Notas para una revolución ecológica

Decíamos en nuestro anterior artículo que muchos son los temas de nuestro tiempo, pero que la cuestión ecológica resulta fundamental pues, literalmente, se trata de un tema de vida o muerte. Nos aproximamos también a una definición de racionalidad como relación calculada entre medios y fines socialmente compartida. Dado este esbozo de definición cabe decir que hay distintos tipos de racionalidad según los fines que nos proponemos. Si son valores como la justicia, la libertad, la fraternidad u otros semejantes hablamos de una racionalidad material por ser la cultura su materia. Hay, por el contrario, una racionalidad formal orientada hacia el logro de fines instrumentales siempre y cuando sean viables. Si tu me propones que desayunemos mañana en el planeta Marte te respondería que aún siendo una idea interesante la cosa no es viable pues no hay medios a la mano para lograr esa meta. Si me dices, en cambio, que desayunemos mañana en Ciudad de México pues te diré que ello resulta viable si salimos cuanto antes, tomamos un vuelo que nos lleve y dispongamos del dinero para pagar los costos. La meta se puede cumplir si disponemos de medios eficaces y eficientes para lograrla. La racionalidad aquí se orienta por el cálculo a partir de estos criterios: eficacia y eficiencia. En otras palabras, si el fin es viable el summum de racionalidad se logra al seleccionar entre todos los medios disponibles aquel que cumpla en menos tiempo, con mayor calidad y al menor costo su logro. A cualquiera que se le explique este cálculo de medios para el logro de fines instrumentales puede entenderlo, por lo que para Max Weber, gran teórico de este campo, se trata de una racionalidad universal por formal, por ser mero cálculo matemático o cuasimatemático.

En otras entregas hemos afirmado reiteradamente que la evolución de occidente, y hoy parece que no sólo de occidente, apunta a extender la racionalidad formal, instrumental, técnica, estratégica a las diversas instituciones públicas de nuestras sociedades. El modelo capitalista, y también el socialista, operan básicamente con esta racionalidad. Es la racionalidad del negocio moderno, pero se extiende a todas partes. Lo político, por ejemplo, deviene cálculo estratégico y si para ello hay que inventar noticias falsas, teorías de la conspiración o trampear elecciones pues se hace, y punto. Los comandos de campaña tendrán para ello sus mejores estrategas. Ya no digamos lo militar o lo deportivo, espacios desde siempre estratégicos. Hasta las relaciones personales se vuelven estratégicas, la amistad deviene conveniencia y el discurso romántico retórica para la consecución de un objeto de deseo sexual. La racionalidad formal cosifica al otro, lo convierte en medio para mis fines, cosifica el mundo. Max Horkheimer continuó la reflexión weberiana y llamó a esta racionalidad socialmente extendida racionalidad instrumental. Nosotros estamos de acuerdo, pero preferimos el término de "racionalidad estratégica" cuando el accionar implica al otro u otros como medio o medios para saciar mi voluntad.

La racionalidad instrumental y estratégica impacta directamente en nuestros entornos ecológicos. Para ella la naturaleza deviene instrumento para saciar nuestros apetitos. La naturaleza es un objeto, una cosa al frente de nosotros los sujetos. Nos hemos alienado de la naturaleza, diría Schelling. No nos reconocemos como parte de ella. Salir de la crisis ecológica exige otra racionalidad, una racionalidad material en tanto que orientada por valores. Presento seguidamente cuatro gruesos órdenes temáticos como parte importante de la agenda para la discusión abierta de los contenidos de la nueva racionalidad ecológica que se exige. Su orden no implica jerarquía pues hay una articulación compleja y dialéctica entre los mismos. A saber,

1. La constitución de otro orden productivo en lo económico, tanto el sustentado por el capitalismo depredador como el del socialismo realmente existente que para nada se queda atrás en su vocación destructiva de la naturaleza. El crecimiento tiene límites naturales. Se precisa una economía amable con el ambiente, hay que romper con la producción para el crecimiento indetenible de los productos internos brutos nacionales, hay que romper con la idea de al menos un vehículo particular para cada ciudadano, con un sistema para el crédito permanente y el consumo suntuario. Entre muchos objetivos, urge un mundo basado en el transporte público, en la generación de energía limpia, en la desarticulación de la industria armamentista, en una producción de alimentos más de orden vegetal y menos de orden animal.

2. La constitución de otro orden axiológico, de otros valores culturales. Comprendernos como parte de un todo, de una naturaleza que es sujeto y no objeto, de una realidad natural compleja por los múltiples factores que participan en sus ciclos y su creación y que el conocimiento humano no logra, y muy probablemente no logrará, dominar en su complejidad. Sería importante entrar en diálogo serio con otras cosmovisiones como es el caso de muchas amerindias u otras orientales tradicionales, incluso en la propia visión antigua y medieval del cosmos que a partir de Galileo y Newton reemplazamos por un universo mecánico semejante a un reloj suizo. Este otro orden cultural, esta especie de transmutación de los valores, es seguramente la tarea más difícil para conformar otra racionalidad. Torcer la cultura es más difícil que torcer una gruesa barra de acero con los dedos de una sola mano. Se trata de un cambio generacional cuyo medio es otra socialización y otra educación, pero para que se haga posible tiene que surgir entre nosotros la necesidad de ese cambio. Si bien ha crecido una sensibilidad ecológica en el último medio siglo falta mucho por hacer en este terreno para que llegue a volverse mayoritaria la necesidad del cambio.

