Entiendo perfectamente que unos activistas y dirigentes políticos acudan a una embajada y soliciten asilo político, pues están siendo perseguidos, o se sienten como tales, por el gobierno de turno. Y más si ese grupo ha sido señalado como terrorista y traidor a la patria por ese gobierno. Así lo hizo Edmundo González Urrutia, primero con la Embajada de Países Bajos y luego con la de España. En el primer caso, se sentía perseguido desde el mismo momento en que terminó el proceso electoral, pese a no tener ninguna orden de detención y ser supuestamente el ganador de las elecciones presidenciales. Bueno… No se puede mandar en las sensaciones que la gente tenga o, dicho de otra forma, el miedo es libre, y sentirlo no es en absoluto criticable. Además, en este caso particular, el candidato había sido víctima de las burlas e insultos de altos funcionarios del gobierno.
Si Edmundo sintió eso, no me extraña que otros también lo hayan sentido, pues, además, las acciones represivas del gobierno durante mucho tiempo, las amenazas de altos funcionarios, el ya tristemente famoso "tun, tun" de quien hoy es ministro, dan para generar todos esos temores y muchos más. Por lo tanto, que un grupo de militantes de Vente Venezuela, se haya asilado en la embajada de Argentina, no es nada extraño ni criticable, humanamente hablando. Era su derecho y los derechos se respetan. Hay que recordarle al gobierno que el derecho de asilo es una institución universal, aceptada e impulsada por nuestro país, por lo que debe ser respetado. Y como no tenemos posiciones acomodaticias, así como condenamos al gobierno británico por no otorgarle un salvoconducto a Julián Assange, cuando estuvo asilado en la Embajada de Ecuador, también condenamos que no se las haya dado un salvoconducto a quienes están asilados en la Embajada Argentina.
La situación de los asilados ha venido siendo utilizada de manera un tanto perversa. Pareciera que para algunos es muy bueno que haya asilados y que estén sufriendo penurias, reales o supuestas, parecidas a las de las cárceles, cuando se supone que en una embajada se está en condiciones muchísimo mejores que las de una prisión, sin que esto quiera decir que se está libre ni tan cómodo como su casa. Se aspira a sacar provecho internacional y nacional de esa situación. Esta realidad es simplemente lamentable, pues deja muy mal parado a todo el mundo. Al gobierno, que internacionalmente es acusado de violar el derecho de asilo y de supuestamente someter a los asilados y al personal de la embajada a condiciones inhumanas que ponen en peligro sus vidas, ya que no les dejan entrar agua, ni comida; les corta la electricidad y pareciera que hay fuerzas de asalto listas para allanar la sede y apresar a los asilados, quienes se presentan al público como rehenes.
Deja muy mal al gobierno argentino, que no protesta ni alerta sobre lo que supuestamente ocurre en su embajada. A Lula, pues Brasil es el encargado de esa sede diplomática y no ha denunciado nada. A todo el cuerpo diplomático extranjero existente en el país, que se ha desentendido de la situación. O será que… todos ellos saben que no existe ninguna situación especial. De hecho, hay varias sedes diplomáticas en la vecindad de la Embajada, y nada han denunciado al respecto, lo que también hace que los denunciantes queden muy mal parados, pues sólo sus fanáticos siguen haciéndoles caso. En resumen, nadie se beneficia con la existencia de una situación confusa de este tipo, razón más que suficiente para que el gobierno termine con la misma de la única forma que puede hacerlo: entregándole salvoconductos a todos los asilados.
Sería una medida que ayudaría a reducir las presiones malsanas que gravitan sobre los venezolanos, ya acogotados por suficientes tribulaciones. Nos ayudaría a tener unas navidades menos pesadas; ayudaría a los asilados a enrumbar su nueva situación en mejores condiciones y, al gobierno, a despejar otro frente de conflictos, lo que nos enrumbaría hacia la paz y tranquilidad que todos necesitamos. Dispondría el presidente Maduro de más tiempo para ocuparse de abordar los problemas fundamentales de la gente, que es en definitiva lo más importante. Asúmalo Presidente, no se va a arrepentir.