Lunes, 26 de junio de 2023 .- Cuando en medio del ajetreo en que vivimos los que moramos en esta tierra de gracia, tan dotada de recursos y tan mal administrada, buchona en anomalías y llena de asuntos por resolver, trato de conseguir un poco de sosiego y observar dentro de mi óptica de adulto mayor, con demasiado estrés por la realidad que me circunda e intentando no perder el optimismo que aún a pesar de todo me acompaña como fiel aliado.
Digo que trato de observar, con tranquilidad de espíritu esta bizarra época que estamos viviendo, no sólo en nuestro país, sino alrededor del globo terráqueo, Orbit et Urbis, como diría mi buen y recordado amigo monseñor Almonoz.
Y viene a mi mente la historia de la Torre de Babel, que de acuerdo a lo que recuerdo me contaron cuando muchacho, fue un intento alocado, como suelen ser muchos de sus intentos, alocado intento del ser humano de alcanzar las alturas celestes, las cotas más altas y llegar al cielo, sin contar que una divinidad, no recuerdo su nombre, no vio con buenos ojos el intento y dividió a la población, sembrándole diferentes lenguajes, con los cuales los dividió irremediablemente y abortó su esfuerzo de terrícolas igualados, con aspiraciones divinas.
Siento que Babel sigue presente y que no hemos avanzado lo suficiente para lograr un lenguaje común, a pesar de que hablamos el mismo idioma.
La torre está inestable, hay inestabilidad creciente en la torre de Babel.
Mosca, como decíamos en los 70s.