"El mal es temporal, la verdad, y la justicia imperan siempre".
Rómulo Gallegos, en Doña Bárbara.
Doña Bárbara novela, y su resultado en la lectura fue excelente, donde los estudiantes que en su mayoría se la leyeron, les gustó esa magna obra, por la opiniones recogidas por muchos historiadores. No pareció aburrida y contaba cada hecho con emoción, muy bien reflejados en la Venezuela de hoy, si al caso vamos. Su comparación hoy en pleno siglo XXI es inmediata por las aberraciones que vemos: "En la metástasis politiquera del conflicto entre barbarie y civilización la primera es violenta y recurrente en nuestra historia, y es así como hoy padecemos otra vez a doña Bárbara: donde se ven a grupos paramilitares violentos, ¡atacando las concentraciones políticas opositoras, dándoles cachetadas, y patadas por ese culo, ejemplo Capriles, esto es barbarie y nos aleja del binomio democracia-progreso!".
Estas fueron las palabras casi textuales Motivos, que no razones, tenía Mujiquita para querer esconderse bajo el mostrador de su pulpería cuando vio aparecer a Santos Luzardo-la educación y el civilismo democrático en persona-. Primero, porque aquella amistosa injerencia suya en la querella que contra doña Bárbara llevara aquél por causa de los trabajos pedidos y negados, le había costado que Ño Pernalete le quitara la secretaría de la Jefatura Civil, y luego, porque no se le escapaba lo que ahora pudiera llevar entre manos su antiguo condiscípulo, y ya veía en peligro el sueldito con que por fin había vuelto a favorecerlo Ño Pernalete, después de muchos ruegos suyos y de su mujer, y de muchas promesas de no volver a incurrir en quijotadas.
Pero Santos Luzardo no le había dado tiempo a ocultarse y tuvo que fingir contento de verlo: ¡Dichosos los ojos que te ven! ¡Qué caro te vendes, chico! ¿En qué puedo servirte?
Si no me han informado mal, ya sabrás a lo que vengo. Me han dicho que eres el Juez del Distrito. ¡Sí, chico! – Le dijo Mujiquita, al cabo de una pausa–Ya sé lo que traes entre manos. El asunto de la muerte del peón, ¿no es eso? –Lo de los peones –rectificó Luzardo–. Porque fueron dos los asesinados. ¡Asesinados! ¡No me digas, Santos! Mira, vente conmigo al juzgado para que me cuentes cómo fue eso. ¿Para que te lo cuente yo?
No. Dispénsame. Para que me des unas luces. Para que me indiques lo que debo hacer.
Pero, Mujiquita, ¿a estas horas todavía no lo sabes?
¡Pero, chico! Y el gesto de Mujiquita, al replicar así, suplicó con una elocuencia aplastante estas palabras inútiles: ¿No sabes dónde estamos? Llegaron al juzgado. Mujica abrió de un empellón la puerta, simplemente cerrada, y defendida por su propio desnivel, y entraron en una sala de techumbre pajiza y paredes encaladas, donde había un escritorio, un armario, tres sillas y una clueca echada en un rincón. Para brindarle asiento a Santos, Mujiquita llenó de polvo el recinto al sacudir el que estaba depositado sobre una de las sillas. Se comprendía que allí nadie tenía costumbre de acudir a aquel tribunal.
Santos se sentó rendido, más que de cansancio de desaliento, por la impresión que producía aquel pueblo, aquel juzgado y aquel juez.
Sin embargo, reaccionó, y procurando sacar todo el partido posible de Mujiquita, le explicó cómo venía Carmelito, acompañado de su hermano Rafael, y qué cantidad de plumas llevaba para San Fernando.
Mujquita le dice: "Achanta aquí un pelo. Voy rapidito a contarle esto al general. Él debe de estar en la jefatura civil. No te haré esperar mucho compa". ¿Pero que tendrá que ver el jefe civil en todo este peo? ¿Qué tiene que ver el jefe civil en este asunto? ¿Y le pregunta Santos Luzardo? ¿Ya transcurrieron los días que la ley establece para que el sumario pase al juez competente? ¡"Ah, compita, espetó Mujiquita, como todo un rábula del derecho"!: "Mire: mi general es buena gente, pero aquí entre nos, en todos los procedimientos hay que bajarse de la mula". Tanto en lo civil como en lo judicial, aquí se hace lo que él señale". Entonces Santos Luzardo le pregunta a Mujiquita: "Y como tú, estás aquí de cómplice para favorecer a Ño Pernalete, con la corrupción, y no para administrar justicia…" y le contesta el "alacrán" Mujiquita: "Yo estoy aquí para completarles la arepa a mis hijos, ya que la pulpería no me la da completa".
