La Guerra Federal fue un acontecimiento histórico de lucha armada y resistencia popular, que se inicia el 20 de febrero de 1859, en Venezuela, con el desembarco de Ezequiel Zamora, en la Vela de Coro, desde Curazao, donde se encontraba desde el año anterior, debido a la persecución política, a que habían sido sometidos los dirigentes de los movimientos revolucionarios, que avivaban las luchas populares, desde la insurrección campesina de 1846.
Fue un proceso histórico militar, que logra su apoteosis, en la Batalla de Santa Inés de Barinas, el 10 de diciembre de 1860, después de transitar espacios de abrupta naturaleza, de los territorios de los actuales estados Portuguesa, Guárico, Cojedes, Apure y Barinas, con un ejército conformado por campesinos, con escaza preparación en el manejo de armas de guerra, pero con una voluntad férrea de combate por la libertad, y de un amplio conocimiento del terreno. Según las fuentes históricas nos revelan que eran tres mil hombres, que participaron en esa campaña que concluye con la batalla de Santa Inés, que en el trayecto de aquella operación, el ejercito de Zamora, era asistido por el pueblo: "mujeres que salían voluntariamente de las selvas y atravesaban grandes distancias para llevar a Zamora bastimentos y pertrechos", que era, con lo que no contaba, el ejército del Gobierno: apoyo popular.
Este acontecimiento histórico, marcó un hito en la lucha popular, por la justicia social y la dignidad del pueblo venezolano, que funda sus antecedentes desde el inicio de las tensiones políticas y sociales que surgen después de la desintegración de la República de Colombia, que había sido creada bajo la idea integradora del Libertador Simón Bolívar. Idea que se disipada en desavenencias e intrigas políticas, tras su desaparición física el 17 de diciembre de 1830. Es cuando la burguesía pasa a presentar el rostro aborrecible de la Cuarta a República, que se instauraba a sangre y fuego contra la reacción del mismo pueblo que luchó en la Guerra, por independizar a Venezuela del Imperio Español, ahora frustrado por la traición y el engaño y subyugado por los nuevos amos del poder.
En Medio de aquella espantosa crisis, que afectaba al pueblo por sobre todas sus inherentes necesidades, y a medida que ese pueblo forjaba sus esperanzas por establecer un sistema justo de gobierno, surgían diferencias entre las facciones políticas del momento: centralistas y federales, que desde la visión de los oprimidos, ambas eran conducidas por las roscas caudillistas; y las masas populares, oprimidas y empobrecidas, más que afines a alguna tendencia, sólo veían a su manera de entender, la importancia de encontrar una esperanzadora solución viable a su desvalida situación, ahogada en el cúmulo de sus necesidades. Circunstancias en las que se constreñían las acciones para establecer un consenso normativo, para establecer la descentralización del poder y la autonomía del estado a favor del pueblo, mientras el gobierno estuviera regido por las roscas oligárquicas, encabezadas por Páez y Soublette, y otros, como los Monagas, paradójicamente, héroes de la Independencia de Venezuela, convertidos ahora en esbirros del pueblo y principales acaparadores de las tierras de la Nación Venezolana, que ellos gobernaban a sus antojos.
Políticamente los postulados que proponían los partidarios federales eran: la creación de un sistema que permitiera la descentralización del poder político y económico, la abolición de la esclavitud, que ya legalmente , en el año 1854 se declaraba su abolición, pero que aún en la práctica, se mantenían fuertes secuelas de esa práctica inhumana, y la más fuerte propuesta como era la distribución de la tierra entre los campesinos, a los que en la época de la Independencia se le había ofrecido la justa dotación de la tierra, mediante los Decretos de Bolívar, por ejemplo el "Decreto sobre Repartición de Bienes como Recompensa a los Oficiales y Soldados" del el 10 de octubre de 1817, que contemplaba que: "el reparto de propiedades como acto de equidad acorde al mérito del militar reflejado en su grado. Así, al General de División le correspondía una propiedad equivalente a 20 mil pesos; al General de Brigada recibiría una por 15 mil, al Coronel, de 10 mil, y así hasta llegar al Cabo, quien recibiría alícuotas correspondientes a 700 pesos y el soldado raso, quinientos". Pero José Antonio Páez, ahora el dueño del poder de Venezuela, el otrora héroe de mil batallas, para manipular a su favor y, a favor de sus congéneres terratenientes, el proceso de reparto de tierras entre los militares, adoptó un sistema de "vales", el cual daba pie a la negociación de los lotes de tierra asignados a los militares, por supuesto, los de bajos rangos, y sus deudos, mediante documento que se haría efectivo en algún tiempo no determinado, que permitiría, manejar un monto de dinero, a su antojo, convirtiéndose de esa manera, los "vales", en un instrumento de burla, al propósito del Decreto de 1817 y reconstituyéndose de esa manera el latifundio, bajo el amparo cómplice del gobierno, y demás poderes al servicios de los caudillos locales, quienes se convirtieron en jefes políticos, en sus localidades, con maléficas ínfulas de poder, tanto en lo económico como en lo político, es lo que se convierte en el ingrediente propicio para la insurrección campesina de 1846.
