LA INFLUENCIA DE SIMÓN RODRÍGUEZ
En el año 1954, Mariano Picón Salas, uno de los más excelsos pensadores venezolanos del Siglo XX, publicó un breve ensayo sobre Simón Rodríguez. Dice en su texto que, dos obras habrán de marcar la impronta en el pensamiento y la vida del ilustre pensador sobre el cual hoy dejamos discurrir algunas opiniones. La primera de ellas se titulaba "Robinson Crusoe", del autor inglés Daniel Defoe, publicada en Londres en 1719; la otra, el "Emilio o la educación", escrita por el autor francés Juan Jacobo Rousseau, publicada en París en 1762. Obras que, al decir de Picón Salas, eran aparentemente distintas entre sí, y sin embargo, "ambas coincidían en un problema general como el de mayor y más útil formación del hombre". Ya que: "Aquellos escritores querían enseñar el difícil arte de ser hombres completos. Y se llama así no sólo el que sabe desempeñar bien un oficio, sino quien en todos los actos de su conducta responde con toda plenitud, coraje, honestidad e inteligencia de que es capaz".
Daniel Defoe, narra en su novela la aventura de un joven inglés que se lanza al mar deseoso de conocer el mundo, por lo que "tiene que valerse de su imaginación e inteligencia y reinventar los útiles e instrumentos que la civilización había logrado en proceso de muchos siglos, a fin de facilitar la vida". Acto creativo que "sólo por un esfuerzo y porque le anima la acérrima voluntad de no morir, creará por sí mismo todos aquellos utensilios con que ha de vencer y apaciguar la penuria y dureza del ambiente". Y es que, una de las mayores enseñanzas del "Robinson Crusoe", de Daniel Defoe es –precisamente-, "no temerle a la adversidad cuando podemos oponerle el impulso de subsistir y vencer,…".
Del Emilio de Rousseau, Picón Salas destaca que, "la enseñanza que más vale es la que el hombre logra en la detenida y emocionada observación de todo lo viviente; no sólo lo que leemos en los textos de estudio o nos trasmiten los maestros, sino reflexionando sobre cuanto pasa por nuestra conciencia. La naturaleza es el primero y más fascinante libro que invita a nuestros ojos, y desenvolviendo la imaginación, la sensibilidad y hasta la fantasía poética, el hombre puede ser su propio maestro".
Al revisar la obra de Simón Rodríguez, nos encontramos con que en ella está presente el iluminismo europeo y el socialismo utópico. Fundamentos teóricos que lo enfrentan al clero conservador y a una praxis del acto docente de carácter escolástico. El Maestro del Libertador Simón Bolívar, "Samuel Robinsón" como hubo de llamarse en su clandestinidad y exilio, fue en el plano educativo, "partidario de combinar la enseñanza con el trabajo, promoviendo escuelas técnicas y agrícolas, que facilitasen el desarrollo de nuestros países".
Simón Rodríguez a los 22 años edad se inicia como docente, impartiendo clases como profesor en la "Escuela de Lectura y Escritura para niños", centro educativo caraqueño en el cual sería tutor del Libertador Simón Bolívar. En 1794, presentó un escrito crítico titulado: "Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento". Se avizoraba ya como un docente visionario.
Dijo el Libertador que su maestro "enseñaba divirtiendo", método que rompía radicalmente con las rígidas costumbres educativas del colonialismo español. Simón Rodríguez, no fue solo un maestro. Su impronta revolucionaria hubo de estar presente en las más diversas manifestaciones de la precursora lucha emancipadora de la Venezuela y la América colonial.
En 1797, se adhiere a la conspiración de Gual Y España, lo cual lo obliga a abandonar el territorio Venezolano. A partir de 1804, se encuentra con Simón Bolívar. Juntos emprenden un largo viaje por gran parte de Europa. Viaje durante el cual, en la estadía en Roma, Italia, un 15 de agosto de 1805, el Libertador hará su famoso juramento en el Monte Sacro. Su discípulo más universal el Libertador Simón Bolívar, diría de él que es: "El hombre más extraordinario del mundo".
En una de sus obras fundamentales, Sociedades Americanas, Simón Rodríguez, plantea la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea que puede sintetizarse en la siguiente afirmación: "La América Española es Original; Originales han de ser sus instituciones y su gobierno: Y Originales sus medios de fundar uno y otro. O Inventamos o Erramos".
