Votaré rodeada de escuálidos pero con mi boina roja

Esa es mi intención. Pensándolo bien, no sé si me atreva. A menos que vea por ahí a Winston Vallenilla, mi vecino y me le pegue como una garrapata.

Por lo general trato de tener bajo perfil en mi zona de residencia. Porque hemos sido testigos del comportamiento de estos seres llenos de odio que, además, vienen acumulando desde hace más de veinte años. No soportaban a un zambo en la presidencia. Es real, cierto, hasta en mis rutinarias caminatas por el parque Codazzi, muy cerca, los residentes de la zona caminaban despotricando contra el comandante, mostrando una soberbia gigantesca y afectados al máximo por haber dejado -quién sabe cómo-que las cosas llegaran hasta aquí.

Mis vecinos inmediatos saben de mi lealtad al chavismo. En días de elecciones alzo al máximo las notas del sonido del toque de diana. Me odian bastante. Nos han hecho desagravios y maltratos al muro lindero, a pesar de que lo costeó enteramente mi esposo, teniendo antes ellos unas mallas gallinero. ¡Pero no tenían un gallo pinto!

Esta gente de por acá menos soportan a un presidente obrero, sin título, como no sea el de autobusero. Pero con unos años en la política que, desde mi punto de vista, lo han catapultado como un extraordinario estadista.

Fueron ellos, mis vecinos de al lado, los que entre otros en esta urbanización, montaron una fiesta durante el velorio de Chávez. Eso me entristeció mucho e inmediatamente, a modo de recibir consuelo, le envié un mensajito a Héctor Navarro quien estaba en la Casa Azul, fiel ministro de Chávez, y compañero mío.

Recordarán aquellas elecciones del 2005, para la Asamblea Nacional, cuando los escuálidos mandaron a NO votar. El día de esa elección, ni corta ni perezosa, fui caminando con mi hijo hasta la sede electoral, muy cerca de nuestra residencia. Apreciados lectores, ¡éramos los únicos! Tan es así que nos marcaron sin saberlo, en una lista con una X roja. Lo supimos en las siguientes elecciones, no recuerdo cuáles, cuando mi hijo, miembro de mesa, fue puesto en evidencia por alguien que manejaba esas listas marcadas.

En la elección de la Asamblea Constituyente, dos mil diecisiete, cuando colocaron un gran centro de votación en el Poliedro, suspiré aliviada pues los ánimos estaban tan caldeados, la tensión al máximo, tanto así que fui al Poliedro con mono de caminar, intentando despistar a mis vecinos.

Apreciados lectores que me siguen, tengo la certeza firme de que, nuevamente, el chavismo vencerá. Aunque mi entorno inmediato votará por Inmundo, cuyo lugar no es Miraflores sino un asilo en Florida, como bien escribe mi amigo José Sant Roz que le ocurrió a Diógenes Escalante.

Aprovecho el texto para felicitar a todos aquellos periodistas de la Patria Grande que acostumbro a seguir en sus programas, siempre con gran compromiso por la verdad. Atilio Borón, mi maestro, Sebastián Salgado, Juan Carlos Monedero y muchos otros que he sabido se apersonaron a trasmitir nuestra verdad desde la propia Venezuela. No como Daniel Estulin quien cómodamente desde sus playas en Cancún, hace propaganda barata y burda contra Maduro y el gobierno bolivariano.

Por cierto, observé que hizo otro programa extra sobre Venezuela. Pero se me acabaron las tabletas de primperan y, en esta maravillosa vigilia, no me quiero amargar.

También para felicitar a los venezolanos que se han fajado, durante los últimos meses, en trabajar por la verdad del chavismo. En primer lugar Miguel Ángel Pérez Pirela y su equipo de la Iguana tv. Nunca como ahora, su fluida e inteligente comunicación se había mostrado tan comprometida en la elección presidencial. A tantos otros, como Karen Méndez de Venezuela news, que sé lo han hecho muy bien, con la mayor dedicación y empeño.

Juan Carlos Monedero estuvo muy bien, pausado y comedido en la entrevista que le hicieron ayer viernes en Juntos, pero no Revueltos, por Venezuela News. Pero la Indira Urbaneja, la nueva chavista, muy apretada, ceñida de negro y dorado, mostrando la carne de sus piernas muy maquillada -como siempre- sí quería esta vez revolverse y se lo comía con los ojos. Monedero cada vez más intentaba alejarse hacia el lado contrario del sofacito que compartían. Pena ajena. Carvajalino, por su parte, estaba muy serio, sin gritos -rarísimo- y con el puño derecho en su frente, imitando a la famosa obra escultórica de Auguste Rodin. Pena ajena. El único muy decente fue Michel Caballero a quien tienen "negreado" y no dejan casi intervenir. Además, que él solo se presta a ello vistiendo a menudo con color negro. Sobre un fondo negro, es difícil mirarlo. Pero no hace caso a mis repetidas sugerencias en los chats de ponerse en cambio, una camisa clara.

Concluyo este corto pero muy emocionado texto. Mañana caminaré feliz hacia la victoria, sintiendo mucha pena -que no demostraré jamás-hacia mis vecinos que irán en cambote a votar, llevando incluso a sus ancianos en sillas de ruedas y pidiendo el voto asistido.

Regresaré esperanzada y segura en mi hogar, calmando la impaciencia frente a la computadora. O mejor frente a la televisión viendo una película de navidad.

Queridos lectores y electores: buenas nuevas nos esperan para todos los chavistas. Seguirán las limitaciones, los problemas, pero seremos un pueblo unido, digno e independiente, para sobrellevar las dificultades.

¡Así lo haremos!

¡Chávez, lo juro, mi voto es por Maduro!

¡VENCEREMOS!



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Flavia Riggione

Profesora e investigadora (J) Titular de la UCV.

 flaviariggione@hotmail.com

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