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Algunos se molestan porque digo gobierno y no régimen ni dictadura. Les aclaro que siempre he tratado de hablar y escribir bien el idioma que hablo: el castellano, el cual además me siento muy orgulloso de hablar, así como de mis orígenes hispanos, indígenas y negros. Esto último, le debe molestar a otros, que, aunque hablan castellano y son católicos, y algunos son blanquitos de ojos azules, reniegan de su origen hispano. Pese a que siempre tienen a Bolívar en la boca, se les olvida lo que Bolívar dijo, también Miranda y otros patriotas de países vecinos, al referirse a nuestros pueblos: "tienen un mismo origen, un mismo lenguaje, una misma religión, unas mismas costumbres, una misma historia".
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Como hablo castellano, sé que la palabra régimen significa: "sistema político por el que se rige una nación", por lo que puede haber regímenes democráticos, dictatoriales, totalitarios, republicanos, monárquicos, liberales, autoritarios, parlamentarios y un largo etcétera. En esa locura que nos invadió y que se niega a marcharse, y que afecta a la oposición extremista y también al extremismo gubernamental, le han querido dar a lenguaje determinadas connotaciones que simplemente no tiene. Y ésta es una de ellas.
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Hay otras, también risibles, y que descubren muchas veces las simpatías de quien habla. Me refiero a la de todos y todas (dejo en este momento de lado el todes, para no complicarnos más), o peor la de quienes usan el símbolo de la arroba (@) como si éste fuera una letra y le dan el carácter de letra neutra, cuando la palabra arroba es de género femenino. Ese disparate lo iniciaron cuando redactaban la Constitución de 1999. Los "expertos lingüistas" que se encargaron de ello, se les ocurrió escribir estudiantes y estudiantas, como si la "e" en la primera palabra fuera "o". Tardaron en aceptar el error, de la misma forma que hoy, 25 años después, siguen sin reconocer sus errores. El gobierno, el actual, no se equivoca nunca; siempre tiene la razón. Los equivocados son todos los demás. Tamaño error.
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A esos opositores que piensan que el 10 de enero va a ocurrir un milagro, o se va a producir algo que ya se tiene planificado, que va a permitir la juramentación de González Urrutia como Presidente, mientras Maduro se irá a su casa o al exilio, les recomiendo que recuerden el refrán que dice: "los deseos no empreñan". Como posibilidad, la juramentación de EGU existe, pero es tan improbable que casi se hace imposible. Entiendo que los deseos, sumados a ese discurso fantasioso de María Corina y EGU, lleven a muchos a dudar, pues piensan: "qué será lo que tienen planificado, que uno no lo sabe, pero ellos sí, y por eso están tan seguros". Pues vayan pensando que la probabilidad de que sea Maduro quien se juramente es altísima, para que luego no se depriman.
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Como quienes se oponen a la juramentación de Maduro han hecho llamados a la protesta, con seguridad que habrá algunos triquitraques y suenen algunos petardos y haya gente que en los días previos se movilice y proteste, sobretodo porque están convencidos de que EGU ganó las elecciones, a lo cual ha contribuido el gobierno al no presentar los cómputos de las mismas como manda la ley. La protesta y la expresión de rechazo no son en sí mismas un delito, si se mantiene dentro de los límites legales y constitucionales. El gobierno debería entender esto y, respetando el ejercicio de los derechos ciudadanos, no proceder a reprimir la protesta cívica pacífica y, mucho menos, incrementar el número de presos con acusaciones de traición a la patria, terrorismo, generación de odio y asociación para delinquir.
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Entendemos que el Estado tiene el legítimo derecho de protegerse y defenderse, pero debe hacerlo de amenazas reales y no supuestas y de enemigos verdaderos y no de la gente común. La aparición de actos vandálicos en las manifestaciones de calle es muy difícil de prevenir; eso lo saben perfectamente quienes gobiernan, pues en el pasado sus manifestaciones cívicas eran empañadas por las acciones vandálicas de grupos minoritarios encapuchados. Este hecho debe ser enfrentado como lo que es: vandalismo y no terrorismo. Y se debe estar seguro de que se detiene a quienes lo ejecutan y no a personas inocentes, que se encontraban cerca y que ni siquiera estaban involucrados en las protestas.
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No creo que, al gobierno, y mucho menos al presidente Maduro, le interese y le convenga contribuir al menoscabo de la toma de posesión presidencial, que por razones conocidas por todos está muy cuestionada nacional e internacionalmente, convirtiéndola en un acto centrado en la violencia represiva gubernamental. Los protagonistas de ese acto deberían ser otros y no la represión.