Esta insigne y gloriosa Patria que desde su colonizaje que se inició en el año 1492 y durante más de tres siglos vivió bajo la esclavitud, sometida al yugo del viejo continente, que desde la Constitución de 1811 hasta la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) de 1999, sucedida por 28 constituciones que carecieron de un trato justo, fraternal, solidario y equitativo a sus ciudadanos, con un desconocimiento de los Derechos Humanos, sociales, políticos y económicos, que hoy subraya y realza la Carta Magna que rige los destinos de esta Nación por el enaltecimiento de la dignidad humana, olvidada por las constituciones que precedieron al Texto Fundamental de 1999, quedaron en el pasado y la hoguera de la historia las pulverizo.
Venezuela posee la Constitución más prolifera en materia de Derechos Humanos, políticos, económicos, sociales, culturales, indigenista, ambientalista, etcétera. Y todo porque hasta antes de CRBV los componentes en materia legislativa habían estado influenciados o identificados ideológicamente por el capitalismo salvaje, es decir, este criminal sistema fungía como representantes de los intereses de la burguesía al marge del pueblo, mientras que los constituyentes de 1999 en su mayoría abrigaban un pensamiento a favor de las clases desposeídas. Es una Carta Fundamental totalmente opuesta a la Constitución de 1961 que obvio en su articulado los Derechos Humanos.
La Constitución de 1999 es abundante y absoluta en materia de Derechos Humanos. Son preeminentes los derechos fundamentales, lo cual incluye la justicia social sin exclusiones.
Es un documento que se traduce en la carta de libertad del oprimido y del humillado. Su articulado, vivifica los largos y animados debates de los Constituyentes durante los cuales se estudió cada palabra, cada frase y cada artículo, que definen con precisión los límites de los Poderes Públicos, que no deben en ningún caso violar en su trato con los gobernados, pues proclama con claridad y exactitud que los derechos de las personas deben ser protegidos por el imperio de la ley.
Recordemos que la CRB fue ultrajada por la derecha fascista por su aprobación y luego en el golpe de Estado de abril de 2002 fue derogada por unas horas al restablecerse la Constitución de 1961 que en lo que respecta a los derechos humanos, sólo ocupó en un solo artículo (el 50) sin hacer referencia a la frase sustantiva de los Derechos Humanos.
Estos golpistas apátridas, que en su patibularia trampa para retomar el poder se declaran partidarios de la libertad o de una aparente libertad, alegando que son "virtuosos" del pueblo, (hay que revisar la historia de crímenes, maltratos, desapariciones forzosas, torturas, etcétera, del puntofijismo), que en la práctica atacan sin contemplación a todo aquello que expresan o tratan de expresar ideas contrarias a ellos.
Hay que rechazar de plano estas posibles equiparaciones de la oligarquía con ingredientes bestiario, salvajismo o barbarie. El contrarrevolucionario pretende hacer regresar a la animalidad al género humano que lucha por su derecho a la condición humana.
La burguesía históricamente ha sido contraria a los Derechos Humanos y niegan su vigencia si no se está en su óptica. A nadie se le puede escapar la gravedad de esta barbarie.
La derecha fascista no admite el desgajamiento del humano del reino animal, como punto de partida hacía la libertad e independencia frente a la naturaleza, a pesar de los milenios transcurridos desde que en el fondo de la prehistoria se producía este doloroso y difícil arranque que pretenden –repetimos—hacer regresar a la animalidad a quienes luchamos por la reafirmación en los Derechos Humanos, la dignidad y el valor de las personas, por la igualdad de derechos de la mujer y el hombres de las naciones grandes y pequeñas; la derecha fascistas es contraria al respecto de los derechos fundamentales, sin distinciones de raza, sexo, lengua o religión, a pesar que son temas obligatorios para la dignidad del género humano. Esto lo certifica literalmente la historia.
Al entrar en vigencia la Constitución de 1999, esta Carta se convirtió en la definición más ampliamente aceptada de los derechos que corresponden a todos, sin exclusiones, ni discriminación alguna.
Por primera vez en la historia de esta Patria, están en vigencia un amplio menú de derechos fundamentales, con carácter progresivo, integradores e indivisibles, convirtiéndose así, en el punto clave del Poder Popular y en el de la contra hegemonía del neocolonialismo.
La CRBV es la Carta del oprimido y del humillado, por tanto, hay que hacerla prevalecer en todo tiempo y lugar. La sola existencia de un monumento como nuestra Constitución es ya un paso decisorio y objetivo en la consecución del Socialismo Bolivariano, por la que luchamos las mujeres y los hombres de esta Patria.
La CRVB en su Preámbulo comienza por señalar la importancia que tiene la materia de los Derechos Humanos, al articular que con "el fin supremo de refundar la República", entre otros aspectos fundamentalísimos inherentes a la dignidad humana el Estado Venezolano garantiza "la garantía universal e indivisible de los Derechos Humanos".
Y en el artículo 2 señala "como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los Derechos Humanos".
Este mandato constitucional está reforzado en el artículo 3, pues "el Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respecto a su dignidad", en definitiva la CRVB en su 350 artículos posee un copioso menú sobre los Derechos Humanos.
En el Título III que titula "De los deberes, derechos humanos y garantías", específica en el artículo 19, lo siguiente:
"El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder Público de conformidad con la Constitución, los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la República y las leyes que los desarrollan".
