Cursaba cuarto grado de primaria cuando leí por primera vez Mi Delirio Sobre El Chimborazo, relato imaginario escrito por Simón Bolívar en 1823. Mi maestra Gladys nos asignó la lectura grupal, el primero de la primera fila leía un pedacito, el siguiente otro medio párrafo y así hasta completar todo el texto. A mí, por el orden alfabético en los pupitres me tocó leer dos, y el segundo incluía la frase: "…di la verdad a los hombres".
A pesar del grado, ninguno de salón, y digo ninguno porque era un colegio de solo varones, leía con fluidez. Causaba dificultad las pictóricas frases, como, por ejemplo: las "sienes excelsas del dominador de los Andes", para referirse al majestuoso volcán nevado, o lo poético de "seguílas audaz", para referirse a la valentía necesaria para recorrer los caminos abiertos por los exploradores Humboldt y La Condamine por las faldas del Chimborazo. Ese día el mensaje que el Libertador plasmó en tan corto pero denso relato, no llegó.
Lo leí después, muchas veces de adolecente, pero me causó mucha admiración escucharlo con toda la entonación histriónica en la voz del actor y locutor Luis Gerardo Tovar, en un acto de clausura, tal vez apertura, de unos Juegos Bolivarianos de 1981, juegos en donde el tiburón Alberto Mestre y el campeón olímpico Javier Vidal destacaron, convirtiéndose en las esperanzas olímpica venezolanas para los juegos de Los Ángeles 1984.
Bolívar, nuestro Libertador, escribía de una manera tan fluida y maravillosa que asombra. Cualquiera de sus cartas, discursos y proclamas, recogidas en la colección conocida como Obras Completas, que están incompletas, aprueba con facilidad la evaluación del más exigente profesor de lenguaje. Es un estilo de texto corto, preciso, exacto, inspirador y noble, un estilo que solo puede catalogarse de estilo bolivariano, pues por si solo es un referente.
De tantos escritos de Bolívar, recogidos en no menos de 2000 páginas, con fuente Arial 8 y a espacio sencillo, soló el texto Mi Delirio Sobre El Chimborazo, es auto reflexivo, él habla de él.
"Yo venía envuelto con el manto de Iris…" una deidad de la mitología griega que vestía una túnica con los colores del arcoíris, un manto que aparece después de las tormentas. Ciertamente, en 1823 ya Bolívar había superado todas las tormentas de la sangrienta guerra en la Nueva Granada y Venezuela, pero iba por mas, con un inmenso ejército. Sin duda alguna con este primer párrafo, Bolívar se autorretrata como lo veían sus contemporáneos Generales y como lo vemos hoy muchos bolivarianos. Se auto describe tocando con su cabeza el firmamento y a sus pies hay un abismo, desde donde divisa su enorme obra, una enorme nación que ha bautizado como Colombia.
"Un delirio febril embarga mi mente… era el Dios de Colombia que me poseía…" impresionante. Bolívar describe en un párrafo de dos líneas todo lo que un General, Comandante de un ejército vencedor en mil batallas, literalmente, puede sentir.
Luego aparece otro personaje, el Tiempo, aquel que mide el cambio, la variable independiente en cualquier modelo matemático. Bolívar describe al personaje Tiempo de manera magistral. El tiempo no se detiene, por eso es más poderoso que la muerte, es eterno, un venerable anciano que sobrevive a todos y destruye a todo. Tal vez por eso Bolívar lo describe portando una hoz, cual verdugo, o como la muerte.
Ahora viene el párrafo sublime. El Tiempo reprende a Bolívar. Y si el texto lo escribió Bolívar, solo podemos concluir que estaba extraordinariamente claro en su limitada condición de líder de un proceso y ser humano. Observen como se reprende a si mismo con la pregunta: "¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe?", con tan solo cuatro palabras, niño por inmaduro, viejo por suponer saberlo todo, hombre por simple condición humana y finalmente héroe, para dar a entender que superó a los demás... En este excelso párrafo, Bolívar dibuja sus limitaciones, pues, aunque la gente lo llama Libertador y lo tratan como un héroe, no es un Dios.
