Todos los que amamos a Venezuela estamos deseando y rogando que el Gobierno y la oposición retomen el camino del diálogo, que lleve a destrancar el juego y sea el inicio de una verdadera reconstrucción de Venezuela. La primera condición para un diálogo verdadero es aceptar la realidad, reconocer al otro, asumir la responsabilidad de la situación que vivimos y mostrar verdadera voluntad de resolverla ya que ha destruido el aparato productivo, ha convertido en ruinas a la mayoría de los servicios públicos, ha expulsado del país a millones de conciudadanos e impide a la mayoría vivir dignamente. No va a ser posible superar los problemas si los negamos y repetimos que son producto únicamente de las sanciones económicas o de un complot mediático empeñado en presentar una visión falsa del país, y que los que claman por un cambio son lacayos del imperio o personas con una visión ingenua de la realidad o sin corazón, que odian a los pobres y no quieren que progresen o se superen.
El milagro económico del chavismo-madurismo, en vez de sacar a las mayorías de la pobreza, nos ha hundido a casi todos en ella, excepto a una minoría que vive con todos los lujos de espaldas al sufrimiento de las mayorías. Es evidente que los que nos gobiernan y siguen empeñados en mantener el actual rumbo, y también la mayoría de los líderes de la oposición, no sufren la escasez de medicinas, comida, luz, agua o gasolina y disfrutan de dólares baratos con los que pueden viajar por el mundo sin problemas y permitirse un nivel de vida de espaldas al sufrimiento de las mayorías. .De ahí el desprestigio en que ha caído la política y los políticos.
Tampoco va a ser posible negociar si uno aspira a que se cumplan todas sus exigencias sin ceder en nada. Sería conveniente que los que se sientan a negociar intentaran ponerse en los zapatos y angustias de los millones de pensionados que deben sobrevivir con unos 25 dólares al mes, después de haber cotizado muchos años y contribuido a levantar a Venezuela, hoy destruida. ¿Acaso no les duele la sangría de capital humano, que rompe familias y proyectos al tener que abandonar el país en busca desesperada de una vida digna? ¿Cómo es posible que, sin cataclismos o guerras, hayamos convertido a Venezuela, un país con tantas riquezas y potencialidades, en uno de los más miserables de América? ¿Cómo seguir defendiendo unas políticas que son incapaces de detener la inflación, la corrupción y la inseguridad y agigantan las desigualdades? No dudo que las sanciones han agudizado los problemas, pero resulta irresponsable culparlas de la crisis. El declive y la destrucción del país comenzó mucho antes de que se implantaran las sanciones,
Es la hora de los Políticos (con mayúscula), capaces de pensar en Venezuela y en los venezolanos a quienes cada día la vida se nos hace más cuesta arriba. No son tiempos para revanchismos o venganzas, para derrotar y humillar al adversario, pero tampoco para ocultar o maquillar la terrible enfermedad que estamos padeciendo o para ganar tiempo y utilizarla para obtener cuotas de poder. La negociación solo tendrá éxito si se enraíza en el sufrimiento de las mayorías y se orienta a eliminarlo. Por ello, debe enmarcarse en el cumplimiento de la Constitución y orientarse a garantizar los derechos de todos y de todas y acabar con las conductas y políticas sociales y económicas que agravan los problemas o impiden su solución.