No conforme con ello, también en razón a esa interdependencia, el artículo 22 tipifica que:
"La enunciación de los derechos y garantías contenidos en esta Constitución y en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona, no figuren expresamente en ellos. La falta de ley reglamentaria de estos derechos no menoscaban el ejercicio de los mismos".
Igualmente los tratados, pactos y convenciones relativos a los derechos humanos, poseen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno, "en la medida en que contengan normas sobre su goce y ejercicio más favorables a las establecidas por esta Constitución y la ley de la República, y son de aplicación inmediata y directa por los tribunales y demás órganos del Poder Público", (artículo 23).
Pues bien, a la luz de éstas precedentes consideraciones acerca de los Derechos Humanos y teniendo presente que toda Constitución en cualquier ordenamiento jurídico es la Ley suprema de un Estado, es decir, es la Ley de Leyes y no puede ser conculcada ni mucho menos violada, así como igual los Derechos Humanos.
A manera de conclusión, podemos decir que el imperialismo continúa batallando en contra de los derechos fundamentales en los régimenes contrarios a la paz, por lo que quienes creyeron que en el nuevo milenio se iba a profundizar los Derechos Humanos, se equivocaron. Los crímenes de lesa humanidad, el genocidio aberrante contra pueblos enteros así lo confirman.
Aunque nunca antes como ahora han coexistido infinidades de normas, organismos internacionales y autoridades encargadas de proteger la vida y la dignidad. Sin embargo, jamás como en los años que se extienden desde la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), hasta nuestros días, se han registrado tantas y tan atroces violaciones de las garantías fundamentales.
Una de las contradicciones desafiantes es cómo el bienintencionado discurso sobre los derechos humanos que producen los Estados y las instituciones internacionales, tiene como escenario una desdichada realidad y sobre todo en el respecto al derecho a la vida.
Esta dramática paradoja que contrasta entre la teoría y la práctica, entre los derechos humanos y la cotidianidad de la vida, deja en evidencia que no es posible que mediante la intervención de los aparatos internacionales y estatales, sean superadas las violaciones.
Se requiere la participación activa de los pueblos, movimientos sociales, partidos políticos, las comunidades para que tenga lugar el cumplimiento de las promesas contenidas en las declaraciones y convenciones internacionales y regionales, en materia de los Derechos Humanos. Es un tema que debe ser reivindicado por la sociedad civil.
El sindicato de naciones poderosas que conforman la OTAN, al igual que la Organización de las Naciones Unidas, entre otros organismos internacionales que avalan y apoyan el actual sistema mundial, son instituciones que a las decisiones sobre los crímenes y la destrucción, les brindan soporte y "legitimidad democrática".
El complejo militar-industrial utilizó su poder para modificar las instituciones según su propia conveniencia. La OTAN, quizá la más dañina, tiene como función filtrar y adecuar las grandes opciones de carácter estratégicos que faciliten las orientaciones para el dominio del mundo sin reglas.
Debemos insistir en que un ser humano como realidad singular es el epicentro del universo.
Por tanto, la idea de la dignidad humana es el núcleo de los Derechos Humanos. Los seres humanos no somos animales de rebaños, las personas son sagradas y en éllas palpita la humanidad.
Las primeras palabras de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nos recuerda:
"Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos".
La realidad que ofrece nuestra hermosa Tierra en el respeto a los Derechos Humanos nos acusa de faltos de humanidad.
Mientras haya innumerables crímenes amañados por la impunidad, mientras la mayor parte del género humano viva en el hambre y en las injusticias para morir en el abandono y en la ignorancia, el documento que fue adoptado el 10 de diciembre de 1948 en París, continuará siendo letras huecas y vanas.
El espectáculo que ofrece el mundo en su entorno al margen de los Derechos Humanos, nos ancla en el pesimismo.
Estamos apreciando guerras insólitas y entre éstas, guerras de contención contra aquellos pueblos que están luchando para gozar plenamente de sus derechos fundamentales.
La Carta de las Naciones Unidas, conmina a las naciones "a reafirmar su fe en los Derechos Humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y de las naciones grandes y pequeñas".
Desde el primer momento en que esta gran tarea sobre la codificación de los Derechos Humanos que se terminaba en 1948 surgían sus críticos, uno de ellos el filósofo Jacques Maritain, cristalizó:
"La función del lenguaje ha sido pervertida de tal manera, se ha hecho mentir de tal modo a las palabras más verdadera, que para dar a los pueblos la fe en los derechos del hombre no bastarían las más bellas y las más solemnes declaraciones. Lo que se reclama a quienes las suscriben es que las pongan en práctica, es que encuentren la manera de hacer respetar efectivamente los derechos del hombre por parte de los estados y gobiernos". Esto al parecer no ha variado en nada.
Estas libertades que articula la Declaración Universal de los Derechos Humanos serán siempre ilusorias mientras exista el depredador y criminal capitalismo salvaje, generador de la maldad, el individualismo, la exclusión y el egoísmo.
He ahí el desafío de los Derechos Humanos para que resplandezca la dignidad de los Pueblos, ante la vorágine del capitalismo salvaje que está exterminando toda forma de vida en nuestra Madre Tierra y pretende llevarse consigo al género humano.