Han pasado muchos siglos desde que se rinde un culto a los muertos que yo no tiene más explicación que una férrea tradición asociada a sentimientos religiosos de también difícil explicación. En todo caso no concuerda ese culto, primero con su desvanecimiento y debilidad, y luego con la ruptura de otros sentimientos asimismo tradicionales. Sentimientos como el del amor, incluido el paterno-filial y materno-filial, como el de la amistad e incluso como el sentimiento de respeto, pues los cuatro, ya tan débiles en la vida real, tendrían que fortalecerse mucho para recuperar la justificación del culto a los muertos pese a estar sujeto ese culto, como todo, a la mayor de las obsolescencias. Yo diría que la sensualidad, es decir, la atracción y el magnetismo que ejercen sobre las personas las sensaciones de toda clase, desde el sexo hasta el consumo por el consumo, que, como un manto gigantesco cubre los trajines de toda la sociedad, hace incluso ridículo ese culto, como prácticamente todos los cultos…
En cuanto a la sociedad española, ha dado un giro tan brusco después de cuarenta años, desde el todo bajo control al, prácticamente, "todo vale", que es precisamente donde menos sentido tiene ese culto. Porque, si la vida sigue teniendo el mismo valor de siempre, la muerte, ese avatar del que nadie se libra, seamos sinceros, ha perdido todo el dramatismo y el patetismo que tuvo. El posible suicido asistido, la donación de órganos, la incineración, la devaluación de la vida en función de la edad que hacen las compañías de seguros, el presentimiento de que el cambio climático anuncia el final completo de una Era, y seguramente algunas señales más, despojan de todo sentido a la aparatosidad de diversas fórmulas, en cada país, que acompaña a lo que llamamos culto a los muertos.
De hecho, quienes vemos en la muerte simplemente una parte de la vida, y confiamos en que hay vida mejor después de la vida, eso, o no hay nada, vemos en el culto a los muertos un atavismo impropio del milenio que vivimos, más allá de lo que pueda sentir, muy íntimamente, quien acaba de perder a un ser querido…
