Desde que uno nace, llevamos una cruz a cuesta, bien pesada. Basta ser pobre para cargar con ella. Le he pedido a Dios, a los santos y a todas las vírgenes para mejorar en la vida; pero, cuando vi que ellos no pudieron atender mis suplicas, tuve que apelar a la oración de la santa cruz; y opté por la Cruz de Mayo, que tampoco me ha servido para lograr el propósito referido. Pues, es ahora cuando me entero que a la verdadera cruz a la que había que pedir y rogarle, es a la Cruz Roja.
No sabía que el color de la cruz era definitivo para obtener el milagro, y menos el color rojo, que ha sido blanco de críticas por aquello del comunismo y la izquierda. En realidad, me doy cuenta que la cruz milagrosa es la roja; sino pregúntenselo a quienes dirigieron la Cruz Roja por tantos años y hoy se descubre que el milagro abarca la creación de 18 empresas en el exterior. Y supongo que lo hicieron desde el corazón, como dice su lema. ¡Vaya que milagros! Milagros que datan desde hace mas de 40 años, tiempo en el cual se pueden criar a los hijos y empaparlos del negocio y de allí pueden depender muchas generaciones.
Esa es la situación que hoy viven, quienes hicieron de la Cruz Roja, su banco particular, su emporio, su hacienda, Y sin embargo, yo todavía ando buscando los requisitos para un emprendimiento, y pidiéndole al Dr. José Gregorio Hernández, aprovechando su beatificación, a ver si mete la mano por mí, y cambia mi suerte. Mientras tanto seguiré jugando bingo, a ver si me toca por lo menos el premio por la cruz chiquita o la cruz grande.