El economista estadounidense Lester Thurow, profesor del Instituto Tecnológico de Massachussets, publicó en el año 1992, un libro que tituló: La guerra del siglo XXI. Eran años en que el capitalismo neoliberal lucía triunfante. Los tigres asiáticos (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), eran exhibidos como el modelo a seguir. A los latinoamericanos se nos hizo creer que Argentina, México y Chile, constituían un ejemplo a imitar. Lee Iacocca, fue el modelo de gerente ideal. El Fin de la Historia y el último hombre, de Francys Fukuyama; y, El orden político de las sociedades en cambio, de Samuel Huntington, formaron parte de su marco teórico.
Transcurridos veinticuatro años del nuevo siglo, las dotes con que se adornó al neoliberalismo se han marchitado. El totalitarismo del mercado llegó a su ocaso. El mundo unipolar, con Estados Unidos como potencia hegemónica, perdió su fuerza. Los tigres asiáticos perdieron su encanto. Europa unida se ha convertido en el nuevo "patio trasero" de la nación del Tío Sam. El pensamiento neoliberal ya no seduce a nadie.
En la referida obra, Lester Thurow afirma que, dicha guerra, sería una batalla económica que tendría como protagonistas a Japón, Europa y los Estados Unidos. Pero, la guerra del siglo XXI se inició y tiene otros actores; y, se libra por variadas razones, es multidimensional.
Nuevas alamedas se han abierto. China, que ingresó, en diciembre del año 2001 a la Organización Mundial de Comercio (OMC), sigue siendo considerada, en ese foro multilateral, como una economía de segundo mundo, a pesar de ser la más grande del universo; y, Rusia que, después del derrumbe del socialismo soviético, fue considerada como una nación atrasada; sin embargo, hoy nadie pone en duda su avance militar, científico y tecnológico. Ambas naciones exhiben, con sobradas evidencias, sus fortalezas políticas, militares y económicas, conforman nuevos bloques de poder. Son potencias que, junto a los países asociados en el BRICS, han venido dándole forma y sentido al nuevo orden mundial multipolar que se está fraguando; y que, las potencias capitalistas de occidente no podrán impedir se desarrolle y consolide.
En política los errores se pagan caros, se ha dicho siempre. Y, los gobiernos supremacistas de Estados Unidos por su prepotencia, y creer seguir siendo lo que ya no son, sin medir las consecuencias que ello habría de generarle, han cometido su más craso error: enfrentar a China y Rusia, al mismo tiempo.
La invasión a Irak, en marzo del 2003. La guerra de Ucrania, que tiene su razón de ser en el apoyo brindado por Barack Obama, durante su gobierno, al golpe de Estado del año 2014 y que, el mandatario estadounidense, Joe Biden le sigue brindando. El respaldo que la administración Biden le da a Taiwán, para su separación de China. El apoyo brindado a Israel para la invasión genocida de Gaza. El establecimiento de medidas coercitivas unilaterales, y su renovación, contra nuestro país, constituyen la mejor constatación de que la guerra del siglo XXI está en marcha. Y Venezuela es parte de ella.
El mundo de hoy es otro. La globalización y la mundialización de la economía y de las sociedades, no lograron someter a los pueblos del orbe. Las potencias capitalistas de occidente, no le meten miedo a nadie. La fascinación que produjo el poder mundializado sobre los modos dominantes de pensar y de reflexionar sobre el mundo, han sido superados.
En el nuevo mundo que se está edificando, la soberanía y la libre determinación de los pueblos son principios muy caros. Las potencias emergentes están estableciendo una manera distinta de relacionarse; la cooperación y el respeto, son el marco de la nueva geopolítica mundial. Razones –entre otras- por las cuales debemos seguir estimulando el fortalecimiento del movimiento altermundialista. Debemos seguir pensando en la des-mundialización capitalista y en la construcción de una vida vivible. Cuando lo logremos, habremos puesto fin a la Guerra del Siglo XXI.