El 27 de octubre de 2022, después de cuatro años sin reunirse, en el marco de la XXIII Reunión de Ministros y Ministras de Relaciones Exteriores de los Países Miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (CELAC), celebrada en Buenos Aires, Argentina, se realizó la Tercera Reunión Ministerial de la CELAC y la Unión Europea (UE). Dialogo, entre ambas organizaciones de integración, que se produce bajo el impulso de una agenda "prospectiva, sustantiva y positiva".
Por lo que, los Delegados de la CELAC y la UE, ocuparon la mayor parte del tiempo, en la búsqueda de puntos de encuentro en temas tan neurálgicos, para ambos organismos, como: "La recuperación económica inclusiva, la innovación, la lucha contra el cambio climático, la gestión de los riesgos de catástrofes y la agenda digital, el multilateralismo, la cooperación en el ámbito de la seguridad y la gobernanza, y la promoción y protección de los derechos humanos". Adquirieron el compromiso de: "Renovar la asociación birregional para fortalecer la paz y el desarrollo sostenible".
Enormes son las interrogantes y conjeturas que el mismo genera. Ya que, luego de finalizada la Guerra Fría, Europa se volvió menos solidaria, menos cooperadora, menos justa; pero, sobre todo, perdió su autonomía de acción e independencia.
Luego del colapso de la Unión Soviética y de la caída del muro de Berlín, Europa perdió la brújula política. Oportunidad en la que pudo presentarse ante el mundo como una región pluralista, cooperadora; e incluso, plantearse la posibilidad de influenciar a la nueva clase dirigente de la sociedad rusa, y establecer con ellos una nueva relación geopolítica, como vecinos, Europa actuó de manera contraria. Siguió creyendo que "el fantasma del comunismo recorría el mundo", y, en vez de avanzar en la definición de una política internacional propia y soberana, se aferró, con mayor dependencia, a las directrices emanadas del Departamento de Estado de los gobiernos de Estados Unidos. Desde entonces, actúa convencida de que la posibilidad de seguir siendo considerada una potencia, está determinada por su asociación militar y política con Estados Unidos y mantener la existencia de la OTAN. Empeño cuyo costo político ha sido muy alto.
Europa, al acompañar las supremacistas políticas internacionales de Estados Unidos, ha contribuido a la pretensión imperial de esa nación de convertirse en los "dueños del mundo". Pretensión hegemónica que alcanzó una mayor dimensión, a partir de los sucesos del 11 de septiembre de 2001.
La frase de George W. Bush: "Están con nosotros o en contra de nosotros", se convirtió para Europa en una sentencia de obligatorio cumplimiento. Allí está la explicación de por qué Europa vive un presente tan incierto; momento que, el conflicto bélico entre Rusia y "Ucrania", ha terminado de demostrar.
De su XXIII Reunión Cumbre, la CELAC ha emergido robustecida, renovada, con el firme propósito de avanzar hacia un redimensionamiento de sus objetivos y razón de ser. Propósito que es posible alcanzar a partir del rediseño de su relacionamiento geopolítico con otros grupos de naciones regionales y subregionales. Es, en éste marco, donde debe inscribirse el citado encuentro CELAC-UE. Pero es, en este marco, en donde debe ubicarse la firme posición del gobierno venezolano en el mismo.
Reafirmando nuestra condición de país soberano e independiente, el Canciller, Carlos Faría, en su intervención, en el acto de instalación de la III Reunión de la CELAC-UE, dijo a los delegados europeos que, "es necesario que se derriben barreras y se permita el establecimiento de relaciones respetuosas y pacíficas entre los Estados, miembros de ambos organismos de integración"; asimismo, "que la unión europea desmonte las sanciones ilegales contra la República Bolivariana de Venezuela".
Europa debe entender que hace muchos años dejamos de ser sus colonias. Debe dejar de "respaldar y revivir intolerables, condenables, inaceptables, doctrinas de dominación como la doctrina Monroe". Que su relacionamiento con América Latina y el Caribe debe hacerse a partir de otros objetivos. Firmeza y dignidad, son los principios éticos que guían nuestra política internacional.