¡Aléjanos la guerra! Carta al Niño Jesús

Querido Niño Jesús.

No es la primera vez que te escribo públicamente así que no te preocupes. Mis amistades ñángaras saben que creo en Tí, que espero que me nazcas en el alma a cada instante.

No seré yo quien te informe que vienes a un mundo que desborda guerras por los cuatro costados.

La que estaba de moda hace seis meses, la ruso-ucraniana da vergüenza porque, dolorosamente, todavía han de morir soldados hasta que se le haga entender a Zelensky que la farsa se acabó. Qué ése es el costo de ser un intercambiable peón de la OTAN. Que los países europeos no ven la hora de volver a sus convenios energéticos con Rusia, porque ser los furgones de cola de los intereses de los Estados Unidos les ha deparado gélidos inviernos, por lo demás muy caros. Perdona Niño Jesús, mis devaneos geopolíticos, pero, si no te los cuento a Tí, ¿a quién se los voy a contar?

La llaga purulenta del colonialismo extractivista hace de gran parte de África una insomne hoguera de horror. Yemen, los ahora dos Sudán, Nigeria y, probablemente la más sangrienta, la guerra por el tantalio (ya no se dice coltán) en la República del Congo. Tristemente, no creo haber agotado la lista de la carnicería que tanto entusiasma al complejo militar industrial global.

Ni por un instante pienses que te voy a hablar de Gaza como de una guerra. Tiene todas las bombas, las balas y el horror de una guerra, pero tiene solo un bando.

Es un genocidio.

Cómo nos lo recordó Frei Betto, Netanyahu, siguiendo la conducta de su antecesor Herodes hace 2023 años, está exterminando al pueblo palestino empezando por los niños y las niñas. Cebándose en ellos.

No está solo en ese barrizal de sangre infantil. Lo acompaña el gobierno de Joe Biden, que cada vez es menos el gobierno de los Estados Unidos y que, sometido a la extorsión sionista, parece estar dispuesto a cargar con la contundente repulsa del pueblo estadounidense a la complicidad de su gobierno con el genocidio perpetrado por el Estado israelí contra el pueblo palestino. Repulsa particularmente aguda en sectores judíos de la población.

La llamada "Comunidad Internacional" está más desprestigiada que nunca, y uno aspiraría a que una ráfaga de dignidad poseyera a Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, y se le plantara al Departamento de Estado norteamericano y le dijera que para montar su circo en el Consejo de Seguridad se buscaran un payaso. Que no contaran con él.

Perdona que te lo diga, Niño Jesús, pero también creo que el Papa Francisco debería tratar de decir la Misa de Navidad desde Gaza.

Pero nada pasa, y la población civil palestina es masacrada por tierra, mar y aire mientras una Navidad de pacotilla se nos pretende imponer por los medios de comunicación social.

¿Podrías nacer hoy en Belén sin ser inmediatamente crucificado con proyectiles Tavor Tar?

No sé cómo pedirte, Divino Niño, que cese esa matanza sin fin. Ese genocidio.

Sin salirme del tema de la guerra, pero salvando las distancias porque por lo menos, por ahora, no nos estamos matando, quería, Santo Chamo, aquí en confianza, hablarte de una guerra que me tiene muy preocupado.

Me la han estado fabricando durante semanas y tiene un participante un tanto ambiguo que lo hace muy peligroso. Es la presencia de una importante empresa transnacional petrolera, la Exxonmobil, uno de cuyos mayores accionistas y Jefes, Rex Tillerson fue Secretario de Estado en el gobierno de Trump. O sea, es una empresa que dispone del Comando Sur. Una empresa con intereses petroleros, pero también geopolíticos, que pudiera estar tratando de hacer inevitable una confrontación entre Venezuela y Guyana por el territorio en reclamación del Esequibo, y esto le permitiera intervenir como empresa, o como Departamento de Estado, o como ambos, y quedarse con la fachada Atlántica hasta Tucupita.

