¿Habrá cambio el 28J?

A escasos seis días de la votación, pareciera que, salvo que ocurra un hecho de sobrevenido, todo está listo para que el pueblo ejerza su soberanía directamente a través del sufragio, de acuerdo con el artículo quinto de nuestra carta magna. El pueblo tiene el derecho pero también el deber ciudadano de participar en la votación, especialmente en la actual coyuntura política en la que Venezuela está frente a la encrucijada histórica de avanzar hacia la recuperación de la democracia y la soberanía popular o seguir cayendo, más allá de lo imaginable, hacia el abismo de un régimen autoritario con rasgos dictatoriales. Por cierto, hay que prestar atención al hecho de que la derrota del continuismo solo será posible si se produce una votación masiva que compense el uso ventajista y grosero que viene haciendo el partido-Estado, de los recursos estatales y de los poderes públicos bajo su control, con el fin de torcer la voluntad popular. De ahí la importancia de que todos votemos el próximo domingo con la seguridad de que el voto es secreto y el sistema electoral automatizado es confiable.

La polarización y la confrontación política que ha sufrido el país en la última década que siguió manifestándose en la campaña electoral, provocó una situación muy delicada porque un liderazgo irresponsable y sin sentido de pertenencia a la nación, dio beligerancia en la política interna a intereses geopolíticos y actores extranjeros, al permitirle que actuasen directamente en ella. Es verdad que el partido-Estado ha contado con el respaldo internacional de potencias emergentes de Eurasia, como China, Rusia e Irán, aunque hasta ahora éstas no han tenido una participación directa en la política interna. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con el gobierno de EEUU, el cual ha venido teniendo una participación directa en el escenario político nacional incluso, apoyando abiertamente al candidato que tiene la mayor preferencia electoral en la oposición, Edmundo González Urrutia (EGU). Así las cosas, la política interna está siendo determinada por la agenda de potencias extranjeras y particularmente por la de EEUU, el cual buscando consolidar un nuevo régimen colonial en Venezuela. Ésta es una cruda y amenazante realidad reveladora de que la República está en terapia intensiva. Por ello, en la agenda del cambio no puede faltar la "nacionalización de la política" para rescatar nuestro derecho a la autodeterminación como la nación libre y soberano que somos.

Todos las encuestas serias coinciden en que al menos siete de cada diez electores se inclina por un cambio político en paz y se declara independiente. Su aspiración es que ese cambio se sustente en el diálogo y la tolerancia democrática para que sea posible el restablecimiento de la constitución. Ese cambio requiere de un gobierno de unidad nacional que adelante un programa consensuado entre los actores sociales y políticos, enfocado en la atención de la emergencia social y en un plan de reconstrucción nacional, atendiendo la voluntad de la Nación y no de una élite. Esa inmensa tarea requiere de un liderazgo con visión de Estado que actúe con criterio intergeneracional, poniendo el interés nacional por encima de los propios, que promueva el debate libre y democrático y no la confrontación polarizada estéril, con el fin de crear un clima propicio para el reencuentro entre las venezolanas y los venezolanos, la superación del odio entre hermanos y la unión alrededor de un "proyecto país" de mediano y largo plazo que le amplíe el horizonte a las generaciones futuras. Esta "voluntad de cambio" se expresó en las elecciones primarias de un sector de la oposición, cuando se produjo una nutrida participación inesperada que mayoritariamente le dio el respaldo a María Corina Machado (MCM), la cual hizo un discurso habilidoso que sintonizó con el sentimiento popular mayoritario de rechazo al liderazgo tradicional, no solo del gobierno sino también del sector de la oposición del cual ella ha formado parte. Eso le permitió deslindarse de sus colegas y de una oposición en la cual ella históricamente ha militado. Ese triunfo le permitió "resetear" y relanzar su devaluado liderazgo, logrando polarizar con el presidente-candidato Nicolás Maduro a través de una intensa y bien concebida campaña en las redes sociales y un amplio despliegue en el territorio. De esa manera logró concentrar la "voluntad de cambio", ayudada por la persecución e inhabilitación inconstitucional de que ha sido víctima. Su sustitución por EGU, pero sin dejar de conservar el control del timón y el liderazgo de la campaña, permitió que buena parte del respaldo que ella acumuló se transfiriese al candidato "emergente" quién, según las encuestas, es el favorito para ganar la contienda electoral. Esa es la razón de la incertidumbre existente sobre lo que realmente podría ocurrir el próximo domingo 28 de julio. En todo caso, tanto el "milagro" del liderazgo de la señora Machado como el de la candidatura supletoria de Edmundo González Urrutia, solo se explica porque a través de ambos se está expresando la voluntad mayoritaria de cambio político del pueblo, pero no puede ni debe deducirse automáticamente que el mismo incluye también, el apoyo a la propuesta política, ideológica o a la concepción del proceso de transición de MCM. Dicho de otra manera, la identidad común que define esa concentración plural y diversa de votos, es fundamentalmente cambiar el gobierno para recuperar las libertades democráticas y mejorar las condiciones de vida y de trabajo. Además hay que tener en cuenta que ésta no es una elección totalmente competitiva y hay que considerar la influencia determinante que podría significar la capacidad logística, los recursos disponibles, el control social, laboral y de movilidad que posee el partido-Estado y la presión y coerción que puede ejercer éste a través del aparato gubernamental, que podría reducir la ventaja de EGU sobre Maduro.

Podría ganar EGU si se produce una avalancha de votos y si se cubre la totalidad de las mesas de votación con testigos. En ese caso, EGU debería encabezar un gobierno de unidad nacional que promueva la unión del país, más allá de su diversidad política en torno a la restitución de la constitución, la "nacionalización de la política", la atención de la emergencia social, la reconstrucción del país y sus instituciones democráticas, contando con el aporte de todos los venezolanos y venezolanas independientemente de su posición política o ideológica. Debe hacer un gobierno de transición que concerte con el gobierno saliente un acuerdo de gobernabilidad democrática, para garantizar que dicho proceso se haga en paz. Debe ser un gobierno de unidad nacional que adelante un multidiálogo, para construir un programa de gobierno de consenso entre todos los sectores de la sociedad que exprese la voluntad de la nación. Empero, si EGU decide ser el "alter ego" de MCM y gobierna atado a su programa neoliberal extremista, a su posición política sectaria y hegemónica, la confrontación polarizada y la inestabilidad política continuará y se frustrarán las aspiraciones del pueblo venezolano de lograr un cambio en paz ¿Habrá cambio el 28J? Amanecerá y veremos.

 



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Gustavo Márquez Marín

Carabobeño, nacido en Valencia, ingeniero egresado de la Universidad de Carabobo donde también ejerció la docencia, durante la gestión del Presidente Hugo Chávez se desempeñó como Ministro de Industria y Comercio (1999), Ministro de Estado para la Integración y Comercio Exterior (2005-2007), Embajador en Austria y Representante Permanente ante los Organismos de Naciones Unidas en Viena (2001-2004), Comisario General del Pabellón de Venezuela en la Expo 2000 Hannover (1999-2001) y Miembro de la Comisión de Negociación con Colombia de las Áreas Marinas y Submarinas (1999-2001).

 gamarquez2@yahoo.com

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