La Campaña de Monteverde y la Capitulación de San Mateo
El 17 de marzo de 1812, desde Coro, llega a Siquisique el Capitán de Fragata Domingo Monteverde, al mando de unos 1.500 soldados, cumpliendo el mandato del gobernador de Coro, Brigadier José Ceballos, quien lo comisionaba para que fuese a reconquistar la Provincia de Caracas. Aunque Juan Uslar, afirma en su obra "La Rebelión Popular de 1814", Monteverde realizó esa expedición si autorización de sus jefes: Ceballos y Millares. Lo cierto es que en Siquisique fue recibido por el Capitán Juan de los Reyes Vargas y el presbítero Andrés Torrellas, quienes ya de antemano le habían ofrecido todo el apoyo necesario para emprender desde allí la campaña de reconquista de las provincias que se habían adherido al proceso republicano.
Después de la toma y saqueo al pueblo de Siquisique, sigue hacia Rio Tocuyo, llegando El 23 del mismo mes a Carora, y el 7 de abril a la ciudad de Barquisimeto, que había sido desbastada por el terremoto del 26 de marzo, donde las tropas republicanas habían sufrido un duro golpe, por parte de este fenómeno natural. Estas acciones iniciales de Monteverde, fueron favorecidas por el terremoto del 26 de marzo, lo cual le permitió avanzar hasta San Carlos, sin que los republicanos lograran oponer efectiva y suficiente resistencia.
El 25 de abril, las tropas realistas derrotaron en Los Colorados de San Carlos (Cojedes) a las fuerzas republicanas mandadas por el coronel Miguel Ustáriz; después de esta victoria, Monteverde siguió hacia Valencia y la ocupó el 3 de mayo. Francisco de Miranda, al frente del ejército republicano trata de neutralizar la ofensiva realista. Monteverde vence, en las cercanías de Valencia, a las tropas republicanas.
El 19 de mayo, Miranda convoca una asamblea para conformar una junta, que integran Juan Germán Roscio, Francisco Talavera y José Vicente Mercader; los 2 primeros en representación del Poder Ejecutivo y el tercero de la Cámara de Representantes, con el propósito de estudiar y evaluar la crítica situación que se presentaba y la aplicación de las medidas para la defensa de la República, acordando: 1) publicar la ley marcial, (de la cual ya hemos visto), siendo facultado, el general Miranda para nombrar jefes y comandantes militares con amplias atribuciones, incluidas las de gobierno en su zona; 2) autorizar a Miranda para que tratase directamente con las otras naciones lo relativo a los auxilios necesarios para la defensa; 3) autorizar la emisión de papel moneda y el establecimiento de bancos.
Ante el avance de las tropas realistas, Miranda se retira de la ciudad de Maracay hacia La Victoria, el 17 de junio y se trasladándose con todas sus tropas, dejando la zona libre de resistencia, Monteverde continúa con la ofensiva y, desde San Mateo, avanza asestando ataques contra los republicanos los días 20 y 29 de junio, sin embargo obtiene grandes pérdidas, por lo que se ve obligado a establecerse en San Mateo, en espera de refuerzos. Es en este momento, cuando se produce la rebelión de esclavos en Barlovento (24 junio); (de la cual ya escribí en la entrega anterior), mientras Antoñanzas, el jefe realista, toma a calabozo, San Juan de Los Morros y Villa de Cura, provocando serios reveses a los republicanos.
Y para colmo de males, el 30 de junio estalló una insurrección armada en el Castillo San Felipe en Puerto Cabello; Plaza que estaba bajo el mando del Coronel Simón Bolívar, en la que participaron algunos procesados militares de la rebelión de Valencia de 1811. Bolívar no escatimó esfuerzos en defensa de la Plaza y dominar el movimiento, insurreccional, pero al final es dominada por los realistas y con ello todo el material de guerra y otros recursos almacenados allí, todo debido a la traición del Teniente Binoni que deliberadamente provocó la insurrección y entregó la Plaza a los realistas.
Este momento crítico, para Miranda marca el fin de aquellos primeros destellos de la lucha por la independencia, con la resultado de la insurrección de Valencia, la caída de la Plaza de Puerto Cabello, los éxitos del jefe realista Antoñanzas, en los llanos de Calabozo, aplicando crueldades que hacen que muchos, por cobardía se le suman; la insurrección de Barlovento, en el momento que se multiplican las deserciones, el dominio que Monteverde ya ostentaba desde el inicio de la campaña, en el Occidente de la Provincia de Caracas, que había emprendido desde Siquisique, con el inicial apoyo del Capitán Juan de Los Reyes Vargas, que desertó de las filas republicanas, y el Padre Andrés Torrellas, cura párroco de los pueblos de San Miguel y Moroturo, ambos con un nutrido componente de aproximados cuatrocientos soldados, que se declaraban afectos al rey de España, más el resultado favorable para Monteverde, que resultó la situación y la desgracia natural, como producto del terremoto del 26 de marzo, que dejó dolorosos estragos humanos, y materiales en casi toda la República, dieron un vigoroso impulso a la ofensiva de Monteverde, y aunado a esto, como si fuera poco, la enconada desconfianza de los mantuanos que ahora ostentaban, no sólo el poder económico y social, ahora también hacían gala del poder político, que por trescientos años no habían tenido, y ahora aupaban a las masas populares, en repudio al Generalísimo Francisco de Miranda, negándole el apoyo necesario para el logro triunfal, lo que apresuró a Miranda a entablar conversaciones con Monteverde. El 12 de julio, le envió una comunicación con la proposición de una suspensión de armas para conferenciar acerca de importantes asuntos y evitar «la efusión de sangre y otras calamidades que son consiguientes a una guerra obstinada»,
Monteverde con muchas reservas al fin aceptó la propuesta de Miranda, e informa que ha ordenado la suspensión de hostilidades, Miranda anuncia el envío del teniente coronel Manuel Aldao, al sargento mayor José de Sata y Bussy; los cuales se presentan ante Monteverde el 17 de julio, con un pliego contentivo de varios puntos, produciendo un proceso de pésimas conversaciones, donde la prioridades de avance en las condiciones eran dificultosas para Miranda, las condiciones son impuestas por el Jefe realista, que al fin acepta Miranda, con cierta resignación, designando al Sargento Mayor de artillería José de Sata y Bussy, con todos los poderes necesarios «a fin de que termine esta negociación a satisfacción de ambas partes y para la perpetua felicidad y tranquilidad de los pueblos», lo cual no era cierta tal satisfacción, ni felicidad y tranquilidad, sino todo lo contrario, más que obligada por el momento crítico, en desventaja para la causa republicana, se procede, el 25 de julio, a firmar el acta mediante la cual quedaban concluidos y ratificados los convenios aceptados por las partes beligerantes, convenios que al fin y al cabo nunca fueron cumplidos por gobierno encabezado el Jefe Realista.
Luego de la Capitulación Miranda llega a La Guaira, con la intención de embarcarse y emprender una nueva expedición desde el extranjero, pero es hecho prisionero por un grupo de oficiales patriotas, encabezados por Simón Bolívar, con el propósito de juzgarlo por haber ordenado la capitulación. Es que la Historia también está llena de tristes y desoladoras ironías.
¡BOLIVAR VIVE!