Comenzó la campaña electoral reafirmando la polarización de dos fuerzas antagónicas. No hay espacio para terceras alternativas. Un día antes, el Presidente Nicolás Maduro anunció el reinicio del Diálogo Bilateral con el gobierno de EEUU y, al margen, la Plataforma Unitaria Democrática -PUD- informó que habían decidido reactivar su Comisión Negociadora. Sin mayores explicaciones ni complicaciones, se entiende que comenzó una campaña electoral marcada por el diálogo y la negociación.
En cualquier sociedad democrática, el diálogo político con sus contradicciones tiene pertinencia social solo para buscar solución a los grandes problemas. En la política siempre prevalece el dialogo, la negociación y el antagonismo que genera confrontación. Sin diálogo, el antagonismo deviene en violencia física. Así mismo, el antagonismo crea y condiciona la necesidad del diálogo. Una campaña electoral donde impera el diálogo y la negociación supone jerarquía social y compromiso político con la democracia y el país.
Después de la primera reunión bilateral (virtual) y la divulgación de las conclusiones y acuerdos preliminares, queda claro que se trata de un dialogo para negociar el reconocimiento nacional e internacional de los resultados electorales. Es evidente la necesidad que tiene Venezuela de profundizar su reinserción en el mercado internacional. También está claro que EEUU tiene un marcado interés en mejorar las relaciones bilaterales tanto en lo diplomático como en lo comercial. Más allá de quien resulte ganador en las Elecciones Presidenciales, el gobierno de EEUU necesita garantizar el suministro venezolano de petróleo y gas.
El reinicio del dialogo con el gobierno de EEUU no deja a un lado a la oposición que se percibe como factor activo y pasivo de la negociación. Este diálogo no supone acuerdos burocráticos para repartir prebendas políticas y económicas. Se trata de un proceso de discusión sobre temas puntuales que permitan el desarrollo de las Elecciones Presidenciales en un escenario democrático de paz que garantice la estabilidad institucional, el reconocimiento de los resultados y la apertura política a un proceso de cambios y transformación como espera la mayoría.
Este sorpresivo anuncio del Presidente Nicolás Maduro, comenzando la campaña electoral puede ser interpretado como una estrategia que busca desarmar las acciones de la oposición y avanzar en su objetivo electoral. Tampoco se pueden descartar negociaciones que impliquen transición política porque nada está decidido y este pudiera ser el primer escarceo de una campaña electoral que promete sorpresas y decisiones inesperadas.
Es oportuno recordar que cualquier negociación política puede tener un carácter competitivo cuando se centra en la descalificación y descredito del adversario político, pero también puede tener una dimensión colaborativa cuando se plantea objetivos que van más allá de las diferencias políticas o ideológicas y permite acuerdos que promuevan solución a problemas determinados. Este tipo de negociación centrada en la colaboración entre las partes es la que espera y necesita el país para fortalecer las posibilidades de cambio después del 28 de julio.
La campaña electoral está comenzando. El diálogo y la negociación le agregan más incertidumbre social y política a un escenario donde nada está decidido y el país alimenta profundas expectativas de cambio después del 28 de julio. La gente en la calle considera que es impostergable iniciar cambios profundos en las relaciones internacionales y el diseño de políticas públicas que permitan la recuperación de los derechos laborales conculcados, el Estado de Bienestar social y la dignificación de salarios, jubilaciones y pensiones.
El diálogo y la negociación adquirirán su verdadera dimensión social y política cuando reciban el apoyo de las grandes mayorías nacionales. De lo contrario quedará reducido a una circunstancial estrategia electoral.