Miércoles, 13 de julio de 2022.- Andaba por la zona y pasé casualmente a visitar a un amigo, a quien tenía tiempo sin ver, noté que el garaje de su casa estaba abierto y quise sorprenderlo, el sorprendido fui yo, observé que alguien estaba bajo su carro, un VW viejito pero en muy buen estado, estaba montado sobre dos burros, bien asegurado.
Pero no era a quien yo pensaba saludar, era su esposa, doctora en medicina, especializada en niños, en traje de faena, cambiándole el aceite y su filtro al motor, todo ordenado y limpio, con todas sus herramientas.
Paso seguido me brindaron un cafecito, como en los viejos tiempos y me dijo el amigo que la señora no permitía que nadie le metiera la mano al escarabajo.
Ella me comentó que desde muy pequeña se aficionó a la mecánica ayudando a su papá.
A los españoles, como a casi todos los pueblos del mundo, les encanta ponerle nombre a las cosas que manipula cotidianamente, a las de uso diario y también a los diferentes tipos humanos con que se tropieza.
Les encanta ponerle un nombre a casi todo.
Y uno que me llamó poderosamente la atención, desde la primera vez que le oí, es el de manitas o el manitas.
La señora de mi amigo es un manitas.
Llaman de esta forma, muy particular, a quienes poseen y ejercen la habilidad de reparar cosas.
La primera vez que oí esa expresión fue de mi hijo Daniel Enrique, quien por cierto es uno del gremio, es un manitas, arregla cosas.
Si usted se consigue uno o una, manténgalo cerca, no se sabe cuando lo pueda necesitar, por lo general son multifactoriales y le meten la mano a todo, desde los automóviles hasta los electrodomésticos, pasando por trabajos de albañilería, carpintería, electricidad, arreglo de techos, siempre y cuando no sean muy complicados.
En cada grupo familiar y en cada vecindario suele haber un manitas, con o sin herramientas, muchos especializados en áreas específicas de lo que pudiésemos llamar su oficio.
Los más veteranos y honestos se sinceran y nos dicen abiertamente, cuando corresponde, yo con eso no me meto, como por ejemplo arreglar computadoras.
De donde deducimos que hay especializaciones muy definidas dentro del gremio de los manitas.
Con respecto a lo que cobran, también hay una gran variedad, desde los solidarios que todo lo hacen gratis hasta los que te quieren quitar un ojo de la cara y si te descuidas los dos.
Conozco a varios y valiosos manitas, no estoy autorizado a revelar su paradero, como a mi hijo Daniel E., quien como muchos de nuestros hijos e hijas se han ido moviendo hacia otras tierras, buscando mejor calidad de vida, a mi casi compadre Carlos J., a quien vi formarse como manitas y es muy meticuloso en su trabajo.
Y a otros de los cuales no obtuve autorización ni para nombrarlos, están súper ocupados y tienen sus agendas copadas.
Pero a quien no puedo dejar de nombrar es a mi amigo Augusto Nicolás quien para sufrimiento de quienes tenemos el placer haber contado con su ayuda, en mecánica automotriz , donde es un verdadero experto, se encuentra fuera del país atendiendo asuntos familiares.
Yo lo denominaría un manitas de alto calibre.
Hay que tener mucho cuidado y prestar especial atención con quienes pretenden ser manitas y no lo son, cuidado, manténgase alerta, quizá sea por eso por lo que en algunos países se les exige estar certificados y debidamente inscritos y autorizados.
Existió durante mucho tiempo, aún creo que existe, la creencia, la falsa creencia de que quien se dedicaba al trabajo intelectual, al predominio del uso de su intelecto sobre las labores consideradas puramente manuales, en sus actividades diarias, debía ser en consecuencia un inútil en todo lo relacionado con el trabajo manual.
Aunado a otros perjuicios como si un mecánico, un jardinero, un carpintero, un electricista, un albañil o cualquier manitas, no pensaran, no tuviesen que emplear la lógica y el conocimiento en el desempeño de sus funciones.
Y esa combinación forzada y tomada como un axioma, como que es así, y siempre ha sido así y no puede cambiar, se dice: él es muy bueno con el estudio pero no sabe ni cambiar un bombillo, se dice de forma jocosa, divertida, casi con orgullo, parece formar parte de una planificación conceptual inducida.
Esa concepción errada, heredada culturalmente en muchos de nuestros países hispanoparlantes, no podía ser más falsa.
Hay un desprecio por el trabajo manual que nos viene desde La Colonia, donde este era realizado por gente de baja ralea, de las clases bajas, muchos de ellos analfabetas.
Por lo tanto despreciable.
El concepto persiste, muchas veces disfrazado y otras abierto y muy defendido por quienes lo asumen.
Es un perjuicio muy arraigado y que se disfraza como verdad irrefutable: bueno con la cabeza, malo con las manos.
No tiene porqué ser así.
Honor y gloria a los manitas.
¿Qué haríamos sin ellos?