Hasta que por fin, de manera oficial, nos despojaron del salario y las prestaciones sociales. Pero no importa, porque "cualquiera es mejor que Chávez".
No importa que Chávez nos haya devuelto las prestaciones sociales que nos arrebataron los adecos y copeyanos, porque cualquiera es mejor que Chávez.
No importa que Chávez nos haya remunerado hasta con un salario mínimo de 476 dólares y una pensión de 370 dólares, porque cualquiera es mejor que Chávez.
No importa que Maduro esté subordinado a Fedecámaras, y Guaidó esté subordinado a los gringos para escoñetarnos la vida, porque "cualquiera es mejor que Chávez".
Ah, pero es que Chávez puso a Maduro en Miraflores. Sí, es verdad, pero a Bolívar también lo traicionaron sus generales, empezando por el General Páez, que se hizo el hombre más rico de Venezuela. Y no por eso vamos a celebrar el asesinato del Libertador y a renegar de la lucha por la Independencia.
Ah, pero es que Chávez es el culpable porque empezó a expropiar a los empresarios de Fedecámaras. Si es verdad, pero lo hacía para defendernos de los empresarios que estaban especulando para robarnos el salario digno y las pensiones que él decretaba, y también para protegernos de los empresarios que nos oprimían y nos sobreexplotaban, como lo hacen ahora con la bendición de Maduro.
Y el tiempo le dio la razón al Comandante. Ahora los empresarios de Fedecámaras, con su vocero Jorge Roig, quienes para entonces les ordenaban a las capas medias a marchar contra Chávez, son quienes diseñan la política salarial, y Maduro de manera obediente las aprueba.
Y las aprueba aunque su misma gente que él lleva para las marchas, las rechace con un contundente "Noooooo", tal cual como quedó registrado en los videos del discurso en la Plaza O’Leary, este 1° de Mayo:
https://twitter.com/monitoreamos/status/1653187195082088450
https://twitter.com/ReporteYa/status/1653188450349199362
Lamentablemente la falta de consciencia de clase de las capas medias de la clase trabajadora nos ha llevado a este despeñadero. Creyeron que Fedecámaras y los gringos eran sus aliados. Creyeron que tenían los mismos intereses. Creyeron que cualquiera era mejor que Chávez. Una frase desafortunada que no surgió de la inspiración de las capas medias, sino que fue una consigna golpista de Fedecámaras y de los políticos pitiyanquis, porque, paradójicamente, no tenían candidato que pudiera derrotar a Chávez.
Los mismos gringos que les ordenaron abandonar sus puestos de trabajo en la industria petrolera, para sabotearla, paralizarla y sembrar el terror en 2002-2003, son los mismos gringos que les ordenaron apoyar al diputado Guaidó, y aplaudirle sus discursos. Ahora Maduro designó a un gringo como gerente general de Petropiar, y gracias a la impunidad de los intocables, Guaidó está viviendo su exilio dorado en Miami, restregándoles su fortuna en la cara a los venezolanos que huyeron de Chávez.
Y huyeron de Chávez, no porque Chávez les haya arrebatado el salario y las prestaciones sociales, no. Abandonaron su tierra natal porque no soportaban que Chávez invirtiera la renta petrolera para pagar la deuda social a los excluidos de siempre, en su mayoría venezolanas y venezolanos de piel oscura. Huyeron de Chávez porque consideraban que solo ellos tenían derecho a disfrutar de los dólares del cupo viajero y el cupo electrónico.
Eso fue un golpe muy duro para las capas medias de la clase trabajadora. La ira y la soberbia los consumía. No aceptaban que Chávez les ofreciera a las trabajadoras domésticas sacar el bachillerato con una beca, porque las dueñas de la casa se veían obligadas a aumentarles el sueldo para que no fueran a estudiar y se quedaran haciendo las tareas del hogar. Sin embargo, fueron muchas las que abandonaron a sus empleadoras para estudiar.
Les incomodaba encontrarse en las clínicas privadas a los venezolanos y venezolanas, quienes fueron excluidos antes de la revolución, pero que con Chávez disfrutaban del HCM que su gobierno contrató para todos los empleados públicos. Las aseguradoras y las clínicas hicieron su agosto con estas pólizas de seguros.
Ni hablar de tener que almorzar en el mismo restaurante con una familia de piel oscura al lado de su mesa. Eso era considerado una humillación. Más de una vez optaron por pararse de la mesa y retirarse del sitio.
Y no estoy exagerando. Recordemos que los sectores medios crecieron escuchando que la gente es pobre porque quiere, porque son flojos, y porque el rancho lo tienen en la cabeza. Por tanto, les costaba creer que Chávez les hubiera garantizado la educación y un buen salario para comer un fin de semana en una pizzería en el este de Caracas. "No, no, y no", golpeaba en sus oídos el subconsciente. "Esto no puede ser, tienen que estar robando".
La ira racial alcanzó tal magnitud, que el día siguiente después del triunfo de Chávez el 7 de octubre de 2012, colapsaron las redes sociales con mensajes de odio. Uno de ellos fue una cadena que llamaba a no dar más propina como castigo a los "malagradecidos" pobres quienes hicieron ganar a Chávez otra vez. Lean esta perla:
"Se acabaron los pendejos, de ahora en adelante no dar propinas ni a parqueros, ni a bomberos, ni a caleteros, ni a los que lavan carros, ni a la señora que nos ayuda en la casa, ni a los chamos en supermercados, cero aguinaldos, no comprar a buhoneros, que se jodan, porque aunque siempre reciban ayuda directa de nosotros, siempre votan por Chávez. Que empiecen a sentir el impacto de sus acciones, porque todos ellos viven de nosotros y del rebusque. Se acabó la regaladera de propinas. Estamos en un país socialista y tendremos que vivir así. Pásalo".
Este mensaje caló muy bien entre las capas medias y corrió como pólvora por las redes sociales. Claro, se sentían más cerca de Lorenzo Mendoza que de la conserje del edificio.
Ahora, con Maduro y Guaidó, tienen a sus hijos e hijas viviendo en el exterior, y lamentablemente les toca abrazarse por el celular. Pero no importa, porque cualquiera es mejor que Chávez.