Jueves, 10 de noviembre de 2022.- Lamento contradecir a aquellos que orgullosamente hablan de una Venezuela potencia.
Aquellos que nadando en ilusiones basadas en una realidad que no puede servir de base a ese ambicioso proyecto, una realidad con muchas fisuras y totalmente opuesta a ese deseo, insisten en lo de Venezuela potencia y especialmente estoy en desacuerdo con un presentador de Venezolana de Televisión, el canal de todos los venezolanos, de apellido Cartaya, quien machaconamente insiste que el nuestro es el mejor país del mundo, sin tomar en cuenta las condiciones generales de vida y la situación objetiva en la que estamos viviendo.
Será en su mundo.
Y permítanme aclararles, claro que el nuestro es un gran país, sí que lo es, con enormes recursos y grandes potencialidades, pero está muy maltratado, muy desatendido, muy descuidado, muy golpeado y en algunas áreas prácticamente abandonado.
Tenemos que replantearnos muchas cosas que nos permitan reorientar la dirección que llevamos y garantizar mayor bienestar para todos, comenzando por los valores en los que creemos y nos impulsan a seguir a adelante.
Si nuestros científicos, en casi todas las áreas donde se hace ciencia en Venezuela, pasan la mayor parte de su tiempo intentando resolver para poner comida suficiente en las mesas de sus casas, comida para sus familias, como la mayoría de los que aquí vivimos, les resulta prácticamente imposible dedicarse a sus proyectos y avanzar en sus investigaciones.
Y está más que comprobado que sin ciencia no hay avance.
Antes de cualquier cosa, tenemos que poner orden en la casa, en muchísimos ámbitos, en la infraestructura física, en los servicios públicos y privados, en el cuido y protección de los ciudadanos, en la vida social y en el manejo ético del comportamiento de todos los que vivimos en esta tierra de gracia, tan fuertemente golpeada por nosotros mismos.
Por acción o por omisión.
Olvídense de ese cuento de la Venezuela potencia, olvídense de eso.
Y miremos hacia adentro, examinemos cuidadosamente el estado en que estamos, utilizando una visión realista, sin engañarnos y comencemos a mejorar.
Es posible hacerlo, otros países lo han hecho, les ha costado pero lo han logrado.
Revisemos la historia, copiemos lo bueno, en lo que se puede, si es congruente con nuestra propia dinámica, evitemos repetir errores con decisiones y fórmulas que no funcionan, que están obsoletas o cuya ineficiencia está suficientemente comprobada.
Replanteemos las ecuaciones básicas que nos impiden avanzar.
Y sobre todo, diseñemos y pongamos en ejecución métodos propios.
Sin engañarnos, sin mentirnos a nosotros mismos y asumiendo los deberes y derechos que La Constitución y las leyes nos otorgan y las responsabilidades que tenemos con nuestras familias y con el país.
Ah y cuidado, muchísimo cuidado con los cantos de sirena de los engañadores de oficio, que pretenden mantenernos en un estado de inconciencia y soñolencia constante.