La derrota de la oposición es inevitable

Sin duda alguna, las elecciones presidenciales constituyen el magno evento de la participación política, de allí que las campañas electorales constituyen verdaderos esfuerzos organizados, donde los que gobiernan y los que son de oposición activan diversos mecanismos para influir en la decisión final de los electores. Es decir, las campañas electorales, como procesos estratégicos, involucran la planificación y ejecución de actividades diversas que permitan la mayor suma de votos.

Precisamente, en Venezuela estamos inmersos en medio de un debate político, duro, candente, que se transforma en palabras, en discursos, en hechos y promesas, en presente y pasado, en verdades y manipulación. Estas elecciones del 2024 son como un cruce de caminos: hay que escoger entre el liderazgo de Nicolás Maduro y el monigote del inmundo; entre la reafirmación de la Patria Bolivariana, libre y soberana o los brebajes de la sayona; entre la paz construida por Nicolás Maduro y consolidada por su pueblo o por la violencia fascista y terrorista liderada por la sayona y sus espíritus errantes. Ellos si saben de violencia, de robo, de traición y que, además, ya vendieron el alma al diablo de los imperios.

A medida que avanza la contienda se le van viendo las peras ¡al horno!, como dijo el filósofo del catatumbo, donde el discurso político va mostrando expresiones, imágenes y gestos que son captados por la audiencia electoral. Efectivamente, encontramos que el discurso de Nicolás Maduro apunta hacia la revalorización de los ideales de nuestro Libertador Simón Bolívar, avanzar hacia las siete transformaciones y a consolidar el poder popular como expresión y voz de la revolución.

El chavismo se refiere al presente, pero invitando a construir el futuro de una patria grande, libre y soberana. Desde ese punto de vista, tenemos por un lado, que los triunfos electorales y políticos anteriores, veintiocho en total, han permitido la experiencia de las victorias y tomar el poder y construir un nuevo sistema político blindado, que permite hablar de un presente revolucionario, donde a través de una acción y práctica de gobierno, donde a pesar de todas las medidas coercitivas unilaterales aplicadas por los EE.UU, se viene luchando, para vencer esas sanciones y mejorar la calidad de vida de todos los venezolanos y venezolanas.

Nuestra lealtad, nuestro apoyo y nuestro voto es, justamente, para terminar de salvar la República, que estaría en grave peligro si llega a caer en las fauces de los sayonescos. El discurso de los grupos opositores es chuchumeco, lánguido, insulso y de palabras vacías. Su candidato, agente de la CIA, apenas suelta pocas palabras; por allí sus afiches de hojas sueltas se lo lleva el viento y los arrastra hacia la derrota, total y absoluta. El alma en pena de la sayonesca es la que anda con sus afiches por todos lados.

Todo parece indicar que la oposición no está muy clara con su candidato, porque la sayonesca es poco ética, sabiendo que no es la candidata se cree la candidata. Sus estrategias electorales se estrellan a cada momento con la realidad. El Candidato luce disperso, anda atrapado en sus propias carencias y arropado con el suéter blanco del fascismo. A medida que se acerca la hora decisiva una especie de depresión y tristeza se apodera de los seguidores del afiche. Su derrota es inevitable y por más brebajes que preparen, seguirán allí, en el inframundo, en el gobierno imaginario de medusa. La oposición tiene su derrota asegurada, eso lo sabe hasta ñaragato y salisburry. ¡Que así sea!



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Eduardo Marapacuto


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