Para él, la sociedad americana colonial estaba caracterizada por la existencia de enormes conflictos sociales, políticos, económicos y culturales, lo cual determinó que se estableciera una estructura social profundamente inequitativa, censitaria, excluyente; con marcadas y profundas injusticias sociales, en donde los sectores dominantes del poder colonial establecieron relaciones y prácticas infrahumanas para con los sectores dominados. Por lo que, para Simón Rodríguez, el acto educativo, el acto docente, tenía que ser una verdadera Paideia. Para él, la educación era una actividad eminentemente social. Concebía la educación como una educación pública, popular y republicana. Orientada a la formación de ciudadanos, de ciudadanía. Que no fuera excluyente, por lo que debería implementarse a través de una metodología de observación-reflexión-meditación, debía basarse en la experimentación, antes que en el sistema memorístico, el cual caracterizaba la educación venezolana, y americana de entonces. En razón de ello, Simón Rodríguez, entendió que la crisis social de la América colonial no sería superada con la emancipación sino que, por el contrario, esta se haría mayor ya que con el establecimiento de las nacientes repúblicas, los conflictos sociales habrían de profundizarse mucho más que los conflictos políticos.
Ya que, según su opinión: "El estado de América, no es el de la Independencia sino un ‘armisticio’ en la Guerra que ha de decidirla. Por poco que se observe la dirección que van tomando los negocios públicos en América, se advertirán muchas impropiedades, que arguyen un principio de desorden".
Preveía, de esta manera, Simón Rodríguez, el surgimiento de unas sociedades complejas, patriarcales, establecidas a partir de la hacienda de plantación, la cual daría lugar al surgimiento del caudillismo y por ende a las guerras civiles, que se suscitarían a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, en la sociedad venezolana y en algunos países del hemisferio americano.
Y es que, "Las sociedades, tienden a un modo de existir, muy diferente del que han tenido, y del que se pretende que tengan". Para Simón Rodríguez, estaba muy claro que el modelo de sociedad que las clases dominantes de Venezuela y América, pretendían establecer no lograría superar las injusticias sociales que existieron durante el orden colonial, de allí que, la insurrección popular que hubo de producirse en muchos de nuestros pueblos, en los años siguientes a la emancipación, sería el resultado de ese descontento, de esa insatisfacción. El ejemplo más evidente de lo afirmado, habría de ser la lucha por la manera como estaba estructurada la propiedad agraria, la tenencia de la tierra, en nuestros países.
Al respecto afirmó que, "Somos independientes, pero no libres…, dueños del suelo, pero no de nosotros mismos. Las preocupaciones políticas que nos dominan, no caducarán como muchos lo esperan; al contrario: persisten al lado de las ideas liberales, las harán bastardear. Otras fuerzas que las que empleamos para ‘emanciparnos’, debemos emplear para ‘liberarnos’...las de la Razón". Para Simón Rodríguez, el fraguado de una nueva sociedad es un proyecto colectivo, participativo, al respecto nos legó la siguiente afirmación: "Es un deber de todo ciudadano instruido el contribuir con sus luces a fundar el Estado, como con su persona y bienes a sostenerlo".
Al revisar la obra de Simón Rodríguez, nos encontrarnos con un pensar visionario. Estableció y resaltó la relación que existe entre la educación y lo social; entendido lo social de manera integral, holística, sistémica. Premonitorios fueron sus planteamientos teóricos. Afirmar la necesidad de superar la enajenación mental heredada de la colonia, no era un asunto menor. Más de trescientos años de dominación política, económica, social, cultural y religiosa habían determinado la conformación de un ethos social venezolano cuyas principales aspiraciones, iniciativas y decisiones no tenían a la "comarca" o futura patria, como su mayor preocupación. En tal sentido, dos conceptos serán la "piedra miliar" de su planteamiento: la paz y la razón. La paz, mas no la "tranquilidad" que no es otra cosa que una "paz boba", ya que una buena convivencia activa permitiría que los ciudadanos de una nación pudieran avanzar en el alcance de los logros planteados.
A este respecto afirmó que: "El árbol de la libertad se ha de regar con ‘sangre’ es un concepto verdadero, si por ‘libertad’ se entiende la ‘independencia’ para obrar en favor propio, sin daño ajeno, pero será un falso concepto, si se cree, que para ‘entenderse’ sobre el modo de obrar, y sentar un principio que regle este modo, sea menester reñir: el resultado sería entonces una guerra perpetua, por consiguiente, la aniquilación".
La razón, pero no de la razón heredada de la ilustración, sino de aquella que "el romanticismo trataba de reformular, a partir de nuevos parámetros, por cuanto las luces de la Ilustración ya no eran suficientes para iluminar la flamante realidad". Sobre este aspecto, su crítica fue muy contundente, señaló: "Hagan los Directores de las Repúblicas lo que quieran, mientras no emprendan la obra de la ‘educación social’, no verán los resultados que esperan. Nunca saldrán de la fastidiosa repetición de ‘principios generales’, ni de la interminable disputa sobre derechos y libertades que ¡tanto perjudica al crédito de la causa y a la reputación de sus defensores!".
Pues bien, para Simón Rodríguez la necesidad de desmontar el andamiaje social fraguado a partir de la ilustración, más que una necesidad era indispensable si de verdad se querían edificar nuevas sociedades, ya que el modelo de civilización occidental (el capitalismo), heredado de la cultura ilustrada u occidental, conduciría a nuestros países al triste rol de imitadores y no de creadores.
