Decía Aristóteles que "el hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras". Afirmación esta que, como dice el proverbio popular, "cae como anillo al dedo", ante el pronunciamiento, de algunos ex presidentes de pueblos amigos y ex directores de organismos internacionales, sobre el proceso electoral que habrá de realizarse en la República Bolivariana de Venezuela este año 2024; y que, el Consejo Nacional Electoral (CNE), como órgano rector de estos eventos, de acuerdo a la Constitución Bolivariana, es el único facultado para decidir, organizar y realizar en todo el territorio nacional, ha decidido convocar para el próximo 28 de julio.
En setenta (70) países, casi la mitad de la población del mundo, se realizaran elecciones este año; pero, a ellos solo les preocupa las venezolanas.
Es común escuchar, en un diálogo popular, que "el silencio muchas veces dice más que mil palabras". Hay quienes incluso "hablan con la mirada". Se dicen tantas cosas, aún sin pronunciar una sola palabra, que estas se convierten en parte de nuestra vida.
Los seres humanos, por vivir en sociedad con otros seres humanos y la naturaleza, rodeados de objetos y cosas, vive pensando en un mañana diferente al presente, se da cuenta que, al actuar de manera individual, le hace daño al otro; generando una suerte de negativismo social, al pretender imponer un individualismo asocial: El Yo por sobre el nosotros. Conducta con la cual se produce una suerte de "neurosis de la salud mental", ya que se pretende imponer lo anormal como normal.
No otra cosa es lo que le ocurre a quienes, desde una supuesta posición aséptica, libre de toda contaminación, se creen poseedores de una condición de jueces supremos para determinar cuál proceso electoral es transparente y apegado a las normas democráticas y cuál no.
Guardan silencio ante los resultados de algunos procesos electorales realizados en el hemisferio, donde la participación ha sido ligeramente superior al 25% del total de electores.
Ante los casos de Bolivia y Perú, donde las victorias de Evo Morales y Pedro Castillo fueron desconocidas a través de golpes de Estado, guardaron silencio.
Guardan silencio ante el acoso a que está siendo sometido el Presidente Gustavo Petro.
Sobre el genocidio en Palestina; sobre el intervencionismo imperial, en los asuntos domésticos de algunos pueblos, no dicen nada. Guardan el más absoluto silenció.
Nada dicen del acoso imperial y la permanente desestabilización a que ha sido sometida Venezuela durante estos veinticinco años de Revolución Bolivariana.
Son personajes que creen que el silencio es como el agua incolora, inodora e insabora. Son personajes que, creen que con el silencio pueden mentir; hacerle creer a los demás que son seres comprometidos con nobles principios y conductas políticas. Por eso son ambiguos. Que, por más que no reconozcan los aciertos de la Revolución Bolivariana, se hacen actores de primera línea de los planes imperiales contra ella.
No logran entender que el silencio no es neutro. Ni quienes callan, son inocentes. EL SILENCIO LOS HACE CÓMPLICES.