La promesa del Libertador Simón Bolívar, promulgada en el Decreto de 1817, no solo seguía siendo incumplida, sino burlada, mientras las tierras eran acaparadas en manos de un reducido grupo de terratenientes, que detentaban el poder y determinaban las directrices del gobierno, que se habían convertidos en caudillos locales, sometiendo al campesinado a la condición de peones mal pagados, que utilizaban en sus hatos y haciendas, que desarrollaban sobre las tierras usurpadas.
Los ideales emancipatorios de la Revolución Federal, apuntaban a combatir la centralización del poder en manos de esa élite criolla, que había generado un desmedido descontento de las clases populares, que se aferraban en la lucha contra la injusticia y la desigualdad social, lo cual generó la fuerte crisis política y económica, que vivía el país, desde 1830, como herencia secuencial de la Guerra Independentista, que provocó el caos entre las rivalidades del caudillismo arrollador, las élites de los gobiernos complacientes, plagados de incompetencia, para servir al pueblo, tallados al molde de la campante corrupción, y una clase popular de campesinos empobrecidos, esclavizados, manumisos, aborígenes, zambos, pardos y hasta blancos de orilla, que son los factores que desatan la guerra insurreccional campesina en 1836, que a la vez se suman como elemento ideológico, las influencias de las ideas de tendencias socialistas, que llegaban desde Europa, y desatan en Venezuela una guerra con características de lucha de clases, que lidera el General del Pueblo Soberano, Ezequiel Zamora, al lado de un pueblo que lo aclama como su líder popular, capaz de catalizar aquel pensamiento libertario, de un pueblo explotado y oprimido, por un sistema injusto, que traicionaba el sentimiento popular de lucha emancipadora, que este glorioso pueblo había demostrado, ofrendando la vida de sus hombres y mujeres en los campos batallas, por la Independencia Nacional, bajo el mando supremo de El Libertador Simón Bolívar.
Las consecuencias históricas de la Guerra Federal fueron muy significativas, porque mediante este proceso muy violento y voraz, se logró, de alguna manera, sentar las bases para la construcción de un Estado federal, burgués, en Venezuela, que seguía manteniendo al pueblo en estado de marginalidad, echando por tierra los sentimientos revolucionarios de las masas populares, Recordemos que a escaso un mes de la magistral victoria de Santa Inés, una bala traidora, en San Carlos el 10 de enero de 1860, acaba con la vida del General del Pueblo Soberano, acabando con la vida, también de aquella revolución campesina que se comenzaba a proyectar desde aquel glorioso campo de batalla. Quedando espaciada en los aires populares la retumbante consigna, "Tierra y hombres libres. ¡Oligarcas Temblad!"
Luego la derrota de las filas federales, ya sin Zamora, al mando de Falcón, en Coplé, el 17 de febrero de 1860. Parten desde allí las componendas y triquiñuelas, de la alevosía traidora de Falcón, haciéndoles lisonjeros regodeos, al sistema opresor neo-oligarca de Páez y su camarilla, viene a terminar con un acomodadizo acuerdo con el gobierno, consensuado, entre Páez y Falcón, mejor conocido como el Tratado de Coche en 1864, donde se pudo materializar la promulgación de la Constitución de 1864, la cual fue promulgada durante el gobierno del presidente Juan Crisóstomo Falcón, en la que se estableció un sistema federal, dividiendo el país en veinte estados, en la que también se estableció la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y garantizó algunos avances sobre los derechos como la libertad de expresión, la libertad de prensa y la libertad de culto, que nunca, ninguno de estos postulados llegaron a cumplirse en favor del pueblo, quedando en letra muerta, beneficiando las roscas oligárquicas, terminando así la esa guerra de clases, conocida como Guerra Federal.