Tres años del secuestro del diplomático Alex Saab Morán por parte del imperio norteamericano. Se lee y se dice fácil, incluso se escribe fácil, pero, como seres humanos y con la mano puesta en el corazón, sabemos que detrás de ese crimen hay una señora con el rostro lleno de dolor esperando todos los días que su esposo entre por la puerta de su casa, hay unas hijas ansiosas por volver a ver a su padre, que preguntan con insistencia por su papá; toda una familia que, aunque llena de esa fortaleza que sólo da el amor, se encuentra estremecida y herida en sus entrañas, en lo más profundo de su ser.
Lo más duro es que a Saab Morán lo asiste la razón, pero lamentablemente es víctima del imperio más criminal del mundo, un imperio en decadencia, situación que lo hace más peligroso aún porque lo hace actuar como una fiera herida, que se sabe perdida y actúa irracionalmente.
Y ese es el caso del que ha sido víctima nuestro diplomático, secuestrado de Cabo Verde luego de ser designado por el presidente Nicolás Maduro Moros como Enviado Especial para Asuntos Humanitarios, en cumplimiento de una de las más grandes misiones que se haya ordenado en favor del pueblo de Venezuela, después de que EEUU nos aplicara las criminales sanciones en complicidad con los cabecillas de las organizaciones Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y la Acción Democrática que dirigía Ramos Allup.
Saab le hizo frente a la situación en el momento en que el expresidente de EEUU Donald Trump, ahora enjuiciado por las tropelías que cometió en su propio país, ordenaba perseguir los barcos que iban con gasolina, alimentos, medicinas, equipos médicos, para el pueblo venezolano. La idea del imperio era que la gente en su desespero se rebelara en contra del presidente Maduro… Qué poco conocen a los hijos de Bolívar, presididos por un digno hijo de Chávez.
El embajador de Venezuela ante la Unión Africana, Alex Saab, por instrucciones del presidente Maduro, asumió el compromiso de importar los alimentos para la caja de los Clap, beneficio que llega a las familias más necesitadas de la Patria de Bolívar.
Esa inmensa labor humanitaria que siempre le agradeceremos al diplomático, fue lo que hizo que los agentes del imperio norteamericano llegaran a Cabo Verde y se lo llevaran de una manera brutal, para trasladarlo a una de sus cárceles en EEUU, donde es víctima de torturas físicas y psicológicas, como solo ellos las saben proferir.
EEUU violó el derecho internacional, como es su costumbre. Conculcó la figura del diplomático establecida en la Convención de Viena, el derecho a comunicarse con funcionarios consulares y la debida entrega de información a autoridades, normas establecidas sobre las Relaciones Consulares, violó los derechos que tiene una persona internacionalmente protegida.
Incluso, Saab Morán fue secuestrado por la Interpol el 12 de junio de 2020, pese a que para el momento no poseía código rojo vigente y, ante tal situación, al día siguiente, es decir, el 13, emitieron una orden de captura extemporánea.
Seguidamente comenzaron a sembrar diferentes matrices de opinión para descalificarlo como diplomático, pero no han podido. Ni podrán. Además, Mark Esper en su libro "Un juramento sagrado: memorias de un secretario de Defensa durante tiempos extraordinarios", dejó claro que Trump sabía de la condición de diplomático de Saab Morán.
La esposa, Camila Fabri de Saab, relató a medios que el día del secuestro pudo hablar con su esposo unos cinco minutos y le contó que llegaron unos 20 policías y se le lanzaron encima, no le dejaron ni calzarse los zapatos; lo tenían sin agua, sin comida, y las agresiones eran constantes, al punto que le rompieron tres dientes.
Y en EEUU, como era de esperarse, fue peor. El mismo Alex Saab dijo, en declaraciones que circularon por diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales, que todas las noches entraban cuatro verdugos a su celda y lo molían a golpes, para que suministrara declaraciones falsas en contra del presidente Maduro, cuestión que no han logrado, lo cual destaca la valentía y dignidad del diplomático en estas circunstancias.
Gracias a Saab hay una gran mayoría de venezolanos que pudo llevarse un bocado de comida a la boca o que pudo obtener sus medicinas. Esta es una verdad más grande que un templo.
Por eso, desde esta humilde tribuna, no he dejado de brindar mi solidaridad al embajador, a toda su familia, así como a las organizaciones y personalidades que en el mundo han levantado su voz al respecto.
No le temo a la verdad, porque la razón está del lado de Alex Saab, sólo me preocupa que la capacidad criminal de quienes gobiernan EEUU no tenga límites. Reflexionemos sobre la manera cómo han permitido que la droga y la venta de armas les enfermara la sociedad. Y si no les importa su propia gente, qué les puede importar la vida de un extraño.
Por ende, no debemos de callar nunca. Invito a sumarnos a las acciones tendentes a liberar al embajador Alex Saab. La verdad y la justicia nos asisten. Toda mi solidaridad con la señora Camila Fabri de Saab, luchadora incansable por la excarcelación de su esposo, del hombre que entregó su libertad por traerle alimentos a mis hermanos venezolanos, bajo las instrucciones, repito, del presidente Nicolás Maduro, otro combatiente que no da un paso atrás cuando de luchar por su pueblo se trata.