogar son mujeres".

Como han señalado muchas científicas sociales feministas, especialmente aquellas afines al materialismo histórico, la dinámica capitalista no paga salario por trabajo doméstico y basa la reproducción de la mano de obra en el trabajo doméstico no remunerado (Rubin, 2013). Los datos a disposición no demuestran lo contario.

De acuerdo a EcoFeminita (2022) "las mujeres tienen que trabajar 1 año y 3 meses para obtener los mismos ingresos que los varones acumulan en 1 año. Además, 7 de cada 10 personas que se ocupan de las tareas del hogar son mujeres". A su vez, afirman que "esta jornada de trabajo gratuita dentro de los hogares se convierte en la diferencia fundamental que sostiene y reproduce las disparidades en el mercado laboral". No es casualidad que la brecha salarial en la segunda parte del 2021 (la diferencia entre lo que reciben, en promedio, varones y mujeres en el mercado laboral) haya sido del 26%.

"Las mujeres tienen que trabajar 1 año y 3 meses para obtener los mismos ingresos que los varones acumulan en 1 año. Además, 7 de cada 10 personas que se ocupan de las tareas del hogar son mujeres"

Actualmente, nos encontramos a la espera de la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo finalizada en diciembre del 2021, en la cual se indaga sobre el tiempo que hombres y mujeres de diferentes edades y géneros le dedican al trabajo de cuidado no remunerado (actividades productivas que no se encuentran del Sistema de cuentas nacionales). Como señala el Documento de trabajo N° 30, publicado en junio del 2020 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos:

"El hecho de que gran parte del trabajo de cuidado tenga lugar fuera de la esfera mercantil lo torna invisible para las mediciones estándar de la economía y refuerza su escasa valoración social (Esquivel, 2011). En este sentido, las encuestas de uso del tiempo constituyen un mecanismo que permite visibilizarlo para su cuantificación."

Los datos oficiales que tenemos a disposición provienen de la última encuesta realizada en 2013. Ella nos muestra una utilización del tiempo desigual, con una sobrecarga de las mujeres en las responsabilidades de cuidado. La gran cantidad de horas dedicadas a los otros les limita la disponibilidad de tiempo dedicado a sí mismas (autocuidado, esparcimiento o capacitación). La información muestra que:

– Las mujeres destinan un tiempo sustantivamente mayor que los varones al trabajo no remunerado (TNR).

– Las jornadas de TNR de las mujeres se incrementan cuando están casadas o conviviendo, cuando hay menores de 6 años en el hogar, cuanto menor es la jornada de trabajo en el mercado laboral, y cuanto peor es el nivel de ingreso del hogar en el que viven.

– Las mujeres desocupadas e inactivas destinan mayor cantidad de tiempo al TNR, pero de todas formas las mujeres ocupadas le destinan gran parte de su tiempo (casi 6 horas diarias), lo que se expresa en jornadas muy prolongadas de trabajo total.

– Además, los datos muestran que ninguna de las situaciones contempladas (ocupacional, nivel de ingreso, posición en el hogar, nivel educativo y edad) producen modificaciones en la cantidad de tiempo que los varones destinan al trabajo no remunerado. La única razón por la cual los varones incrementan moderadamente su dedicación al TNR es ante la presencia de menores de 6 años en el hogar, pero siempre en proporciones mucho menores.

La desigualdad en el uso del tiempo y la intensidad del tiempo dedicado al TNR es una experiencia socio-económicamente estratificada, por lo que representa un reproductor de desigualdades.

Algunas actividades relacionadas al Trabajo no Remunerado son más difundidas, como los quehaceres del hogar, cuidado de personas, cuidado de niños menores de 15 años y cuidado de miembros del hogar de más de 60 años; pero además se encuentran dentro de esta categoría los servicios no remunerados para otros hogares, la comunidad (gestiones gratuitas para obtener servicios públicos) y en instituciones sin fines de lucro (por ejemplo, el trabajo voluntario en comedores comunitarios).