3. Pasar a otro orden en los diferentes niveles políticos. Pensemos en un escalímetro. Hablemos de un escalímetro sociopolítico. Tenemos varias escalas de medidas, desde la comunal municipal hasta la global pasando por la nacional. Una nueva racionalidad ecológica exige un nuevo orden político en todas las escalas. Se requiere reforzar el nivel comunal por ser el más inmediato en su relación y en sus afectaciones con el entorno ambiental. Hay que generar políticas públicas dirigidas a la formación de comunidades arraigadas y apropiadas con sus entornos ambientales, comunidades que desarrollen una ética compartida de la responsabilidad y del cuido. Para que estas comunidades no sean atropelladas y desplazadas por los intereses de los grandes poderes políticos y económicos, se precisan políticas para reforzar a escala nacional los nexos intercomunitarios, la formación de un Estado nacional que no descanse en la atomización individual, únicamente en los votos de individuos aislados. Reforzar las comunidades sólo será posible reforzando su fuerza política orgánica en la toma de decisiones estatales. Pero demos vuelta una vez más al escalímetro sociopolítico. En la escala global ha de emerger otro orden internacional si se quiere la institucionalización de una racionalidad ecológica. Hay que empoderar a todos los estados y no sólo a un pequeño club de poderosos. La actual ONU y su consejo de seguridad resultan repulsivos para la revolución ecológica que el cambio climático, que el desastre natural generalizado demanda. Hay que reforzar y empoderar los organismos multinacionales que encarnan la nueva racionalidad, instancias como la UNESCO, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales en materia ambiental. Salvar el planeta pasa por transversalizar desde lo local hasta lo global una democracia efectivamente participativa con comunidades empoderadas. Pasa por trastocar todo lo político en otra política y en una dialéctica permanente entre todos los niveles.

4. Hablamos de comunidades en un sentido clásico de la teoría social, es decir, en el sentido de vínculos sociales afectivos y vivenciales por oposición a vínculos meramente funcionales. La gran ciudad es el lugar de estos últimos, es el lugar del anonimato, de la muchedumbre solitaria. No conozco al albañil que necesito para un trabajo, tampoco a la mayoría de los vecinos del rascacielos de apartamentos que habito. Lo que nos une son los servicios que ofrecemos uno al otro. En el vínculo comunitario, en cambio, hay una convivencialidad, un habitar compartido de lo público, de la plaza, del parque. La escuela es también casa comunitaria, sitio de representaciones culturales o discusiones políticas, un espacio apropiado para la convivencia. Las comunidades prosperan ciertamente en pueblos, pero también en ciudades pequeñas o relativamente medianas que son mucho más amables con el ambiente. Así, requerimos de otro orden sociológico, de otro tipo de instituciones a ser articuladas por una racionalidad ecológica.

Todos estos temas pueden quedarse sólo en buenos deseos, en proclamas de ocasión. Prácticas de onanismo intelectual, académico. Mera gimnasia cartesiana con un imaginario geniecillo maligno. Y nuestra sabiduría popular es clara: deseo no preña. ¿Qué hacer? Organizarse. Urge un nuevo manifiesto del partido, un partido ecológico mundial. Los verdes que existen, y que hoy por ejemplo gobiernan en varias coaliciones como la alemana, están devorados por la racionalidad estratégica e instrumental del poder establecido. Han llegado a la desfachatada propuesta de volver al carbón ante la crisis energética que ha resultado de la invasión a Ucrania. Sus máscaras ya no engañan. Lo que fue ya no será. Las nuevas generaciones no entienden el legado recibido de la revolución cultural del 68. Urge un nuevo manifiesto para un partido sustantivamente ecológico con una racionalidad ecológica también sustantiva, con contenidos. Como aquel Manifiesto de Marx y Engels, urge un manifiesto ecológico que comprenda la historia dentro de la naturaleza y dé pistas de cómo organizar las fuerzas de cambio. Un manifiesto que retome la undécima Tesis: los filósofos han interpretado el mundo, lo que se trata es de transformarlo, de transformar un mundo depredador de la naturaleza toda. Aquí hemos considerado cuatro órdenes temáticos en lo social, lo económico, lo cultural y lo político, cuatro órdenes temáticos entendidos como aportes para una auténtica agenda pública en materia ecológica. Ya hay quienes trabajan en ello y en todas las latitudes. Continuaremos con esta discusión. Feliz semana.



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Javier B. Seoane C.

Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Central de Venezuela, 2009). Magister en Filosofía (Universidad Simón Bolívar, 1998. Graduado con Honores). Sociólogo (Universidad Central de Venezuela, 1992). Profesor e Investigador Titular de la Escuela de Sociología y del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela.

 99teoria@gmail.com

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