De acuerdo a las opiniones vertidas en lo referente a la reapertura de nuestras fronteras de Colombia y Venezuela, la opinión generaliza es, no somos países, somos "hermanos siameses". Es más está Frase la refuerzan con esto "Lo que le duela a uno tiene implicaciones en el otro y siempre van a tener un vínculo que los tendrá atados a su propia suerte".
Somos naciones separadas por una frontera física que, por no haber sabido manejarla como una línea límite en lo territorial, se convirtió en un trofeo político y militar producto de intereses oligárquicos de los Estados. No solo fue con Santander y Páez, ni López y Pérez, o Barco y Herrera o Uribe y Chávez o Duque y Maduro, fue el extremismo ideológico que no supo contener una relación que se debe manejar en dos sentidos: entre Estados y con diplomacia producto de una Godarria anquilosada ajustada al Consenso de Washington.
Esta nueva experiencia, que va a tener un nuevo capítulo a partir del próximo lunes 7 de agosto del año en curso, debe llevarnos a escoger entre resolver unos problemas coyunturales con nombramientos de ocasión y de fácil manejo o aprovechar estos cinco años de distanciamiento caprichoso de opuesto a la inteligencia diplomática, para interpretar que lo benéfico es consolidar unas relaciones que no se las puede llevar de calle una nueva controversia, que se va a presentar en el gobierno Petro o en otro.
Para eso es importante que los nuevos actores encargados de diseñar ese novedoso camino lo hagan siguiendo lineamientos productivos a los que Históricamente hemos llevado en tiempo anteriores de una frontera fluida en su libre transitar de relaciones ininterrumpidas, a pesar de las álgidas controversias que se presentaron entre los diferentes gobiernos durante estos últimos tiempos, que sea realidad está integración que nosotros los estados fronterizos necesitamos para bien de Todos.