De acuerdo con el informe realizado en 2020 por el Ministerio de economía, las mujeres realizan el 75,7 % de las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias (DNEIyG, 2020). Como consecuencia de la mayor carga de responsabilidades, las mujeres enfrentan peores situaciones laborales: tienen mayores niveles de informalidad laboral, de desocupación y ganan menos que los varones. La división sexual del trabajo no sólo condiciona la mayor o menor inserción de las mujeres en el trabajo remunerado, sino que se reproduce también al interior del mercado laboral. Ello implica una segregación ocupacional o segmentación horizontal: las mujeres se insertan preferencialmente en ramas de actividad tradicionalmente consideradas de incumbencia "femenina", sobre todo en áreas relacionadas servicios de cuidados. Así, las mujeres se encuentran sobrerepresentadas en trabajos vinculados con la educación (en especial la de nivel inicial o la de ciertas disciplinas asociadas a lo tradicionalmente considerado "femenino"), la enfermería, el cuidado de niños/as, personas mayores y personas dependientes, la preparación de alimentos y limpieza.

La mitad de la ocupación femenina se concentra en ramas asociadas a servicios de cuidado y tareas del hogar, como son el servicio doméstico (19%); la enseñanza (14%); los servicios comunitarios, sociales y personales (8,4%) y los servicios sociales y de salud (8,3%). El trabajo en casas particulares es la ocupación más relevante para las bonaerenses, ya que una de cada cinco trabaja en el servicio doméstico, sector que presenta una tasa de informalidad del 73,6%. Esto se traduce en un menor acceso a derechos sociales básicos (obra social, jubilación, protección y estabilidad laboral, licencias, entre otros). Aquí toma relevancia el concepto de "paredes de cristal", que hace referencia a los muros invisibles que dificultan a las mujeres el acceso a otros segmentos laborales, en general más valorados por el mercado.

Es en este sentido que incluimos el término "weaponized incompetence», que en los últimos meses ha estado circulando por las redes, principalmente en TikTok. ¿Qué es este término y a que hace referencia? Puede ser traducido como "incompetencia armada" y en general los y las usuarias lo utilizan para describir un comportamiento específico aplicado a los hombres en relación a las tareas de cuidado, que implica fingir o exagerar el parcial o total desconocimiento de cómo se realiza una tarea y buscar repetidamente la ayuda de una mujer (madre, hermana, novia, esposa, etc.). Estas situaciones incluyen muchas veces lentitud, ineptitud y una evidente falta voluntad de a la hora de realizar dicha tarea. Como consecuencia, una respuesta ante estas actitudes por parte de la mujer puede ser hartazgo, enojo, frustración, (o todas las anteriores) y la posterior realización de la tarea sin asistencia masculina. Estas prácticas, tal como son descritas en los videos observados, se dan dentro de las relaciones familiares o de pareja entre hombres y mujeres, y es a partir de la concientización de estas desigualdades que las mujeres han comenzado a exigir una mayor repartición de tareas de cuidado para que sea lo más equitativa posible.

La desigual distribución de responsabilidades de cuidado y de oportunidades para atenderlas, es un vector claro de reproducción de desigualdades socio-económicas y de género. El rol sistémico del trabajo de cuidado no remunerado y su inequitativa distribución, como ha planteado la economía feminista, son determinantes para la desigualdad económica de género. El cuidado moldea relaciones sociales y afectivas, comprende la dimensión de la intimidad personal y también involucra políticas públicas. (Aguilar, 2019)

El hecho que las mujeres concentren la mayor parte de las responsabilidades de cuidado dificulta su plena participación económica. Esto resulta más evidente cuanto más débiles son sus recursos para el empleo (nivel de educación, calificaciones, trayectorias previas), cuanto más importantes son sus demandas de cuidado (a mayor cantidad de niños o niñas menores en el hogar), y cuanto más escasas las posibilidades de derivar el cuidado (instancias extra-domésticas públicas o privadas).

Es interesante pensar cómo nuestras acciones y comportamientos cotidianos ayudan a perpetuar situaciones de desigualdad, y cómo estas moldean a los niños y niñas que se crían en este entorno. La distribución equitativa de la carga horaria de las tareas de cuidado es fundamental para construir una sociedad en la que las mujeres podamos tener más oportunidades, educación, tiempo libre, y menos presiones y responsabilidades agotadoras.



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