"Sobrecogido por un terror sagrado…" así inicia el reflexivo párrafo para argumentar las razones, válidas razones, para envanecerse. Recordemos que era tratado con el título de Libertador. Es una reflexión en medio de la angustia, por eso lo de "terror sagrado". Bolívar "…siente bullir las prisiones infernales bajo sus pasos…", refiriéndose a mil demonios vencidos por él, que, aunque están presos en el infierno, los siente cada vez que toma una decisión, sus pasos. De verdad, a mí, a quien les escribe, me emociona tanto poder poético y tanta claridad del momento histórico.
Remata el párrafo con esta frase: "…y en tu rostro (Tiempo) leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino". Bolívar con esta frase sintetiza lo logrado, pero más allá de eso valora el porvenir, sabe Bolívar que la patria construida tiene todo para ser poderosa.
"Observa, aprende..." así inicia el párrafo de la gran lección. En este párrafo el Tiempo aconseja al Libertador, o, mejor dicho, Bolívar, el escritor, reflexiona sobre lo que debe ser y hacer. Bolívar habla, por intermedio del personaje Tiempo de dos universos, el Universo Físico y el Universo Moral, el hardware y el software, se diría hoy. El físico, en la obra tangible de territorio y gobierno, el moral, siempre mas difícil, en las acciones y educación de los seres humanos. El Tiempo le ha mostrado cosas, y le pide que las comprenda, le ha recordado que es tan solo un ser humano, que lo que ha logrado es nada, pues se ha "elevado sobre un átomo de la creación". El Tiempo lo increpa por haber imaginado haber visto la Santa Verdad, algo así como reclamarle que se ha creído el enviado por Dios y no es así.
"No escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres…". Bolívar aterriza, no puede caer en las tentaciones de los césares, o de los reyes europeos o de Napoleón Bonaparte. Decir la verdad es decir soy Simón Bolívar, un hombre, un soldado, no soy un emperador y mucho menos un Dios… Tal vez, y aquí me dejo llevar por la especulación producto de la simbología histórica de este hombre. Ya para esos años de 1823, se había dado la entrevista con San Martin, y Bolívar era el máximo líder político y militar de Sudamérica, así que no es de extrañar, para nada, que la posibilidad de una unidad político-territorial soportada en la personalidad, es decir una corona, estuviese en el ambiente. Tal vez, y sigo especulando, la intensión de Bolívar al escribir ese "delirio" fue negar y desvanecer la idea de una corona, algo que se mantuvo en el ambiente, tal vez como herramienta para el descredito, pues hasta en su carta de renuncia, del 24 de enero de 1830, Bolívar se auto califica como "el más fiero republicano" y con estas palabras: "nunca, nunca, os juro, ha manchado mi mente la ambición de un reino que mis enemigos han forjado artificiosamente para perderme en vuestra opinión", sintetiza el drama vivido en la forzosa transición de Libertador a Presidente, que sin duda va de más a menos, si es que existe una escala para medir la gloria. Observen lo lapidario, lo contundente del uso de la frase "nunca… ha manchado mi mente la ambición".
"En fin, la tremenda voz de Colombia me grita…". Con esa frase Bolívar describe la enorme responsabilidad de ser el líder de un país independiente y soberano y, con humildad, finaliza su escrito con una frase extraordinaria: "vuelvo a ser hombre y escribo mi delirio". Extraordinaria porque dice lo que es, un hombre que, a pesar del éxito, se reconoce a sí mismo y se mantiene cuerdo, ubicado, sereno, capaz de reflexionar de lo acontecido; una frase genial que apunta a describir plenamente un estado de ánimo, que pudiera llegar al delirio, pero que, ante tanta consistencia moral, se decanta en un objetivo fundamental, decir esta verdad a los hombres y a las mujeres: Solo hemos obtenido una independencia política, tenemos que construir una República, y eso necesita de mucho trabajo, tiempo y sacrificios.
Hoy, en esta época de bicentenarios, revolución tecnológica y cambios geopolíticos, la verdad se encuentra inmersa en el ruido de las redes sociales. Cualquiera de nosotros puede escribir, y hasta hacer videos, para publicar sus delirios, así que, la verdad por la que asesinaron a Cristo, la necesidad de una sociedad donde se dé al César lo que es del César (gobierno), a Dios lo que es de Dios(espíritu) y al pueblo lo que es del pueblo(justicia), cuesta imponerla, pues, aunque la verdad sea verdadera, la manipulación la oculta y la ignorancia la tuerce.