El fascismo es una categoría con implicaciones profundamente polémicas. Su uso indiscriminado genera interpretaciones controversiales y poco exactas. El termino se ha utilizado para calificar cualquier régimen de signo represivo o rasgos particulares en un individuo. El nivel de abstracción de esta categoría permitió analizar y describir una situación histórica en la América Latina de los años 70 y 80 del siglo pasado. Sin embargo, no resulta clara su pertinencia para calificar conductas individuales, opiniones o acciones políticas. Allí radica, el carácter controversial del proyecto de "Ley Contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones Similares".
El Fascismo tiene su origen después de la Primera Guerra Mundial cuando Italia cayó en una profunda crisis moral, política y económica que la sumergió en el desempleo y la inflación. Un enorme descontento popular con huelgas nacionales sirvió como contexto para la aparición del Partido Nacional Fascista, liderizado por Benito Mussolini, cuyo origen está en la unificación de las Milicias Juveniles conocidas como "Fascio Di Combatimentto", surgidas en 1919. Aprovechando la huelga de obreros de 1922, una violenta marcha de fascistas logró que el Rey Víctor Manuel III le entregará el poder a Benito Mussolini quien se proclamó como "El Duce" (Caudillo – Dictador) e instauró lo que se conocerá históricamente como Totalitarismo por mantener un "Control Total" de la sociedad italiana que le permitió disminuir aspectos democráticos, intimidar opositores, imponer ajustes constitucionales, estimular la superioridad racial, aplicar la censura y el culto a la personalidad.
El fascismo europeo nace en Italia y cobra fuerza en Alemania. La firma del Tratado de Versalles y la crisis económica de 1929 provocaron la frustración del pueblo alemán. En tales circunstancias, el nacionalsocialismo avanzó hasta lograr la consolidación del Gran Imperio Alemán (Tercer Reich) con Adolf Hitler (El Führer) como Jefe Supremo del nazismo como expresión de una doctrina de extrema derecha apoyada por la clase media y los grandes empresarios. Se impuso la idea de que todo progreso social surge de la lucha por la supervivencia en la cual la "raza Aria" como superior y portadora de cultura tenía la obligación social de acabar con la "raza Judía" que era calificada como inferior y destructora de la cultura.
En América Latina, el fascismo cobró presencia desde el año 1964 con el Golpe de Estado contra Joao Goulart en Brasil y se consolidó en la década de 1970 con la dictadura de Hugo Banzer en Bolivia, Uruguay y Chile sufrieron los efectos de gobiernos dictatoriales instaurados desde 1973, Argentina vivió sus años más oscuros desde 1976 con la dictadura del General Jorge Videla, Paraguay resistió el gobierno totalitario de Alfredo Stroessner desde 1954 hasta 1989. Este cuadro de dictadores fue antecedido por Francois Duvalier en Haití y Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana reconocidos como los regímenes más sangrientos de la región.
Sin considerar las dictaduras latinoamericanas de los años 70 como vulgares repeticiones de los fascismos europeos (Italia, Alemania y España; básicamente) podemos establecer características comunes como: 1.- La indiscutible capacidad de movilización de masas; 2.- El rechazo hacia cualquier forma o expresión estructural del Estado Liberal; 3.- El control total de la sociedad en todas sus expresiones políticas y sindicales; 4.- Constitución de un Estado fuerte con una estructura militar solida; 5.- Instauración de cambios cualitativos en las formas de dominación social y política; 6.-La discriminación o superioridad racial y 7.- La institucionalización de la censura, la persecución política y el culto a la personalidad.
Desde esta perspectiva, el fascismo constituye una categoría con validez universal al considerar determinadas características que permiten caracterizar un gobierno, régimen o movimiento social como tal. Bajo su órbita podemos comprender complejas realidades como resultado de procesos históricos y sociales que definen el orden de las superestructuras y nunca de conductas individuales. El nivel de abstracción de esta categoría pone en duda su pertinencia para evaluar o calificar conductas, opiniones, actitudes y acciones políticas individuales basándose en determinados rasgos.
Sirvan estas reflexiones como simple inquietud y elemento para un debate abierto, diáfano y profundamente democrático.