Así serás Tú de asertivo, Niño Jesús, que sabías que era de esa guerra que te quería hablar y ya me empezaste a conceder lo que te he pedido, pues la reunión de los presidentes de Guyana y Venezuela de este pasado 14 de diciembre en Argyl (San Vicente y las Granadinas) alejó la guerra. No la conjuró, pues la Exxonmobil sigue operando, pero por lo menos, la alejó.

No es poca cosa, Niño Jesús. Tenían semanas abarrotando con imágenes de aviones bombarderos, barcos de guerra, tanques, cañones y ametralladoras los medios de comunicación y las redes sociales. Los perros de la guerra se dieron banquete manoseando a la patria, cómo diría Ali Primera, usufructuando para su negocio el amor patrio tanto del pueblo guyanés como del venezolano. Ha sido tremendo vivir la experiencia de que las guerras, antes de estallar se inflan, se azuzan, se provocan.

El punto aquí, Niño Jesús, es darse cuenta de cuáles son los bandos reales en conflicto, pues cualquier incauto puede creer que son Guyana y Venezuela y no es verdad.

En un bando están los que quieren para el Esequibo y el resto del continente el destino de mina. De materia para ser extraída. Destino éste que nos fue impuesto por el colonialismo europeo a partir en 1492.

Este bando es muy fuerte. Tiene a los presidentes de Guyana y Venezuela repartiendo concesiones a empresas transnacionales hidrocarburíferas. Tiene cuantiosas inversiones de China, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etc. Tienen la potencia militar que requieran en cada caso y circunstancia.

En el otro bando estamos en Guyana, en Venezuela y en el mundo quienes sostenemos que el territorio Esequibo contiene la experiencia de los pueblos que lo habitan desde hace milenios: los Macushi, los Guapishana, los Guarao, los Pemón, etc, quienes demostraron que era posible vivir en equilibrio y armonía con el bioma amazónico en el que se constituyen como pueblos. Y que son éstos, sus culturas, sus idiomas, su invalorable experiencia, las primeras víctimas del extractivismo hidrocarburífero.

Estamos quienes sostenemos que el bioma amazónico, y en particular su fachada Atlántica, el espacio geográfico entre la desembocadura del Orinoco y la del Amazonas, lo que incluye al territorio Esequibo, es el más importante regulador climático de la Tierra, y que su degradación como resultado de la explotación hidrocarburífera, significaría un atentado contra el aire, el agua y la biodiversidad que posibilitan la reproducción de la Vida en el planeta.

Esos son los verdaderos bandos de esta confrontación, Niño Jesús. Confrontación que se da cuando las representaciones de las naciones insulares y costeras del mundo, con el agua del océano en los tobillos, sumergiéndose por la elevación del nivel del mar como resultado del derretimiento de los polos Ártico y Antártico por efectos del calentamiento global , han ido a la COP 28 en Dubai, de la que no voy a despotricar mucho, pues a fin de cuentas es el único valle al que ir a llorar, y levantaron su voz para denunciar la indolencia culpable de su desastre, mientras el Departamento de Estado norteamericano, a través de su carnal Exxonmobil, alentaba una guerra, anunciando su apoyo militar a Guyana, para quedarse con la cuenca hidrocarburífera del Esequibo e incrementar así la producción responsable de la emisión de gases de efecto invernadero con el consiguiente incremento del calentamiento global.

Esos, a mi modo de ver, son los hechos, Niño Jesús. Esa es la Humanidad que espera tu llegada en esta Navidad.

Si nos sigues alejando la guerra de la Exxonmobil ya es un espléndido regalo pero yo, abusando, te voy a pedir de ñapa que nos ayudes a encontrar a Tareck El Aissami. No por andar de chismosos, averiguándole la vida a ese señor, que si dónde está, que si cómo está, sino porque nos dejó el pelero con 30000 millones de dólares perdidos en el criptoespacio. No te imaginas Niño Jesús, cuánta falta están haciendo. Por otra parte, si se le pregunta al gobierno que dónde está ese señor, y la millonada que bajo su responsabilidad se esfumó, lo menos que te dicen es traidor a la patria.

Gracias adelantadas y ya sabes Santo Chamo: Siempre en contacto.



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Santiago Arconada Rodríguez


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