Viernes, 01 de junio de 2023.- Es que acaso el poder tiene algo de magia, de mágico, de sobrenatural, que a través de los siglos el ser humano sueña con él, lo aspira, lo persigue, lo desea, se obsesiona con él y vive, algunas veces, solo en pos de lograrlo, y solo piensa en él y lo anhela por sobre todas las cosas en esta vida breve, que nos ha tocado transitar.
Indudablemente, posee características que lo alejan del ordinario vivir, de allí que su ejercicio permite realizar muchísimas cosas que pueden contribuir y contribuyen a hacer la vida de las comunidades más gratas y placenteras o más terribles y desequilibradas, extremos que se potencian con su ejercicio y se alejan infinitamente.
Es una constante en todas las organizaciones humanas que podemos llamar organizadas, es necesario y ansiado, cualquiera que sea la justificación que se argumente en su afanosa búsqueda, lo observamos claramente en nuestra breve pero convulsionada historia como seres vivos y llamémonos conscientes.
Sin importar mucho el grado de evolución de estas diversas y muchas veces antagónicas sociedades humanas, se encuentra presente en todas ellas, así como la lucha por lograrlo.
Esa aspiración por el Poder la pudiésemos catalogar como normal en el ejercicio de la vida en comunidad, ya que nos acompaña constantemente, eso es una cosa, pero la obsesión irrefrenable por su ejercicio a toda costa, tiene características patológicas que deben ser analizadas y observadas profundamente, con el objeto de neutralizarlas y someterlas a la voluntad general de la población afectada.
Los que lo ejercen lo saben, conocen de su enorme potencia, aunque no lo concienticen, lo saborean, lo degustan, lo disfrutan y generalmente, por no decir siempre, caen seducidos por sus influjos, sus seducciones y su propia fuerza, al buscarlo afanosamente, se encuentran, peligrosamente, sometidos a su tiranía.
La cual es muy difícil de evitar, de allí, que históricamente hablando, son pocos los que han logrado comprenderlo y manejarlo con sabiduría y moderación y son muchos los que han sucumbido y se han transformado ante su innegable influencia, prácticamente demoledora.
Nos atrae irresistiblemente, pero a medida que a él nos acercamos, vamos sucumbiendo a sus encantos y caemos, aun sin quererlo, bajo su dictadura tenaz.
Luchan, sus adoradores, a brazo partido por lograrlo, se entregan a su búsqueda con obstinada obsesión, arriesgan muchas veces hasta su propia vida y la de los suyos y una vez que lo logran, prácticamente se les hace imposible abandonarlo, alejarse de él, mansa y maduramente, alejarse de él y de todas sus implicaciones.
Por eso y por otras razones es muy difícil una vez saboreado su dulce y agradable veneno, renunciar a él, abandonarlo.
Es algo que casi nadie que lo ha ejercido, se plantea y si lo hace, seguramente tiene planes de reconquistarlo, tan seductora es su presencia.
Entonces, nos preguntamos: ¿es que hay alguna otra vía conocida por el ser humano que le permita proyectar y ejercer su visión del mundo, sus sueños y esperanzas que el ejercicio de El Poder?
Claro que ese ejercicio conlleva responsabilidades y el acompañamiento de una estricta ética que permita una vida mejor para todos y no solo para quien lo ejerce y su grupo de influencia y lo haga eficiente y digerible para el resto de los ciudadanos.