El chavismo como retroceso político

Sin lugar a duda, uno de los artificios más eficientes que el chavismo ha aplicado en Venezuela es la siembra de una cultura política retrograda, solamente comparable con la que existió a mediados del siglo pasado, donde el epicentro de la política eran figuras auto engrandecidas e ideologías solamente serviles a pequeñas élites, ambos componentes sirvieron de manera idónea para explotar al máximo la nefasta viveza criolla que tanto daño nos ha causado.

No es casualidad, lo transversal en las naciones subdesarrolladas son regímenes presidencialistas, centralistas por excelencia, donde la toma de decisiones más relevantes recae en una persona o en un pequeño grupo, en detrimento de las mayorías. Este tipo de "gobernantes" son enemigos acérrimos de sistemas políticos descentralizados, así como de la independencia de los poderes públicos, factor esencial para propulsar el desarrollo de las naciones.

En las naciones consideradas desarrolladas es imposible toparse con primitivos cultos seudo religiosos a personalidades políticas, muñecos inflables alegóricos a éstos en desfiles patrios o distintivos partidistas en las oficinas públicas. Es igualmente difícil encontrar en estas sociedades discursos que intenten cimentar el carácter "indispensable" de estos aciagos personajes.

Es necesario recalcar, las naciones desarrolladas (molesto calificativo, lo sabemos) primero han sabido madurar políticamente para luego dar inicio a su desarrollo económico y posterior bienestar social, es imposible una nación con cultura política imberbe pueda desarrollarse, al menos en lo que es determinante para la calidad de vida de sus habitantes.

De este modo, el chavismo irrumpe en nuestro siglo XXI con prácticas propias de mediados del siglo pasado, enalteciendo figuras autoengrandecidas, obligando a un solo partido, a una sola ideología, con férrea censura informativa, girando al centralismo ultroso, a la dependencia de ayudas públicas, a la práctica de teorías y conceptos comunistoides superados hace mucho por la humanidad decente, entre otros no menos artilugios atrasadores.

Lo triste, es que se ha sabido rodear de presuntos políticos opositores que no solo pueden ser considerados flagrantes colaboradores, sino que han replicados la conducta de los líderes rojos rojitos, haciendo de sus organizaciones partidistas templos a su propio culto.

Todo esto nos ha llevado a la más profunda desesperanza aprendida, a la apatía, a la emigración como único recurso de superación personal o a la práctica de una economía de subsistencia, muchas veces propia del canibalismo.

No todo está perdido, a lo largo y ancho de país la sociedad civil se activa como nunca antes, cansada de esperar por el gobierno o la oposición, libera sus propias luchas tendentes a rescatar una existencia digna.

Es cierto, la democracia (inexistente hoy día en Venezuela) depende en gran medida de los partidos políticos, son necesarios, pero ninguno es imprescindible. El dinamismo y la evolución social de las últimas décadas han hecho de los partidos unas organizaciones más en el gran espectro de la sociedad e incluso, candidatos independientes y de la sociedad civil han destronado a los que se creían líderes/partidos irrevocables. En Venezuela es necesario replicar esos dignos ejemplos… la política debe despolitizarse, la debemos socializar.

Una sociedad civil entorno a la política obliga a los partidos a generar sinergia ininterrumpida con la sociedad a la que pertenece, los obliga atender las necesidades de la población, a ser políticamente eficiente. La sociedad civil es la esperanza toda vez que la política en Venezuela ha llegado a niveles de repugnante putrefacción.

 

 



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Leandro Rodríguez Linárez

Politólogo / Analista político / Articulista de opinión, con más de 1.200 artículos publicados nacional e internacionalmente.

 leandrotango@gmail.com      @leandrotango

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