Pensamientos y pasajes como el de la anterior narrativa, se le vienen a la mente de uno cuando se observa a quienes cumplen un rol semejante al del Mujiquita de Doña Bárbara, y no hacen más que esperar las instrucciones de los "Ño Pernalete" por cuanto las arepas deben completárselas a sus hijos. ¡SIC! Donde las sentencias, si son asesinatos la oscura mano móvil la pasa a ser suicidios, o si la Norma dice va preso, y la mano peluda interpreta que queda en libertad plena, y que debido, porqué si se decide otra cosa Ño Pernalete, como Jefe Civil, se arrecha, molesta, incomoda por tumbársele la jugada. De esta forma ejemplar Rómulo Gallegos desnuda al totalitarismo en esta maravillosa novela, la cual hay que a leer para desprendernos de la politiquería mediocre, y de albañal, que nos envuelve en el día a día, y no transporta a sus entrañas, en tiempos pasados, pero que de manera cíclica, y la cual lastimosamente, la historia la repite como novela, y como tragedia.
De esta novela al releerla, en mi interpretación, no se en la de otros lectores, se deduce con facilidad la nula o falta de independencia del Poder Judicial, y la vulgar intromisión del poder Ejecutivo en sus decisiones. Ahí no valen las leyes, la Norma, sino el autoritarismo corrupto del Jefe Civil, quien tiene el control del Mujiquita-alacran-, ya que le conoce todos sus choreos, y corruptelas, y la forma del rebusque que utiliza para cuidar su arepa, y la de sus hijos, y en complicidad ciega cumpliendo las instrucciones del Ño Pernalete general corrupto. De allí deducimos lo que le dice Ño Pernalete al Juez y a Santos Luzardo: "Por eso en mi jurisdicción, cuando se presenta un litigio o querella, como dicen ustedes los rábulas del derecho, donde yo los llamo un ataja perros, me informo primero en la calle, a través de radio bemba, quién es el que tiene la razón, y me vengo aquí al despacho, y le digo al señor jurisconsulto:"Bachiller Mujica, quien tiene la razón es fulano de tal. Sentencie ahora mismo en favor suyo y punto.", y antes de abandonar el tribunal remata en clara e inteligible voz: "Ya lo sabe, doctorcito Mujica. ¿ No me vaya alborotar el avispero"? Lo cierto es lo que explica Santos Luzardo: "Del tamaño de un templo, y una gran verdad, de que no existirían los Ño Pernaletes-corruptos, si no existieran los Mujiquitas lambucios…", pero a la vez comprendió que aquel pobre infeliz y coco seco era también una víctima de la barbarie devoradora de hombres (…)", como lo es la corrupción, la mediocridad, y la falta de educación.
Estamos en manos de los Mujiquitas-Alacranes que obedecen con fidelidad todo lo que ordenen los Ño Pernalete, y mientras tanto el país se derrumba con el gallinero del alto costo de la vida, y la inflación bien alborotados. Ojalá encontremos los mecanismos para desplazar a los Mujiquitas-Alacranes, y designar allí verdaderos juristas que aprecien el valor de la Constitución en un Estado Social de Derecho, y de Justicia, y que esto sea lo más importante que las instrucciones que reciban de los Ño Pernalete. Una clase magistral es la de interpretar esta clase avanzada del derecho, lo que nos pudo obsequiar Rómulo Gallegos, además de enseñarnos a futuro que la barbarie devoradora de hombres vino de la politiquería en los penales, y no es otra sino la fulana "Corrupción, Ño Pernalete, similares y conexos y otras calamidades de este nefasto siglo XXI, carcomido por la politiquería".
Doña Bárbara no sólo nos ha permitido identificar rasgos de nuestra venezolanidad sino que en ella se descubre un clásico en el cual se pueden identificar influencias de la Biblia, Don Quijote e incluso elementos que implican la tradicional lucha entre el bien y el mal. En las palabras esperanzadoras de Rómulo Gallegos, no olvidemos que a pesar de lo que nos ha hecho padecer la barbarie, nuestra tierra venezolana es: "muy propicia para el esfuerzo, como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena ama, sufre y espera su oportunidad".