Si algo hay que recocerles, a la ONU, a la OEA, es el enorme perjuicio que le han ocasionado al ejercicio de lo político y a la institucionalidad política. Incluso, tratándose de la "democracia liberal". Sesgadas -teórica, práctica e institucionalmente- para asumir la naturaleza de los antagonismos y de los conflictos sociales, siguen haciéndole el favor a los intereses del hegemón estadounidense -ahora en decadencia- que le dio nacimiento. Junto a sus vasallos -Francia e Inglaterra- al final de la IIGM.
Establecidas para instrumentalizar los "valores esenciales" de la Ilustración y de la Revolución Francesa, la ONU y la OEA tienen, como únicos beneficiarios, a las plutocracias mitómanas del poder mundial. Cuando en este escenario surgen pueblos, como el venezolano, reclamando su derecho a ser protagonista de su historia y a superar el neoliberalismo, como su negación, entonces los titiriteros de la OEA levantan de sus poltronas a sus títeres apologistas y los compelen a la sedición y al ataque.
A los inútiles de siempre, encabezados por su secretario general, no les queda sino la genuflexión y el servilismo que les sirvió para acomodarse, en el cargo (el uruguayo), y en los gobiernos de sus respectivos países, a los otros. Ayunos del pensar y de la acción de sus pueblos, se ensoberbecen con la grita amenazante de su amo blanco que los desprecia en nombre de la raza. Pero, allí están, fieles a su mandato.
Sin importarles dignidad, entereza que, a decir verdad, nunca tuvieron alguna. Venezuela nada perdió, pero ganó mucho, renunciando a seguir perteneciendo a la red de las colonias del imperio estadounidense. Y ahora, alejándose de los nueve y de los que se sumen al insepulto "grupo de Lima". La irreversibilidad de las crisis de las democracias liberales y de sus diferentes remedos advierten, como anticiparan los líderes histórico Chávez y Gadafi, que es hora de construir una nueva institucionalidad para defender los intereses de los pueblos soberanos. Éstos, serán siempre, antagónicos a quienes han hecho del mercado un culto al dinero, de la libertad una farsa, de la democracia la tiranía del terror. La OEA es de las instituciones creadas para sabotear y acabar con la existencia de gobiernos que, junto a sus pueblos, están superando los límites de una pretendida universalización de la "democracia" de un solo signo.
Se estableció para negar la validez del antagonismo e imponer su renuncia. Esto es, para acabar con lo político y la política. Venezuela -como Bolivia, Cuba, Nicaragua- están en el camino de su historia y, son, su propia historia. Merecen su propia institucionalidad que los represente y asuma su pluralismo. Si los demás países de América latina y del Caribe insisten en seguir atados a la cola del imperio nazi-sionista estadounidense y a la democracia neoliberal occidental, que se cae a pedazos, nada ni nadie los puede detener. Son parte del hacer dialéctico de la historia, pero, al mismo tiempo, de su abandono. Más temprano que tarde, sus pueblos, saldrán de la caverna.