Si alguna afirmación pareciera estar demostrada es la de que: el éxito de una política se mide por sus resultadas. Contrarios hemos sido, y somos, de la verdad absoluta, concluyente, definitiva; a eso que algunos llaman la "verdad verdadera". Y, lo hemos sido, y lo somos, porque con inusitada rotundez se afirma: ésta es mi verdad; y, por tal, debe ser tenida. Al actuar de esa manera, se incurre en un reduccionismo que en nada contribuye a hacer, del análisis sociopolítico, un proceso de reflexión. Por el contrario, lo mimetiza, lo vuelve infalible.
Como podrá recordarse, en octubre del año 2020, la Asamblea Nacional aprobó la Ley Antibloqueo; y, en abril del 2021, la Ley de Zonas Económicas Especiales. Leyes que generaron -en algunos analistas- un asombro, de tal magnitud, que, con la mayor facilidad, acusaron al Presidente Nicolás Maduro de haber asumido los postulados del neoliberalismo. Leyes estas que, unidas a la propuesta de las 3R.nets (Resistencia, Renacimiento y Revolucionar), constituyeron propuestas fundamentales para reorientar y redimensionar la Revolución Bolivariana. Propuestas que tienen como objetivo fundamental, "construir la nueva época de transición al socialismo, rumbo al 2030… (para) avanzar en los objetivos planteados para el renacimiento de los sueños, la fe y el bolivarianismo en el país".
Algunos de quienes han condenado la nueva estrategia políticas, implementada por el Presidente Nicolás Maduro, han llegado al extremo de afirmar que estamos en una situación parecida a la vivida en Venezuela en los años de ochenta de la centuria pasada, que condujeron al "Caracazo" (27 y 28 de febrero de 1989).
Obvian que las razones que explican dicha insurrección popular, no podían ser atribuidas a movimientos de insurrección armada, como los tenidos en años anteriores; ni ha bloqueos, ni sanciones económicas, que la misma no formaba parte de un plan de desestabilización del sistema político venezolano. obvian que fue, el despertar del pueblo venezolano. Por lo que, dicha insurrección popular no podía ser atribuida de manera exclusiva al Plan de Ajuste Macroeconómico impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, a nuestro país. Sino que, la misma, fue el resultado de un largo proceso de deterioro de la sociedad venezolana. Por tanto, en el análisis de la misma no había cabida para explicarla a partir de la existencia de "chivos expiatorios" o "manos peludas". No fue por factores externos que se produjo "el caracazo". No puede negarse que el Plan de Ajuste fue una causa decisiva, fue el detonante, la chispa que "incendio la pradera"; pero, no fue la causa de las causas. Por lo que, sus raíces debemos buscarlas en esa Venezuela que, desde 1958, venía acumulando necesidades y frustraciones; mil veces engañada; convertida en un objeto electoral. Una Venezuela castigada por la imposición de un modelo de desarrollo capitalista dependiente y subdesarrollado.
La situación que vivimos ahora no es la misma, ni tiene origen similar. Que vivimos tiempos difíciles, sería una torpeza política negarlos. Que hemos cometido errores en la administración pública, resulta inocultable. Pero, los mismos, los hemos cometido actuando, sin cesar en la búsqueda de la construcción de una patria nueva, del Buen Vivir de nuestros compatriotas.
Es por ello que, cuando se afirma que el Presidente Maduro es neoliberal, se hace desde una posición subjetiva, carente de una perspectiva verdaderamente crítica. La misma no es dotada de una reflexión teórica profunda que le dé sustentación; se utiliza el adjetivo como un concepto a partir del cual se pretende definir una conducta política que, por su propia complejidad, convierte ese tipo de crítica en una valoración acrítica.
Quienes así proceden no han logrado entender que, las políticas gubernamentales que el Presidente Nicolás Maduro adoptó desde octubre del 2020 para acá, no han tenido otro objetivo que, enfrentar las agresiones imperiales a que hemos sido sometidos por los gobiernos supremacistas de Estados Unidos y sus seguidores, para devolverle a los venezolanos su seguridad social, su bienestar, su educación, su Buen Vivir.
Tres años después, el acierto de esta política está a la vista. Venezuela retoma el camino de la prosperidad económica, social y política iniciada en 1999.