—"Hay un ejército que desdeña la tradición eterna, que descansa en el presente de la Humanidad. Son gentes que por huir del ruido presente que les aturde, incapaces de sumergirse en el silencio de que es ese ruido. Desprecian las constituciones forjadas más o menos filosóficamente a la moderna, y se agarran a las forjadas históricamente a la antigua; se burlan de los que quieren hacer cuerpos vivos de las nubes, y quieren hacerlos de osamentas. Entre ellos, más que en otra parte, se hallan los dedicados a ciertos estudios llamados históricos, de erudición y compulsa, de dónde sacan legitimismos y derechos históricos y esfuerzos por escapar a la ley viva de la prescripción y del hecho consumado, y sueños de restauraciones".
¡Lástima de ejército! En él hay quienes buscan y compulsan datos en archivos recolectando papeles, resucitando cosas muertas en buena hora, haciendo bibliografías y catálogos, y describiendo la cubierta y los tipos de un libro, desenterrando incunables y perdiendo un tiempo inmenso con pérdida irreparable. Su labor es útil, pero no para ellos ni por ellos, sino a su pesar; su labor es útil para los que la aprovechan con otro espíritu.
¡No entrarán los bárbaros! ¡Jamás pisarán el suelo de la Patria! Se podrá decir que hay verdadera patria cuando sea libertad en nosotros la necesidad de ser venezolanos, cuando todos lo seamos por querer serlo. Querer ser algo no es resignarse a serlo tan sólo. Llenos están los libros de explicaciones del hecho de la patria y su fundamentación, explicaciones de todos colores, desde vaguedades místicas y formulismos doctrinarios hasta la tan denigrada por la burguesía.
El tizón de la violencia que prende la hoguera de la discordia se oculta pero vuelve a aparecer cuando por falta de hábito y tradición en el disfrute de la libertad, acusan las actuaciones de los gobernantes, sorprendentes inconsecuencias. En esos momentos, al rozar con la sensibilidad extrema de la expresión del pensamiento, se hace angustioso el drama de lo espiritual, y se estremece de estupor el signo socialista; repasa entonces, silenciosamente, las frustraciones de nuestra historia. Con Chávez renace la esperanza de que seamos por una vez leales y sinceros con nosotros mismos para hacernos dignos de él, y también tener el derecho de castigar de un modo implacable a los que intentan desviar sus postulados.
¡La obra de Taine, que creen en su ceguera ha de contribuir a hogar el ideal de la Revolución francesa! No ven que si esa obra ha hallado eco vivo es por ser una revelación de la tradición eterna purificada, no ven que de ella sale más radiante el 93. La historia presente es la viva y la desdeñada por los desenterradores tradicionalistas, desdeñada hasta tal punto de ceguera, en averiguar lo que hicieron y dijeron en tiempos pasados los que vivían en el ruido, y ponen cuantos medios se le alcanzan para que no llegue a la historia viva del presente el rumor de los silenciosos que viven debajo de ella, la voz de hombres de carne y hueso, de hombres vivos.
"¡Libertad! Bien entendida, ¡hermosa palabra!... Un pueblo jamás se hace maduro ni prudente; siempre es niño", dice el duque de Alba en el Egmont, de Goethe. ¡Libertad bien entendida! Y para hacerla entender, ¡palo limpio y tente tieso!
¡La Lucha sigue!