Pues bien, son estas, entre muchas otras, algunas de las lecciones heredadas de Simón Rodríguez en las cuales Simón Bolívar, El Libertador, nutre su intelecto. El Bolívar que al decir de Mario Briceño Perozo, anduvo siempre "en lucha permanente contra el despotismo, ya sea criollo o extraño, contra la injusticia social y la desigualdad económica; es el Bolívar juvenil, inquieto, inconforme, renovador, dispuesto siempre a laborar por la felicidad del pueblo". Es allí, en donde obtiene su don de "jurista" que "legisla para suplantar gastadas y decrepitas normas por reglas progresistas". Donde se forma El Quijote Americano, "perseverante, dueño de sí mismo, el Bolívar dominador de las circunstancias del presente y columbrador de las posibilidades del futuro; el Bolívar optimista, lleno de fe en sí mismo, que erguido en el peñón de las dificultades, proclama como meta única de su acción: triunfar! "Es el Bolívar que sigue las enseñanzas de Simón Rodríguez y que abarca con la mirada todos los horizontes de América; el que piensa en una patria amasada por toda una familia de naciones soberanas e independientes; el Bolívar que hace de legiones de esclavos, multitudes de hombres libres; el Bolívar numen de poetas eximios desde Olmedo hasta Neruda".
Pues bien, es el Simón Bolívar, cuyo ideario y obra política está plasmada en el Juramento del Monte Sacro (1805), el Discurso en la Sociedad Patriótica (1811), el del Manifiesto de Cartagena (1812), el del Decreto de Guerra a Muerte (1813), el de la Carta de Jamaica (1815), el del Discurso de Angostura (1819), el de la Convocatoria al Congreso de Panamá (1824), el autor del Proyecto de Constitución de Bolivia (1826), el de la Convención de Ocaña (1828), el del Congreso Admirable (1830) y el que desde su lecho de moribundo pronuncia su Última Proclama (11 de diciembre de 1830), el que debemos tener presente para la construcción del Socialismo Bolivariano.
Simón Bolívar no es pasado, ni puede serlo. El pensamiento y la obra de El Libertador es un presente vivido, mantiene toda su frescura, toda su pertinencia. No tuvo complicidad con la Venezuela colonial. Su rebeldía no fue una falsa postura de juventud. A Bolívar no lo condicionó ni el tiempo ni el espacio vital. Supo distinguir, con absoluta claridad, al pueblo español de la monarquía que gobernaba a la "madre patria", como algunos gustan llamar a España; por eso, cuando desenvaino su espada fue para luchar contra "el régimen imperante, contra el sistema político que no se amoldaba a su plan ideológico", establecido por el reino de España en sus colonias de América.
El Simón Bolívar que nos interesa para imaginar la construcción del Socialismo Bolivariano que estamos empeñados en edificar en su amada Venezuela, es un Bolívar vivo. Por eso el Socialismo Bolivariano es un presente por vivir; el cual debemos edificarlo a partir de un pensamiento abierto, sin fronteras. Que no sea prisionero de viejas teorías, pertinentes para otras realidades y otras épocas; porque, el pensamiento de Simón Bolívar, fue un pensamiento libre y libertario. Su concepción del liberalismo, libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad, no tiene su origen, ni el mismo significado que le asigna el pensamiento occidental capitalista.
¿Dónde encontró, El Libertador Simón Bolívar, el origen y el significado de estas categorías? A mí se me ocurre que, debemos buscarlo en la manera como se estructuró la sociedad implantada colonial venezolana. Modelo de formación social que para finales del siglo XVIII daba muestras de agotamiento. Por lo que, el rey Carlos III, por Real Cédula hubo de crear en 1777 la Capitanía General de Venezuela, como intento para contener las falencias y debilidades del mismo y, de esta manera, evitar el afloramiento de la crisis estructural cuyas primeras manifestaciones ya se hacían presentes.
Es en el marco, de la crisis de la sociedad implantada colonial, donde debe ubicarse el proceso de independencia y la posterior conformación de la República de Venezuela. Proceso sociohistórico estudiado por Simón Rodríguez, cuyo análisis está plasmado de manera magistral en su obra Sociedades Americanas. Conocimiento de la realidad de la formación social venezolana, que hubo de trasmitir a su discípulo Simón Bolívar.
Es pues, en el marco de la crisis de la sociedad implantada colonial venezolana, en donde debemos encontrar el origen y el significado que tuvo para Simón Bolívar las categorías liberalismo, libertad, igualdad, fraternidad y solidaridad. De allí, el reconocimiento que en su formación hace a su Maestro Simón Rodríguez en Pativilca, el 19 de enero de 1824: "Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló".