La desdicha de vivir

Paradójicamente la vida se agota por vivir, es decir, no solo nacemos para vivir, nacemos para morir, es lo inexorable de nuestra existencia. Es por esta razón que la vida es una especie broma, una pareja, los padres, traen al mundo al recién nacido para conducir la criatura hacía la muerte, sin ser esta consultada. Es decir, la o el bebé no está consciente de su destino al llegar a este mundo. Nadie prepara a un crío para morir, una vez que el recién nacido mira a luz por primera vez no sabe el futuro que le espera.

Constantemente se escuchan mensajes, canciones, eslogan publicitario, poesías entre tantas alabanzas sobre la alegría de vivir, pero lamentablemente los padres no son unos augures para vislumbrar el destino que le aguarda al nené o nena, que de por vida se llamará hijo o hija o heredero o heredera. Todo sería magnífico si lo que vendría después del nacimiento estuviera plagado de buenaventura, pero la vida no se conduce por los deseos de terceros, la vida tiene sus propios e inopinados designios para cada recién nacido.

Cuando se vive vamos descubriendo algunos detalles que una pareja de recién casados, con aspiraciones de tener una o varias descendencias, no se percatan. Quizás, de manera egoísta los futuros padres piensan en la felicidad de ellos respecto a la maternidad o la paternidad, sin embargo, existen los azares que nadie puede controlar y sin ser fatalista debo analizar ciertas realidades.

Todos los padres al nacer un niño estarían obligados a realizarle al recién nacido un mapa genético, es decir, el gráfico de representación del orden de los genes dentro de los cromosomas que se consigue por medio de un detallado análisis de DNA. Es una especie de árbol genealógico donde se representan las relaciones entre los familiares y se señalan los miembros de la familia que tienen determinadas variantes genéticas patogénicas, rasgos y enfermedades, además se indica si ya murieron. El mapa genético es una especie de mapa cromosómico capaz de mostrar la ubicación de dos rasgos genéticos. Para conseguirlo, se utilizan los descendientes de un organismo y se hace un seguimiento de cuántas veces dos rasgos genéticos han sido heredados juntos. De esta forma, cuanto mayor sea el porcentaje de descendientes con ambas características a la vez, más cerca están los genes en el cromosoma responsables de dicha característica. De un mapa genético se obtienen las pruebas genéticas que pueden ser muy útiles para determinar si una persona tiene una enfermedad genética o si tiene probabilidades de desarrollar una en el futuro. De lo anterior se concluye, que una pareja que decida tener una descendencia deberían hacerse, cada uno, una mapa genético con la intención de conocer las posibilidades de un tipo de enfermedad genética que podrían transmitir a su hijo o hija. Así mismo, una vez que nace el niño o la niña, proceder a realizarle el mapa genético, dado la responsabilidad de los progenitores de transferir al recién nacido algún tipo de enfermedad de origen genético que podrá padecer durante toda su vida que le haría imposible la felicidad.

Evidentemente, lo anterior es algo que está en mano de la pareja, pero es imposible predecir el futuro de los miembros de una familia. Ni la madre, tampoco el padre le puede asegurarle al niño la estabilidad del hogar. Es decir, son muchos de los factores que determinan la existencia permanente del matrimonio. Puede ser que uno de la pareja deje de existir por alguna enfermedad momentánea e inusitada que le quitó la vida, o un accidente, o por un asesinato en un intento de robo. No estoy exagerando, son acontecimientos insólitos que se dan en el entorno que rompe el equilibrio del matrimonio o del hogar. O en el peor de los casos, que la pareja se divorcie por alguna incompatibilidad que deja el hogar con cierto vacío que de seguro afectará a los herederos. No es justo que una pareja, en nombre de la felicidad de dos, traiga al mundo a un tercero sin estar seguro del futuro que le depara la vida del recién nacido.

Ciertamente, la vida es como un arbusto de rosas que para alcanzar la flor se debe manosear un tallo lleno de espinas. Qué derecho tiene una pareja de traer a la luz un niño(a) para caminar por una senda tortuosa para la que él o ella no está preparado. Al llegar al mundo un niño puede encontrarse en un hogar al lado de un padre, una madre y hermanos con los cuales está obligado a convivir. Es posible que cuando el niño crezca advierta que el padre sea un dipsómano, o un irresponsable, o un autoritario, indolente o merecedor de un calificativo que el niño o el joven no está obligado a tolerar. Del mismo modo, puede ocurrir con la madre y con los hermanos, que podrían no ser del agrado del recién llegado. Todos los lectores saben de esta contingencia, algunos lo han vivido en carne propia o quizás, por amigos allegados. No es posible que alguien venga al mundo a vivir desagradables experiencias familiares. No todos los padres son buenos y se deben querer por compromiso y tampoco la hermandad es lo máximo por decreto. No siempre el hogar es el nido de la felicidad.

Si lo anterior le agrego la obligación del niño a profesar la religión de los padres para vivir los placeres del paraíso que nunca conocerá, el temor al infierno porque su alma se achicharrará, por no pecar, aunque siempre lo hará para vivir con remordimiento de conciencia y todos aquellas mentiras que lo convertirá en un ser frustrado(a). Si lo antepuesto le añado los once años que pasará en un colegio y liceo donde escuchará a sus profesores enseñándoles una cantidad de sandeces que olvidará al siguiente día y lo peor, no le servirán de nada para desempeñarse en la vida diaria. Once años perdidos que nunca recuperará, cuando en uno o tres años pudo haber aprendido un oficio o una disciplina para ganarse la vida. No creo que nada de esto le traiga al niño una alegría de vivir, pero si mucha frustración. Y cuando se llega a adulto habrá visto morir una gran parte de sus afectos, para posteriormente llegar a la senectud cargado de achaques, con un evidente deterioro físico, que hasta se le olvidará parte de lo aprendido en su juventud y en su vida profesional. La vida es un asco.

Cualquiera diría que la política no tiene nada que ver con la felicidad o la alegría de un niño. Lo que estamos viviendo actualmente, tanto en Palestina como en Ucrania, es una muestra que decisiones erróneas o equivocadas de organismo internacionales o de jefes de estados pueden llevar a un infante a vivir infortunadas hasta lúgubres experiencias. Es el caso del tratado que firmó la ONU en 1948 del siglo XX, robándose las tierras a los palestinos, en complicidad con Gran Bretaña, lo cual condujo a una catástrofe que se ha mantenido durante 76 años. En ese destino varias generaciones de niños y jóvenes luchan en su afán de recuperar los territorios despojados. Los niños nacidos durante estos años de lidias continuas de lo único que saben son de combates para enfrentar a los sionistas quienes en su afán expansionista le arrebatan sus hogares. Los niños crecen y se desarrollan con odio albergando en sus entrañas, así mismo, alimentando la sed de venganza para recuperar lo que les pertenece. Lo que ocurre en la franja de gaza es triste, lúgubre, desolador y un ofensivo drama ante los ojos de cualquier mortal. Ver miles de niños descuartizados por bombas lanzadas desde aviones sionistas es una muestra de la criminalidad y del ensañamiento de un grupo humano que vivió durante la Segunda Guerra Mundial las peores ignominias y vejámenes. Lamentablemente, de esto aprendieron lo sionista para utilizarlos contra niños inocentes cuya única falta es haber nacido en Palestina. No se quién es el responsable, no se quién mueve los hilos que conducen a que se cometan tantas injusticias ante el estoicismo y la mirada indiferente de miles de millones de personas. Lo que pasa en Palestina no es la alegría de la vida, es un genocidio criminal. No se debe traer al mundo niños para que experimenten la maldad de la franja de Gaza. Y todo por una errónea decisión de la ONU, la UK sobre territorios que no eran de ellos. Además, no es su función del organismo internacional regalar lo que no es suyo pero si contribuir a la paz entre los pueblos.

La sed de dinero de las grandes corporaciones energéticas condujo a Ucrania, EEUU, UE y la OTAN a una guerra contra la Federación Rusa. Las cuatro primeras manipularon la información para hacer ver a la humanidad que Putin se quiere apoderar de Ucrania y por tal razón la bombardeó. Un falso positivo o "fake new" para venderle al mundo una mentira que nadie cree. La única razón de la guerra de Ucrania es el afán de las corporaciones energéticas de EEUU de venderle gas a la UE y por eso se le aplicaron sanciones a Rusia para sacarla del negocio. Más allá de la mentira, en vista de que a Ucrania ya no tiene soldados para enfrentar a Rusia, está reclutando a jóvenes ucranianos de hasta 13 años para combatir contra el poderoso ejército ruso, es decir está conduciendo a los jóvenes al patíbulo, dado que esa guerra estaba perdida antes de comenzar. La pregunta es ¿se debe traer a un niño a la luz para que, cuando crezca lo envíen a un campo de batalla en busca de una muerte segura? No creo que esta sea la felicidad de la vida.

De Ucrania saltemos a Venezuela y nos daremos cuenta que un grupo de traidores en su afán de poder y dinero fácil condenaron al país al sufrimiento por la aplicación de medidas coercitivas unilaterales. Esto incluyó un bloqueo económico que no permitió la exportación de petróleo, la principal fuente de divisas, agregado a esto, el robo de nuestros activos en el exterior como CITGO, Monómeros, el secuestro del oro venezolano en la UK, entre tantas infamias. Todo esto trajo como consecuencia la imposibilidad de comprar al país medicinas para curar enfermedades infantiles, así como también la contingencia de hacer un trasplante de órganos para salvar la vida de un niño o una niña. Evidentemente, ningún padre y tampoco una madre concibieron que unas mentes perversas como la de la goda MCM, Ledezma, Borges, Guaidó, Solórzano, entre tantos, fueran a decidir sobre la vida o la muerte de algunos infantes. Estos son los inimaginables que nadie piensa que podrían suceder y que en el futuro deciden la vida y felicidad o no de los niños. Sin dejar de lado la resignación de millones de personas a sufrir la posibilidad cierta de una explosión nuclear que acabará con todo. No es justo traer al mundo niños y niñas para sufrir como consecuencia de las decisiones de uno o varios adultos que determinarían su futuro, si es que llegan a la adultez. Me obligo a aceptar las palabras del actor y humorista británico Charlie Chaplin: "La vida es una tragedia cuando se ve en primer plano, pero en el plano general pasa a ser una comedia". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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